Archivo de la categoría: La Mancha

A la Mancha manchega

A la Mancha manchega
Que hay mucho vino,
Mucho pan, mucho aceite,
Mucho tocino.
Y si vas a la Mancha, no te alborotes,
Porque vas a la tierra de Don Quijote.
La Virgencita del Prado,
Le dijo a la del Pilar,
Si tú eres aragonesa,
Yo soy manchega y con sal,
Si tú eres aragonesa,
Yo soy manchega y con sal.
A la Mancha manchega
Que hay mucho vino,
Mucho pan, mucho aceite,
Mucho tocino.
Y si vas a la Mancha, no te alborotes,
Porque vas a la tierra de Don Quijote.
Una rubia vale un duro
Una morenita dos,
Yo me voy con lo barato
Rubia de mi corazón.
Yo me voy con lo barato
Rubia de mi corazón.
A la Mancha manchega
Que hay mucho vino,
Mucho pan, mucho aceite,
Mucho tocino.
Y si vas a la Mancha, no te alborotes,
Porque vas a la tierra de Don Quijote.
Dicen que la Mancha es fea
porque no tiene faroles
Pero tienen las manchegas
que alegran los corazones.
Pero tienen las manchegas
que alegran los corazones.
Y si vas a la Mancha, no te alborotes,
Porque vas a la tierra de Don Quijote.
Y ahora el video grabado por un granatuleño, de la Rondalla Oretana.

Y otros estribillos que varían esta canción:
Los demonios son los hombres,
Según dicen las mujeres,
Y siempre están deseando
Que el demonio se las lleve,
Y siempre están deseando
Que el demonio se las lleve.
A la Mancha manchega
Que hay mucho vino,
Mucho pan, mucho aceite,
Mucho tocino.
Y si vas a la Mancha, no te alborotes,
Porque vas a la tierra de Don Quijote
Y…
Morena tiene que ser
la tierra para cebada
y las mozas de mi pueblo
morenas y resaladas.
Como quieres que te quiera
si no te puedo querer
si me has hecho unos calzones
con la bragueta al revés.
A la Mancha manchega
Que hay mucho vino,
Mucho pan, mucho aceite,
Mucho tocino.
Y si vas a la Mancha, no te alborotes,
Porque vas a la tierra de Don Quijote.
Vídeo de la «Versión Rock» de A La Mancha Manchega, del dúo Manzanareño Jariko & Pajariko

Mi pequeño homenaje a Cervantes y al Quijote

Quien me conoce sabe que siempre llevo a mi pueblo y a La Mancha en el corazón. Hace unos días que leyendo sobre el Quijote y la música, y me encontré con este magnífico video elaborado por el Museo de las Bellas Artes de Valencia. Y no pude resistirme a incluirlo en mi página, y compartirlo con todo el que me visita.

En homenaje a Cervantes. En mi opinión el más grande escritor. Y es que el 23 de abril se conmemora tanto la muerte de Cervantes como de otro genial escritor Shakespeare.

El Trenillo

Imáganes del trenillo que pasaba por Granátula de Calatrava camino de Montanchuelos. Juan José del pueblo vecino de Granátula ha publicado un libro con la historia de esta línea de ferrocarril que tenía estación muy cerca de Oreto.

Os dejo el video.

Términos del encaje de bolillos

Acerico.- Pequeña almohadilla cuadrangular aplanada, llena de serrín y de diez a quince centímetros de lado. Sujeta con un alfiler en la parte superior derecha de la almohadilla, se pinchan alfileres y agujas para no perderlas al trabajar o acabada la labor.

Aguja.- Clavillo fino, con punta en un extremo y cabecilla en el otro. De varios tamaños, se colocan en el acerico, usándolas según avanza la labor. Metidas en los puntos del picao, sujetan el cruce de los hilos. Son largas, finas e inoxidables, para no manchar la hebra, y con cabecilla de pasta negra, blanca, amarilla… Se distinguen la agujilla, la agujilla fina corta, la agujilla fina larga y el agujón.

Alfileres.- De cuatro a cinco centímetros de longitud, fijan el picao a la almohadilla sobre la que se hace el encaje.

Almohadilla, mundillo o telar.- Cojín generalmente cilíndrico, alargado, aplanado y relleno de paja (de centeno), crín u otro material (trapos) fácil de atravesar por alfileres. Se forra con papel fuerte o tela y se cubre de una funda que se quita para lavarla. Oscilan entre sesenta y setenta centímetros de largo por veinte centímetros de diámetro (ancho). En ella, se coloca tenso el picao. Para hacer el encaje, reposa sobre una silla, pared o escalerilla, en la parte superior, y en las rodillas de la encajera, en la inferior. La inclinación provoca tensión en los bolillos y permite ver el conjunto.

Aplicación.- Encaje de imitación de los encajes genuinos, pero con alguna parte obtenida mecánicamente.

Baraja de bolillos.- Número indeterminado de bolillos de igual forma y tamaño.

Bolillos.- palitos como mangos o contrapesos de madera pulida, hueso o marfil. La parte superior semeja una bobina o carrete, prolongado en forma de mango para su fácil manejo, que se pone en el cabo inferior de cada hilo, mientras la punta se prende en la almohadilla. Se compone de mango (parte que coge la encajera para moverlos); caja (donde enrollar el hilo) y cabeza (sujeta el hilo y evita su desrrolle). De quince a dieciséis centímetros y trece a catorce gramos, los de blonda (diez centímetros) son menores, pues el finísimo hilo no soporta el peso del bolillo normal. Unidos en el cabo inferior de cada hilo, la encajera facilita su cruce y teje según el dibujo. Las vueltas y cruces se sujetan con agujas que, a través del cartón, se clavan en la almohadilla.

Bolillos (encaje de).- tejido fabricado sobre un patrón de cartón que se sujeta en una almohadilla y se realiza con varias hebras que se arrollan a unos bolillos que se cruzan entre sí y forman torsiones, tramados y trenzados.

Bolsillo.- pequeña bolsa de tela, algo mayor que los bolillos, cerrada con un cordón o hilo grueso que, a su vez, rodea toda la almohadilla. Sujeta en la parte superior izquierda de ésta, guarda los bolillos y la bobina del hilo.

Cabeza.- remate del encaje en el extremo que no se une a las prendas. Puede llamarse borde inferior o derecho, según se coloque horizontal o verticalmente.

Campo.- fondo de los encajes que se realiza simultáneamente con los nutridos o elementos planos.

Corona.- remate del borde del encaje llamado cabeza.

Cortar.- quitar bolillos de la almohadilla, según avanza la labor.

Cruces.- entrecruzamiento de varias guías para formar arañas o vilanos. Con sólo dos guías, se llama torsión.

Embolillar.- enrollar el hilo en el bolillo.

Engrudo.- mezcla de harina y agua para fijar el picao a la almohadilla.

Entredos.- encaje sin pie ni puntilla que va entre dos telas.

Escalerilla.- estructura trapezoidal de madera, consistente en una pequeña barra de unos veinticinco centímetros de longitud, de la que parten hacia abajo otras dos, mayores que la anterior, hasta alcanzar los sesenta y nueve centímetros. Se unen con un listón a la mitad de la altura. En ella, se apoya la parte superior de la almohadilla.

Escurridor.- trozo de cartón o de hule que rodea la parte superior-anterior de la almohadilla. Colocado bajo los bolillos, evita el roce de éstos con la almohadilla.

Fondo.- zona no decorada del encaje sobre la que se monta o inserta la parte ornamentada.

Macillo.- acción de arrollar todos los hilos para alzar el encaje y continuar la labor o, cuando se acaba, arrollar todos los hilos en un agujón para que no se mezclen.

Mandril.- instrumento punzante para hacer los agujeros del picao y componer el dibujo.

Patas (del encaje).- extremo del encaje.

Picao, dibujo o patrón.- cartulina o papel en el que se imprime el diseño a conseguir y que interpreta la encajera en la confección. Consistente y flexible para su adaptación a la superficie curva de la almohadilla, se sujeta en los extremos con alfileres o engrudo. En algunos pueblos, los colocan en ambas caras de la almohadilla y, al acabar uno, le dan la vuelta a la almohadilla para hacer el otro. Los agujeros picados indican dónde colocar los alfileres que sostienen los puntos.

Pega.- unión de una parte con otra del encaje.

Pie.- extremo del encaje que sirve para unirle a la prenda que va a guarnecer. Se denomina también borde superior.

Punteras.- nombre que también se da a las encajeras.

Puntilla.- banda de encaje con dos bordes diferenciados: cbeza y pie. Es más bien estrecha.

Rollo (de encaje).- trozo seguido de encaje o encaje ya realizado.

Sentar.- alzar el encaje una vez terminado para seguir la labor.

Tapador.- tela algo mayor que la almohadilla sujeta a sus lados con agujas o alfileres. Protege la almohadilla con los bolillos y el encaje al dejar el trabajo para evitar que se ensucie.

Tupido.- todo relleno de hilo, sin huecos o vacíos.

Vara.- medida de longitud que equivale a un metro de longitud.

Vena.- adorno o remate del encaje con hilo más fuerte del normal.

Ventanas.- adorno o decoración de los bolillos de pastor.

Normas para comer las gachas manchegas

Después de tanta economía y artículos económicos, ahora os dejo un artículo en tono de humor sobre la forma de comer las gachas manchegas, a punta de navaja y usando el dicho «delante la sartén un paso para delante y dos para atrás».

Sí, gachas existen muchas y en muchos países. En las regiones manchegas hay dos tipos, las más extendidas tienen por nombre científico «pudin de harina de almortas con aromas de cerdo y ajo». Nouvelle cuisine de tiempos inmemoriales.

También estas gachas tienen diferentes formas de hacerse, según las carnes que se usen mayormente. Pero en cualquier caso son todas iguales en los siguientes aspectos:

-Es un plato de sencillez teórica pero que requiere una precisión casi farmacéutica si no queremos tener que tirarlas antes de empezar siquiera a comer.

-Se prepara en muy poco tiempo, en una sartén grande y, si puede ser, con leña, y ya puestos, de sarmientos y cepas. Por esta constitución y la imposibilidad de ser removidas en sus últimas fases de preparación provocan que se produzca una especie de socarrat en el fondo, vulgarmente conocido como «lo pegao» y muy apreciado por la mayoría de la población manchega.

-Si se enfrían no hay quien las coma. Si las comes nada más salir de la lumbre, has muerto. Por lo tanto hay que ser un habilidoso comensal para que la experiencia sea lo suficientemente gratificante. Algunas personas han desarrollado un paladar antipirético que le permite empezar a comer antes que nadie, por lo tanto, más.

-Una vez preparadas, el cambiar el producto del recipiente en el que fueron preparadas a otro es motivo de aplicación de insultos varios, dudas sobre la orientación sexual del ejecutor, y hasta agresión física a una mano en el cuello, ya sea una guantá tonta o un ostión a rodeabrazo.

-Todo esto hace que el rito de la manducatoria consista en poner la sartén en medio de un corrillo (normalmente con patas [la sartén]) donde los comensales sentados en sillas bajas de madera y esparto disponen de una servilleta o más bien pañuelo de hierbas extendido en la pierna izquierda, cerca de la rodilla donde se apoya la mano del mismo costado la cual a la vez sujeta un cantero de pan directamente proporcional al volumen del comensal con respecto al resto de comensales y el total de pan disponible. La diestra sujeta una navaja MUY BIEN AFILADA. No se puede cortar el pan y que la sopa tenga picos (irregularidades) o que el roce de navaja y la hogaza provoque que caigan migas al suelo.

-Las sopas, pinchadas en la navaja se sumerge en la sartén. Los límites del espacio vital de cada comensal trazan dos lineas imaginarias y equidistantes que se cruzan en el centro de la sartén: todo el área que describen esas líneas corresponden a tu ámbito de acción y maniobra. Se tratan de fronteras inquebrantables hasta que algún vecino inmediato nos dice: «pues me parece que por hoy yo ya he comío».

-Los picos en las sopas están prohibidos debido a que estos, al sumergirse en el denso pudin, pueden resquebrajarse del cuerpo de la sopa, dejando tropezones del pan absolutamente antiestéticos e indeseables.

-El no cumplimiento escrupuloso de todas y cada una de estas normas son motivo de enfado a tiempo indefinido, desde malestar general hasta retirar el saludo indefinidamente, además de exclusión social, todo ello dependiendo de la edad y posición social.

El refranero condensa muy bien toda esta normativa en una sola frase:No me jodas Baldomero y come gachas en tu lao, que me echas sopones y te comes lo pegao!Ej. «¿Ande vas con tanta prisa? Paece que vas convidao a gachas!». Eso es llevar mucha prisa, porque como hemos dicho, no puedes llegar y que estén frías o que ya se las hayan comío los otros. Además no hay nada que le guste más a un manchego que comer, y si es de a ná, más toavía.

El camino del Caballero Andante

molinos_consuegraEternos molinos de viento: cuatrocientos años después, los «gigantes» que enfrentó Don Quijote siguen de pie en Consuegra. La Mancha esa región que los árabes denominaron por ser «seca», y por cuyos caminos discurrió la historia inventada por Cervantes, pero dejando tras de si muchos de los sitios que conocía como alguacil de abastos que fue y que transitaba en su camino hacia Andalucía. Fue Cervantes dejando pistas tras de si en su novela, identificando topónimos, adaptando o incluso utilizando los mismos nombres de personas, parajes y lugares… todo ello sin saber si pretendía que se identificasen los lugares por los que anduvo como errante caballero, o quizás para despistar sobre si la ruta real existió.

El Toboso, Castilla-La Mancha.- Lo que sigue es una historia real. En un lugar de La Mancha, a fines del siglo XVI, un hidalgo venido a menos se disfrazaba con una armadura de otros tiempos y alanceaba a sus enemigos desde un caballo. Se llamaba Francisco de Acuña y vivía en una calle ancha que ya no existe en Miguel Esteban, un pueblo de viñateros a seis kilómetros de El Toboso. Las tropelías de este caballero fuera de época quedaron registradas en un proceso judicial que se le abrió en 1581 por el intento de asesinato de Pedro de Villaseñor, familiar lejano con quien se disputaba una herencia.

Rescatadas de los archivos por dos investigadores castellanos, esos cientos de fojas ajadas por los siglos reavivan la eterna ilusión de encontrar al verdadero Don Quijote, la fuente de inspiración de Miguel de Cervantes para crear a su personaje.

A 400 años de la publicación de la segunda parte de esa obra cumbre de la literatura universal, La Mancha vibra otra vez con la pasión por descubrir las huellas del Caballero de la Triste Figura y los escenarios de sus aventuras, siguiendo las pistas incompletas, deliberadamente ambiguas, que dejó Cervantes.

Se cumplieron 400 años de la publicación de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha
«La historia del Quijote tiene bases reales. Es evidente que Cervantes estuvo aquí, atesoró relatos, nombres, leyendas que luego le sirvieron de materia prima para construir su obra», sostiene Francisco Javier Escudero, historiador, que, junto con la arqueóloga Isabel Sánchez, sacó a la luz, recientemente, el caso del hidalgo Acuña y su enemigo Villaseñor.

Cervantes pudo conocer el relato de boca de los Villaseñor, a quienes al parecer trató a finales del siglo XVI. Dejó constancia de su amistad con una familia de ese apellido en su libro póstumo, Los trabajos de Persiles y Sigismunda.

Escudero acaba de hallar otro tesoro en un registro comercial de El Toboso: una permuta de tierras fechada el 17 de junio de 1584 a nombre de un tal Alonso Quijano. «Es la primera vez que aparece en la zona ese nombre, el mismo que Cervantes le dio a su personaje.» Entre los testigos citados en el expediente figura el mismísimo Francisco de Acuña.

El investigador habla dentro de la oficina del párroco del pueblo, delante de un libro con tapas de cuero lleno de anotaciones en una tinta amarronada por el tiempo. Entre los bautismos de 1585 figura el hijo de un Miguel Berengel. «Es un apellido rarísimo en la zona», dice Escudero. Cree ver en este personaje desconocido una posible inspiración de Cide Hamete Benengeli, el ficticio historiador arábigo al que Cervantes atribuye en el capítulo X la autoría de la historia del Quijote.

¿ENSOÑACIONES O REALIDAD?

En El Toboso, cuesta resistirse al ambiente novelesco. «Con la Iglesia hemos dado, Sancho», se lee en letras gigantes sobre una callejuela que lleva hacia el templo de San Antonio Abad. Pueden adivinarse los pasos del caballero andante cuando decide aventurarse en el pueblo para encontrar a Dulcinea, la labradora vulgar que su imaginación convierte en una «joven y virtuosa emperatriz».

La «gran torre» que vieron desde lejos sigue ahí, con su piedra ocre irregular adornada por las cruces de la Orden de Santiago. En la plaza de adelante, resalta un Quijote forjado en hierro, arrodillado frente a la imagen de una campesina de pie.

El Toboso -uno de los pocos pueblos que Cervantes coloca de manera explícita en la ruta del Quijote y Sancho Panza- no escapa a la obsesión manchega por descubrir las figuras reales detrás de los personajes.

El Toboso -uno de los pocos pueblos que Cervantes coloca de manera explícita en la ruta del Quijote y Sancho Panza- no escapa a la obsesión manchega por descubrir las figuras reales detrás de los personajes. A dos cuadras de la plaza principal se levanta el Museo de Dulcinea, un típico caserón señorial castellano que perteneció en el siglo XVI a don Esteban Zarco. Cuenta la leyenda local que el propietario tenía una hermana, Ana, a la que Cervantes conoció en una de sus travesías por la comarca y de la que se enamoró perdidamente. Ana Zarco era «la Dulce Ana». Dulcinea.

«No hay documentos que prueben la presencia de Cervantes, pero estamos seguros de que estuvo aquí», dice a LA NACION Marciano Ortega Molina, el alcalde toboseño, mientras recorre la casa. Comenta que el emplazamiento encaja con la descripción que figura en el capítulo IX de la segunda parte. En el museo se reproduce la estancia de una mujer de la nobleza de la época. Pero ¿Dulcinea no era, en realidad, Aldonza Lorenzo, una labradora pobre que tenía «la mejor mano para salar puercos» de toda La Mancha? «Aquí mostramos la visión de Don Quijote, que veía en ella a una princesa. Es la que queremos ver nosotros?», sonríe el alcalde.

Don Quijote y Sancho tuvieron que entrar a El Toboso por el viejo camino que unía Toledo con Murcia y atravesaba el pueblo. Una huella pedregosa recuerda esa vía esencial para el comercio en los siglos XVI y XVII.

Allí transcurrió en 1585, en un caluroso día de julio, la dramática persecución de Francisco de Acuña a su enemigo Pedro Villaseñor. Lo corrió en su caballo desde Miguel Esteban, ataviado a la vieja usanza, con lanza, broquel, casco de hierro y armadura de malla. Los testigos del juicio lo describen como «disfrazado», en referencia a la parafernalia medieval pasada de moda. Villaseñor salvó la vida de milagro, según consta en el proceso, que recoge escándalos de faldas y misteriosas hechicerías.

Siguiendo el camino hacia el sudeste, en dirección a Mota del Cuervo, se llega a un descampado en el que se adivinan los cimientos de una construcción. Los restos de un pozo de cemento están cubiertos por un pallet de madera y rodeado por unos ladrillos huecos partidos. «Éste es el lugar donde Don Quijote veló las armas», presenta Escudero.

Don Quijote y Sancho tuvieron que entrar a El Toboso por el viejo camino que unía Toledo con Murcia y atravesaba el pueblo. Una huella pedregosa recuerda esa vía esencial para el comercio en los siglos XVI y XVII.

Según sus investigaciones, allí se levantaba hasta hace dos siglos la venta donde, en el inicio de la novela, Alonso Quijano se hizo armar caballero. «Era un caserón esplendoroso en medio del campo, que bien podía confundirse con un castillo como le pasa al personaje -explica-. No había otra venta en esta parte del camino de Toledo a Murcia, donde Cervantes sitúa la primera salida de Don Quijote. Conocía muy bien estos caminos y era un genio para encontrar las locaciones de sus historias.»

Definir un lugar real de esa aventura es un punto clave para determinar cuál podría ser la patria de Don Quijote, ese lugar de La Mancha que de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse. Trazando un mapa desde allí con las pistas de tiempos y distancias que da el libro podría ubicarlo en Miguel Esteban, como teoriza Escudero, o en Mota del Cuervo, como proclama el experto de esa localidad José Manuel González Mujeriego.

La idea no convence a todos. Existen investigaciones de lo más variadas y hay pueblos que se reivindican como el «lugar» de Don Quijote en casi todo el territorio de La Mancha. El aniversario de la segunda parte de la novela reavivó la disputa que el propio Cervantes predijo con su ironía de avanzada en las páginas finales. Cuando dejó sentado que no ponía el nombre «por dejar que todas las villas y lugares de La Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero».

EL PUEBLO MÁS MILITANTE

A sólo 30 kilómetros de Madrid, Esquivias es una de las poblaciones más militantes en esa batalla. Tienen un argumento de peso: Cervantes se casó allí con Catalina de Salazar y Palacios en 1584 y se radicó durante por lo menos tres años, cuando todavía intentaba sin demasiado éxito hacerse un nombre como dramaturgo.

Después, realidad y ficción vuelven a entrecruzarse. La casa donde vivió la pareja está convertida en museo. La Sociedad Cervantina de Esquivias explica que el dueño era el tío de Catalina. Un hidalgo de nombre? Alonso Quijada, otro de los apellidos que se le atribuyen al héroe de La Mancha. Dicen los esquivianos que al viejo Quijada, que se hizo fraile y murió antes de que el escritor llegara a conocerlo, era un aficionado a las novelas de caballería.

Definir un lugar real de esa aventura es un punto clave para determinar cuál podría ser la patria de Don Quijote, ese lugar de La Mancha que de cuyo nombre Cervantes no quiso acordarse.
En las vitrinas desplegadas en el cuarto de acceso a la casa, se exhiben partidas de nacimiento rescatadas de los archivos parroquiales de lugareños contemporáneos a Cervantes con nombres que evocan a varios de los 708 personajes que pueblan la novela. Entre ellos, el cura Pero Pérez, Sansón Carrasco y hasta una Aldonza Lorenzo.

El cervantista Sabino de Diego anunció semanas atrás el hallazgo de una partida de nacimiento de 1569 en Esquivias de un tal Sancho Gaona y cree que se trata del modelo para crear al compañero de ruta de Don Quijote. Descubrió que el padrino de bautismo era un tío de la esposa de Cervantes y además encontró vínculos familiares entre los Gaona y un tal Bernardino Ricote, el apellido del morisco amigo de Sancho Panza en la novela.

Cervantes notó que el lugar de Don Quijote era «cercano» al pueblo de Dulcinea. Esquivias tiene un obstáculo para su postulación: queda 114 kilómetros al norte de El Toboso, una distancia muy considerable medida con la vara del 1600.

Y VILLANUEVA DE LOS INFANTES

En el otro extremo de la planicie manchega, más de 200 kilómetros al Sur, Villanueva de los Infantes reclama para sí los honores. Un estudio conducido por el catedrático Francisco Parra Luna estableció «científicamente» que las aventuras de Don Quijote partieron desde allí. La relación de distancias está grabada en una placa de piedra sobre la fachada de uno de los palacios cercanos a la Plaza Mayor. Infantes es la capital del Campo de Montiel, un nudo de caminos por donde Cervantes pone a caminar a su personaje en la primera parte de la novela. Cada pueblito de ese rincón de España, por minúsculo que sea, tiene en la entrada una escultura del desgarbado caballero con su Rocinante, y un cartel que da la bienvenida al «Lugar de La Mancha».

ARGAMASILLA DE ALBA

Subiendo otra vez entre viñedos, olivares y castillos en ruinas, aparece a 60 kilómetros Argamasilla de Alba. Otra autoproclamada cuna del Quijote. La tradición local -sin sustento documental- asegura que Cervantes fue detenido allí en una cueva rústica cuando volvía a Madrid de una misión como recaudador de impuestos de la Corona. Y que en los días de encierro empezó a escribir su obra.

Cervantes notó que el lugar de Don Quijote era «cercano» al pueblo de Dulcinea. Esquivias tiene un obstáculo para su postulación: queda 114 kilómetros al norte de El Toboso, una distancia muy considerable medida con la vara del 1600.

En las paredes del edificio que alberga la cueva, se exhibe una semblanza del lugar escrita por Rubén Darío. Se recuerda la relevancia que le dio Azorín en sus crónicas reunidas en La ruta de Don Quijote. El nombre de Argamasilla resuena en los versos irónicos con los que Cervantes pone fin a la primera parte de la novela. Pero ¿estuvo allí el Manco de Lepanto o es otra de sus falsas pistas?

La fusión entre datos y mitología se potencia en estos días de celebraciones. Así como en Madrid un grupo de investigadores cree haber encontrado los restos del autor enterrados hace 399 años, en la ciudad manchega de Alcázar de San Juan se empezó a exhibir en un museo la partida de nacimiento de un tal Miguel de Cervantes Saavedra. Pretenden disputarle a Alcalá de Henares la cuna del genio de las letras hispanas. Eso sí, este Cervantes nació en 1558 y habría contado con apenas 13 años en la batalla de Lepanto.

OTRO LUGAR DE MOLINOS, CAMPO DE CRIPTANA

Lo que seguro puede afirmarse es que por Alcázar tuvieron que pasar Don Quijote y Sancho Panza en sus primeras aventuras. En el cercano Campo de Criptana, al Este, se alzan todavía los molinos de viento que el caballero andante confundió con gigantes a los que dar batalla. No había en la época otra colina en la que se alzaran «treinta o poco más» de esos artefactos. Sobreviven nueve: base blanca, capuchón negro, eternamente imponentes. Al Oeste, se distingue desde lo alto Puerto Lápice, otro de los pocos parajes mencionados en el libro con todas las letras.

Los modelos vivos de Cervantes dejaron sus huellas por ese enjambre de caminos. Para Darío Villanueva, presidente de la Real Academia Española (RAE), la obsesión por encontrar las historias que inspiraron el Quijote tiene apenas valor anecdótico: «No cabe ninguna duda de que Cervantes supo de muchas historias locales manchegas. Está documentado que algunas de las trifulcas entre hidalgos se producían con una ambientación carnavalesca, con contendientes disfrazados de caballeros armados a la usanza medieval. Pero lo realmente trascendente es la creación genial de un personaje en el que se contrapone realidad y ficción para fundirlas en la mente de una persona».

Y EN GRANATULA

El geógrafo de su majestad D. Tomás López en el encargo del mala de la primera parte del Quijote hace pasar por la vereda granatuleña a los Galeotes en la famosa batalla  y así quizás por el «Puntal de Rosa» o quien sabe si por el propio «Añavete» discurre el episodio en el que el Ingenioso caballero da libertad a aquellas almas que van a galeras. Y desde Granátula huye después huyendo de las posibles represalias de la Santa Inquisición por sus veredas camino de Sierra Morena en Andalucía para hacer su particular penitencia.

Y ES QUE EL QUIJOTE…

Todo esto surge solo como un refrito entre otros de artículos de la Nación y como muestra del cariño y admiración a aquel nombre que fue capaz de poner en boca de una persona, a veces loca a veces cuerda, de los ideales que defender y de a la vez criticar soterradamente a una sociedad española que en aquella época no sabía si era caballero andante o gordiflón venido a menos en busca de una ínsula obedeciendo a su amo.

Cuatro enseñanzas extraídas del Quijote

1. Determinar la realidad a partir de la forma en que se ve al mundo

En el mundo de Don Quijote, nada es lo que aparenta ser. Los molinos son gigantes, las posadas son castillos, las plebeyas son princesas, y los títeres son moros. Aunque su peculiar forma de observar las cosas le trajo problemas y desventuras, el ingenioso hidalgo creó para él una realidad distinta, un mundo diferente en el que triunfaría la virtud sobre el mal y estaría libre de esclavitud.

Si bien no pudo cambiar al mundo, sí logró cambiar su vida a partir de encontrar un propósito y un noble ideal

2. Ser fiel a un ideal

A pesar de las adversidades, Don Quijote deja como enseñanza la importancia de tener sueños aunque parezcan imposibles.

Don Quijote tenía un lema: «Defender la virtud».

3. Observar la virtud en los otros

El singular personaje antepone al hombre como persona por encima de sus errores. Un ejemplo es la manera en que observaba a Dulcinea, como una dama, una señora, cuando en realidad se trataba de una cortesana.

4. Elegir a un buen escudero

Tal como Don Quijote eligió a Sancho Panza como su compañero y fiel escudero, se puede y se debe elegir a aquellas personas que  acompañen a lo largo del camino y apoyen en el logro de los sueños y objetivos.

Un excelente ejercicio es  responder las siguientes preguntas:

1. ¿Qué se quiere?  2. ¿Cuál es el camino? 3. ¿Qué atributos debe tener el compañero que se debe elegir?

Una de las grandes enseñanzas del Quijote, es la manera en que honró sus sueños e ideales hasta el fin de sus días. Muchas veces se enfrentó al rechazo y sin importarle el ridículo y la aprobación de los demás, siguió su camino para vencer al invicto rival. Se debe tener en cuenta, que muchas veces el invicto rival se trata de uno mismo.

El pregón de Sancho

En un lugar de la Mancha cuyo nombre siempre llevamos en la memoria, hace mucho tiempo que moraban visigodos, romanos, árabes… manchegos. Desde la edad de piedra, donde los encantadores transformaban en la noche de San Juan a una “bicha” en una doncella instruida en las artes amatorias, hasta el día que rededor de la laguna de Valdeleón los manchegos fueron construyendo su morada con la venida de almas de Oreto – Zuqueca y de Añavete, distintos pueblos han forjado su historia. Entre lomas y cerros, valles y cráteres, fumarolas y simas convivían los granatuleños viendo pasar camino de Andalucía al inspector de abastos de la real marina que proveía de trigo y cereales a la Invencible en su lucha contra la armada inglesa. Y así fue cuando nuestro señor imaginario Don Quijote con su amado escudero nació en la mente de Cervantes cabalgando por tierras granatuleñas, por el Camino Real, en el entorno de Añavete, donde vino a sucederle la batalla con los Galeotes. Después de esta guisa, ya en el año 2008, pasando nuevamente por Granátula iban platicando nuestro querido caballero andante y nuestro malandante escudero.

 

– Válgame señor don Quijote que ese pueblo que vemos allí es Granátula de Calatrava. Sepa mi señor que habiendo conocido que en su entorno tuvo lugar la batalla de los galeotes, han tenido a bien enviarme un recado de la Hermandad del Cristo en el que me incitan a hacer un pregón en las fiestas de su querido Santo Cristo de la Resurrección, un Santo que se encarga de proteger a esta Villa desde hace tiempo, antes de que viniera aquí vuesa merced con Rocinante y yo a lomos de mi rucio.

 

En esta plática estaban Don Quijote y Sancho cabalgando por la vereda camino de Granátula, recitando el escudero:

  

– Aflojando ya el sermón

que sin querer voy echando

se me olvida que es pregón

y que no estoy predicando.

La fiesta está preparada

que no falte la cordura

la amistad y la mesura

que nos sea bien cumplida

y con la salud encomiada.

– Mi buen Sancho has de saber que esta patria cuyo nombre llevo grabado en el pecho es nuestra tierra. Procura en tu pregón predicarles de las bondades de su región y si al mandado no hacen caso, tendrían mucha razón: Mensajero sois amigo, no merecéis culpa, non. No  confiéis en eso, Sancho, que en la manchega región tan colérica es la gente, como honrada y con honor, y no consiente cosquillas de nadie, ni la traición, que siempre será vengada. Si os huelen –vive Dios- que os mando mala ventura qué el diablo me ha metido en esto y yo no. Ahora bien todas las cosas tienen siempre algún remedio, excepto la muerte segura, como siempre estoy oyendo.

– Mi señor Don Quijote no tenga duda que así lo haré. Sepa que como casi todo lo que se puede decir en literatura, ya lo dejó dicho Cervantes en algún lugar de la segunda parte de la novela que cuenta sus aventuras cuando afirmaba: “La mentira es mejor cuanto más parece verdadera y tanto más agrada cuanto tiene más de dudoso y posible”. Así es que las fábulas deben ser escritas cuidando que “admiren, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden a un mismo paso la admiración y la alegría juntas”. Es como si quisieran contar a la vida mesma, donde la verdad y la mentira, la ilusión y la desilusión, la pasión y el odio, la alegría y el lloro, mezclan como en el gazpacho manchego y forman un unto amasado por la convivencia y mal amalgamado por la envida y la avaricia. Que ya lo dicen los refranes, que siempre mi hidalgo me recrimina que use “quién bien te quiere te hará sufrir”, “mas vale buena esperanza que ruin posesión”, “aunque la traición se aplace, el traidor se aborrece” o “quien te cubre, te descubre” aunque a veces “pagan justos por pecadores”. Es como si fueran los duelos y los quebrantos.

– No más refranes, Sancho -dijo Don Quijote-, pues cualquiera de los que has dicho basta para dar a entender tu pensamiento; y muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo de refranes y que te vayas a la mano en decirlos. Si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito antes es disparate que sentencia. Y hablando de disparates que es eso de los duelos y quebrantos, ¿no será que tu barriga está rezongando y sale a la luz el tragaldabas que llevas dentro?

 

– Mire que a estas horas la gazuza va acechando. Pero no es eso sino que ha de saber que algunos autores mencionan que algunos labradores, al sufrir la muerte repentina de un animal de labor, como las vacas, el burro o el caballo, aprovechaban su carne preparando un guiso con ella, y el nombre procede de los «Duelos y Quebrantos» que el labrador sufría durante su cocinado. Otros dicen que el nombre hace alusión al «quebranto» del ayuno impuesto sobre las carnes de cerdo tanto en las religiones Judía como Islámica y su posterior «duelo» tras haber violado los preceptos del ayuno. Y por eso digo que la vida es como este manjar, mezclando diversos tipos de carne con la unión del huevo hacen que quede un plato preciado y apetitoso, lo mesmo que en la existencia mortal cuando se mezclan las personas, el hombre y la mujer, los amigos, etc., y se unen por el cariño, la, amor, respeto y la amistad. Más cuando el huevo está en mal estado y el uso o el abuso o simplemente la traición quiebran esos sentimientos hacen que la confianza de repugnancia y quede rasgada. Y aunque le de motivos para que vuelva a reprenderme vienen a mi boca más refranes como “váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza”, “a rey muerto rey puesto” y “érase que se era, el bien que viniere para todos sea, y el mal, para quien lo fuere a buscar….”

 

– Bien Sancho déjate ya de refranes y dichos, que ha debido pasar por aquí el encantador Frestón y parece que nos han trocado los unos en los otros y tu Sancho fueras un erudito escritor que desea con los refranes desfacer entuertos. Haz gala Sancho, de la humildad de tu linaje: no te avergüences de que sean labradores tus padres, de baja estirpe nacidos hay casos innumerables que han llegado a ser pontífices, o emperadores muy grandes. Si te precias de virtud, no tengas envidia a nadie, sean príncipes o señores con quien puedas compararte; pues la virtud se conquista, pero se hereda la sangre, y la virtud por sí sola vale más que los linajes. Más la iglesia de Granátula ya queda a la vista y aún no me has contado que dimes y diretes trovarás en el pregón de fiestas.

 

Esta discusión traían Don Quijote y Sancho entrando por el camino Moro, por lo que ahora es la ruta que lleva su nombre. De esta guisa Sancho empezó a recitar las estrofas de su pregón:

 

“Cuando la oliva está en sabia

y el almendro pleno de flor”,

cuentan los viejos romances

que es el tiempo del amor.

Amor del campo en verano,

fruto del trabajador

que recoge las espigas

que con su sudor regó,

en una tierra madrastra

que hoy en madre se tornó.

 

Lejos ya duros trabajos,

que es tiempo de festejar

con canciones y alegría

las fiestas de aqueste lar.

Dejad por estos tres días

las labores de los campos

que bueno es que descansen

alguna vez los humanos

y se entreguen a la fiesta,

a la comida y los tragos

pues triste sería la vida

si sólo hubiera trabajos.

 

Tomad pendones y cruces,

andas, imágenes y bandos

y mostrad esta hermosísima tierra

a propios y extraños

 

Bailad al son de la música,

llenad de viandas los platos,

disfrutad de tal jarana

que se asombren hasta los prados.  

 

 

No deis tregua a la tristeza

que no hay que andar cabizbajos,

que las fiestas no hacen migas

con caras y rostros largos.  

 

Dianas, bailes y verbenas,

gallofa y comidas ansiamos

todo está ya dispuesto

sólo falta el disfrutarlo.  

 

Que niños y adultos se alleguen

de este y otros pueblos cercanos

que generosidad nos sobra

para contentar a invitados.  

 

Y es prudente que ya calle

pues no quisiera cansaros

y que otros sean los que digan

discursos más prolongados.  

 

No quiero que me deis dineros,

ni aplausos, ni grandes halagos,

con saber que disfrutáis de la fiesta

ya me doy por bien pagado.  

 

Y lo que decía al principio,

lo repito de buen grado

ahora que este pregón

ya está finalizando:  

disculpad que sea yo,

sin duda el menos indicado,

el que os invite a la fiesta

en honor de vuestro Santo. 

-Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo. Tu pregón confirma tu cordura y mi locura, así como el conocimiento que tienes de la realidad y de Granátula. Aquí me siento fatigado, quedaré descansando por los restos en aquel campo santo, que allí se divisa donde volver rodaron.

-¡Ay! -respondió Sancho, llorando-: no se abandone vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mí la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron, y véngase conmigo a pregonar las aventuras y la verdad del corazón libre, que no son simples chifladuras de un loco que perdió el seso y acabó creyéndose caballero andante, sino que Don Quijote dijo “no” a muchas cosas y se enfrentó por ello a la lógica y al sentido común de sus bienpensantes vecinos; de quién se negó a adaptar la “inmensidad de sus deseos” de hacer el bien, a la “pequeñez que la realidad le ofrecía”. Déjese el cementerio y de abandonarse a su canto, sigamos hacia la plaza y veamos aquel zapato, que conmemora la ruta de aquel director de cinematógrafo.

– Mi querido Sancho después de escucharte la cordura ahora vive en mí.

Hasta aquí la aventura de nuestro inmortal manchego y Sancho. Solo quien echa un vistazo rápido y superficial a la inmortal obra de Cervantes puede pensar que don Quijote fue un perdedor. Venció a todos los que intentaron cambiar los ideales por la injusta realidad.

Hasta aquí la narración de este pobre cuentista, fin de la imaginación de quien dejándose llevar por la inventiva trajo de nuevo por veredas y caminos a Granátula a los personajes inmortales del idealismo, a dos manchegos ilustres un ingenioso hidalgo y un escudero labrador.

Vale.