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La época de Baldomero Espartero: La vuelta de los borbones

Continuando con los vídeos de la magnífica serie documental Memoria de España de RTVE, os dejo el de la vuelta de los borbones. Ya con Espartero apartado del poder y después de ver como tuvo que exiliarse Isabel II, y después de los intentos de nombrar a un nuevo rey, proponiendo Prim al propio Espartero, y con el intento fallido de Amadeo de Saboya y con las repúblicas en la puerta de España, se produce la vuelta de los borbones. La propia Isabel II escribió a Espartero solicitando su intercesión para que su hijo Alfonso XII regresase al trono (podéis ver la carta en mi libro sobre Baldomero).

Por cierto que una de las primeras visitas que hizo Alfonso XII retornado al trono de vuelta de batallar en la tercera guerra carlista fue a Baldomero Espartero. Y curiosamente Baldomero impuso la Gran Cruz de San Fernando en la pechera del rey Alfonso.

Aquí os dejo el capítulo:

La caída de la Regencia de Baldomero Espartero

Os dejo este video sobre la sublevación de Barcelona y de la caída de su Regencia.

En buena parte de lo que dice estoy de acuerdo y en buena parte no, pero me parece resumen interesante.

La Regencia de Espartero nació muerta al negarse a repartir políticamente cargos, lo que incluía a su propio partido progresista. Además su carácter militar autoritario, que le llevaba a la consideración de que «si hay que hacer algo se hace» y su odio a las componendas políticas le llevo a conseguir a que todo el arco político se pusiera en contra. Si a esto le sumamos el odio que la iglesia tuvo a Espartero por su política, ya que Espartero estimó que el poder que tenía la iglesia debía quedarse dentro del ámbito religioso, dejando el poder de la ciudadanía en la representación política lo que le llevó a limitar el poder de la misma, suprimir el tribunal de Rota, vender los bienes que amasaba el clero secular, y promulgar leyes limitando el poder que tenía.

Además en Cataluña hubo el levantamiento contra el gobierno, por motivos económicos propios en aquella parte de España donde ese estaba desarrollando la industria textil, contra el tratado con Inglaterra de libre comercio lo que permitía la importación. Mientras Espartero pretendía que «vestir» a los españoles, los empresarios catalanes pretendían blindar el monopolio, siendo esto lo que realmente estaba en juego. Espartero sacó la vena de General y acudió s sofocar la revuelta a las armas. Un error que sumado a la conspiración que le rodeaba dio la puntilla a su regencia.

Si a esto le sumamos que María Cristina, después de haberle dejado a sus hijas, abandonándolas y huyendo fuera de España, se dedicó a mover los hilos para derrocar a Espartero, montando un gobierno provisional en la sombra. María Cristina fue a Roma donde tanteó si apoyaría un alzamiento carlista contra Espartero a la vez que compraba un título italiano para su marido Muñoz. Después fue a Francia donde puso el centro político de conspiraciones e intrigas para derrocar a Espartero, reuniéndose con Narváez, O’Donnell y Martínez de la Rosa.

La popularidad de Espartero había caído y todos los partidos, incluyendo el suyo, se pusieron en su contra. Baldomero se reunió con Narváez para pactar su salida hacia el exilio, pacto que tampoco se cumplió ya que Concha se encargó de perseguirlo por España disparando al carruaje que llevó a Espartero, pensando que estaba dentro. Narváez además extendió una orden secreta por la que se debía pasar a Espartero por las armas si volvía a España sin mediar más tiempo que el necesario para su reconocimiento.

Sobre la mayoría de edad de Isabel II y los gobiernos que se nombraron, solo me cabe decir que hubo varios gobiernos en un año, concretamente tres. A los progresistas les cegó el poder, la ambición y la tontería, ya que se dejaron nombrar por Narváez, quien controlaba las cortes. Narváez había planificado perfectamente dejar en ridículo al partido progresista mostrando  a sus gobiernos ineficaces ante el pueblo español. Cosa que se produjo por los gobiernos progresistas presididos por Salustiano Olózaga, González Bravo y Joaquín María López, que fueron cayendo hasta llegar al gobierno moderado buscado por Narváez.

Una parte de la historia que hay que conocer. Donde los políticos se dedicaron a politiquear en lugar a hacer que España fuera día a día más próspera. Y a pesar de todo ello España evoluciono. Claro que todo esto que ahora digo seguro que les suena también en nuestros días.

La época de Baldomero Espartero: Vivan las Caenas

Continuando con la época de Espartero os dejo el video de RTVE de Memoria de España titulado «Vivan Las Caenas». El pueblo enardecido clamaba por la vuelta del rey Fernando VII desde el destierro en Bayona. El que luego sería odiado y denominado «felón», en aquel momento hizo su entrada en Madrid con la población enardecida, quienes desengancharon los caballos del carruaje en el que venía el rey y, cual burros o mulas, empujaron el carruaje en la entrada triunfal en la capital.

 

 

La Regencia de Baldomero Espartero

LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840-1843)

La constitución del Ministerio-Regencia bajo la dirección de Espartero el 16-10-1840, significó un cambio de rumbo en la situación por la que atravesaba España. Una vez que quedó abolida la fatídica ley de ayuntamientos; la fama y el apoyo popular del nuevo mandatario contribuyeron al inmediato repliegue del proceso revolucionario y a que la situación política del país comenzara a discurrir por los cauces de la normalidad; a pesar de las exigencias de sectores radicales del progresismo, pronto desautorizados por Espartero, que pretendían cambios y reformas políticas al margen del texto constitucional.

En la cúspide de su gloria el primer problema político, al que tuvo que hacer frente el jefe del gabinete, fue poner en vigor una nueva regencia de acuerdo con lo que establecía la propia Constitución de 1837 (según la cual, en sus artículos 57 y 60, la regencia podía ser desempeñada por 1,3 ó 5 personas según decisión parlamentaria, a quién también correspondía su decisión), circunstancia que marcó el inicio de una lenta pero progresiva erosión política cuyo final fue su caída del poder. Como buen militar y en consonancia con unas lógicas apetencias de prestigio y poder pretendía ser elevado al cargo de Regente único en contra de una importante facción de su partido, que se inclinaba por la regencia de tres. La votación conjunta del Congreso (con mayoría progresista) y Senado (con mayoría moderada) el 20-5-1841 se decidió por la regencia unitaria y por la persona de Espartero (179 votos), gracias a la decisión de los moderados de apoyar su candidatura en detrimento de la de Agustín Argüelles (103 votos). La decisión de los senadores moderados estaba perfectamente orientada al despresdtigio del general, cuyo orgullo e incapacidad política conocían y esperaban su rápido deterioro político si gobernaba en solitario en lugar de asociado a otras personalidades del progresismo con mayor capacidad y pericia en la cosa política.

Los problemas de la Regencia de Espartero: A pesar de la fama y predicamento popular del nuevo Regente, pocos gobernantes han sufrido un proceso de desprestigio político tan rápido y radical como el que vivió este en sus poco más de dos años de mandato (el pueblo español que había proclamado a Espartero como su ídolo, pasó en poco tiempo “de la ideolatría al entusiasmo, del entusiasmo a la adhesión, de la adhesión al respeto, del respeto a la indiferencia, de la indiferencia al odio, y del odio a lanzarlo a tierras extrañas donde pudiera entregarse al olvido de sus funestos errores o al melancólico recuerdo de sus glorias pasadas”),

La designación de regente había fracturado el partido progresista en dos facciones (unitarios y trinitarios); unas diferencias que se fueron ahondando a medida que el Regente en simpleza militar (creía que la labor y las funciones de un jefe de estado no excluían su capacidad de mando y decisión), comenzó a implicarse en la constitución de ministerios sin tener en cuenta los deseos y opiniones de los principales dirigentes del partido y a nombrar para los principales puestos de la milicia a militares pertenecientes a su cículo de allegados (los “Ayacuchos”) saltándose escalafones y méritos militares; lo que levantó el consiguiente malestar entre muchos generales que pronto pasaron a la oposición y, en su mayoría, a integrarse en una organización secreta antiesparterista (“la Orden Militar Española”) dirigida por el “gran espadón” de los moderados: Ramón Mª Narváez y financiada por María Cristina desde el exilio parisino. Un acontecimiento relacionado con la actuación de elementos del ejército vino a provocar un estado de opinión generalizado contra Espartero. En octubre de 1841, fracasó un intento de golpe castrense contra el Regente en el que estaba implicados generales del prestigio O´Donell, Concha, Montes de Oca y Diego de León; la aventura terminó con la condena y ajusticiamiento de este último el 15-10-1841, a pesar de las unánimes voces que se levantaron en todo el país para que Espartero amnistiara al afamado héroe de Belascoaín, sin duda uno de los generales del ejército español más queridos y admirados por el pueblo (viva Isabel II gritaba mientras moría).

Así pues la actividad de la oposición no tardó en encontrar terreno abonado, ensanchándose paulatinamente sus bases a medida que transcurría el periodo y como consecuencia de los continuos desaciertos de la política gubernamental. Las ya de por sí tensas relaciones entre la Santa Sede el régimen liberal español desde que en 1835 abandonara España el Nuncio de su Santidad, alcanzaron su punto álgido con la política anticlerical del gobierno y, en concreto, el relanzamiento y ampliación del proceso desamortizador (se aceleran las medidas progresistas y así se completa la desamortización con la expropiación y venta de los inmuebles que la Iglesia tenía en la ciudades), la renovada obligación de juramento constitucional al clero y el proyecto de Ley de Jurisdicción eclesiástica del 13-12-81; lo que provocó una serie de episodios que llevaron a la práctica ruptura de las relaciones entre Madrid y Roma (una denuncia papal por el estado de cosas por el que estaba atravesando la Iglesia en España, fue considerada por el ministro de justicia como una “declaración de guerra contra la seguridad pública y la Constitución” procediendo de inmediato a la supresión de la Congregación para la Propagación de la Fe; lo que dio pie para que el Papa respondiera con una encíclica condenatoria 22-2-1842), y al creciente malestar entre los católicos españoles.

El progresivo debilitamiento del apoyo social a Espartero sufrió un brusco acelerón como consecuencia de la política económica desplegada por sus gabinetes. En este sentido hay que situar el origen del conflicto en la relativa liberalización de las importaciones de productos manufacturados que recogía la polémica ley de Aranceles de 1841, normativa que venía a sustituir la de 1825 y claramente contraria a los intereses de la burguesía industrial catalana que veía en la relativa liberización de los textiles británicos, la ruina de la industria nacional al abrirse el mercado español a tales productos.

El malestar de los catalanes se extendió por todo el país para adquirir perfiles de agitación social cuando se corrió la noticia de que el Regente iba a sancionar un tratado comercial con Inglaterra en el que, entre otras cuestiones, se contemplaba la cesión de algunos enclaves territoriales en la Guinea española. (algunos islotes deshabitados para establecer carbonerías).

En los últimos meses de 1842, la ciudad de Barcelona, cuya actividad económica se vio paralizada como consecuencia de la crisis general que entonces afectaba a toda Europa, fue escenario de un movimiento subversivo contra el gobierno del Estado a cuya política arancelaria se achacaban todos los males por los que atravesaba Barcelona.

La contundente respuesta de Espartero no se hizo esperar; el 3 de diciembre de 1842 él mismo personalmente dirigió la represión del alzamiento sometiendo a la ciudad a un bombardeo sistemático desde Monjuic (400 edificios destruidos o incendiados), y una vez controlada la situación, impuso una contribución especial a los barceloneses. La implacable actitud del Duque de la Victoria, dispuesto a sentar el principio de autoridad en buena lógica castrense a cualquier precio, arruinó su prestigio político al perder desde ese momento el apoyo incondicional que le había dispensado la influyente burguesía industrial catalana, cuyos elementos mas significativos pasaron a engrosar el partido Moderado.

Disueltas las Cortes en enero de 1843 y celebradas elecciones; la inestabilidad política que vivía España lejos de desaparecer fue creciendo ante la cada vez mayor incapacidad de Espartero para formar gobiernos estables por el rechazo de los dirigentes progresistas a brindarle su apoyo parlamentario (fracaso del ministro Rodil, dimisión de José María López y oposición frontal al gabinete Gómez Becerra). El enfrentamiento entre el poder ejecutivo y el congreso de los diputados hizo que progresistas y moderados cerraran filas contra el Regente, después del famoso “Dios salve al país, Dios salve a la Reina” con que concluyó un demoledor discurso el 20 de mayo de 1843. La inmediata clausura y disolución de las Cortes por parte del gobierno fue la señal para que se generalizara un movimiento revolucionario en las principales capitales del reino, en el que moderados y progresistas hacían causa común en el objetivo prioritario de expulsar al Regente del poder. El enfrentamiento entre fuerzas militares al mando del general Narváez y un ejército comandado por el general esparterista Seoane en Torrejón de Ardoz el 21-7-1843 decidió la suerte del alzamiento y el obligado exilio a Inglaterra del Duque de la Victoria.

Paisaje con figura: El General Espartero

Paisaje con Figura. Un programa impresionante sobre la vida de personajes españoles importantes. Antonio Gala nos cuenta la vida de D. Joaquín Baldomero Fernández Espartero y Álvarez de toro, ese granatuleño que sin ser político hizo política toda su vida, y recibió puñaladas de partidos contrarios y de sus propios compañeros. Ahora bien jamás pudieron quitarle el reconocimiento del pueblo agradecido siempre con él.

Ponencia sobre la Leyenda Negra 30 de octubre de 2022

Querida María del Prado, Prado, amiga y además familia, nuestro apellido Azañón nos une, y también Donoso, curiosamente intercambiados.
Querido alcalde Félix, Eva, y demás miembros de la corporación municipal.
Queridos contertulios.
Queridas amigos que hoy habéis venido a escuchar lo que os voy a decir.
Granatuleños.
Para mí es un verdadero honor compartir los hechos históricos que sucedieron entorno a la época histórica que vivió Espartero relacionados con la Leyenda Negra. Para un economista que, además, y de forma aficionada, le encanta la historia compartir con el plantel de personajes ilustres estas magníficas jornadas, es todo un reto.
Permitirme como ponente Granatuleño que antes os comente algo de mi pueblo.
Vamos a por ello, y si me permiten la licencia haré como las obras de teatro, varios entreactos y actos.
Antes de empezar

Granátula de Calatrava

Pequeño pueblo con nombre de extraña lengua, Granátula, y que dependiendo de las interpretaciones pudiera ser “los Graneros de la Tía Tula” –creencia popular de la reina íbera Tula-, o “pequeña Panera o Granero” aludiendo a la fertilidad de su suelo, o incluso del término “Granata” manifestando el color rojizo o mejor dicho granate de su tierra y que en el pueblo vecino da nombre al mismo: el Almagre.

Población que surge de las entrañas de la tierra cual colada volcánica quedando plasmada en cerros, maares, cráteres y fumarolas. Evocar como fueron aposentándose moradores en el cerro de los Castillejos, como rendían culto a sus dioses. Como llegaba más gente procedente de otras culturas: visigoda, germana, romana. Y así imaginar a la ciudad de Oreto anclada en la falda del Jabalón floreciendo al igual que sus vegas y asistir a los Concilios de Toledo juntamente con sus obispos. Adoptar la cultura sarracena y descansar en sus baños árabes. Renacer de las cenizas en Zuqueca cual ave Fénix.

Siempre la vida continúa y quizás de la extinción de Oreto y de Añavete, en torno a la laguna de Valdeleón, en el cráter de un volcán, si créanme todos estamos hoy en un maar volcánico, un cráter, en el que fueron aposentándose moradores formando la población. Y así aquellos monjes militares pudieron cabalgar por su valles y lomas con el escudo en el pecho de una cruz con las puntas en forma de flor de lis.

Deseo evocar en la memoria cómo se cumplió el sueño de sus habitantes y convertirse en Villa independiente. Honrar y compartir el deseo del hijo de un carretero de Granátula que declinó ceñirse la Corona de España y abrazar el lema de “cúmplase la voluntad nacional”.

Introducción. Enmarcando la Leyenda Negra

En el siglo XIX, corrió la Leyenda Negra, como un arma arrojadiza contra los españoles con la que se “flagelaban” los propios habitantes de este país. La idea de que España, de ser español, era algo más que un arma antiespañola, ya que buscaba una expresión de la inferioridad de sentirse hispano (a lo mejor les suena también ahora), cuando no era un artículo arrojadizo políticamente. Ha sido y es el gran tópico del identitario español, compartido por todas las corrientes ideológicas, desde las conservadoras a progresistas, desde las hispanófilas a las hispanofobicas.

A comienzos del siglo XX, Julián Juderías llamó “leyenda negra” al tópico “de la España inquisitorial, ignorante, fanática, (…) enemiga del progreso y de las innovaciones”. Y, aunque achacó su origen a la opinión extranjera, también insistió en que, “apenas iniciada la decadencia de nuestra patria”, en la misma España salieron “por doquiera, como ahora”, pesimistas dispuestos a irradiar la leyenda.

En mi conferencia hoy voy a hacer un recorrido por ese pensamiento de última mitad del siglo XVIII y del siglo XIX, uniendo los sucesos que en aquel momento pasaban en España, los intereses de los países europeos, el principal Inglaterra y también, por supuesto, Francia (que nos había colocado su dinastía real con los borbones), que chocaban con la hegemonía de nuestro país en América, el comercio y a la ambición del oro y plata que llegaba por barco. Y como granatuleño haré mención del más ilustre hijo que dio Granátula, Joaquín Baldomero, nuestro General Espartero, y la relación con Simón Bolívar, el libertador según le conocen en Hispanoamérica, al que también podemos apodarle con los adjetivos de dictador y dueño de esclavos (lo decía el mismo).

La independencia de los países hispanoamericanos tuvo su momento álgido con la invasión de España por Napoleón Bonaparte, fomentada por el comportamiento de los gobernantes, y sino como muestra un botón, el hijo de Carlos IV, Fernando VII, deseaba ser familia de Napoleón, dejando de ser parte de la familia y en particular de su madre María Luisa de Parma a quien atribuía todos los males suyos y de la patria.

Algunos personajes de la época

El rey Carlos IV, le quedaba grande el cargo, voluble y fácilmente manejable, falto de ambición y sin dote de mando. Le llamaban El cazador, lo único que le interesaba era la caza. En una conversación con su padre le dijo “Padre, hay una cosa que no entiendo… Si todos los reyes lo somos por la gracia de Dios, ¿cómo es posible que haya reyes malos? ¿No deberíamos ser todos buenos? Carlos III lo miró piadosamente y murmuró como para sí: “Pero ¡qué tonto eres, hijo mío!, ¡qué tonto!”

Su mujer, la reina doña María Luisa de Parma, que era todo lo contrario: la ambición que le faltaba a su marido la tenía ella en exceso, al igual que las ansias de mando. No era guapa, pero si voluptuosa, inteligente y manipuladora, y tiraba de los hilos de la marioneta de su marido y políticamente de D. Manuel Godoy, incluyendo la cama (se dice que tuvo los últimos cuatro hijos con él, y que el hijo pequeño, D. Francisco de Paula, era igualito que Manuel).

El tercero en discordia, D. Manuel Godoy. Más que en discordia en concordia, ya que manejaba al rey y se acostaba con la reina. Y con ese impulso hizo carrera en “cuatro días”, llegando a ser el Generalísimo, omnipotente de esta España. Por cierto, juntamente con Espartero llegó a obtener el título de Príncipe sin tener sangre real, en este caso de La Paz, por el vergonzoso acuerdo de la Paz de Basilea en la que España cedió parte de la Isla la Española a cambio de la retirada de Francia de los territorios conquistados de Cataluña, Navarra y País Vasco, y todo por estar en una contienda en la que nos iba ni nos venía, en una coalición contra Francia.

Hay que unir que España estaba en medio de dos flancos
• Los ingleses que no podían vernos y ambicionaban lo que había sido España y sobre todo los barcos de oro y plata, más plata que oro, que desde América llegaban a nuestro país, y sobre todo lo que deseaban los aristócratas ingleses era el comercio y ser los banqueros de Hispanoamérica;
• Y los franceses que se les había quedado pequeño su territorio y deseaban expandirse, emparentados por los Borbones.

El cuarto, el que luego sería rey, Fernando VII, con pocas luces, pero con ambición, y que hacía honor a ese refrán que dice, y perdonen, que “un tonto jode a un listo”. Manejable, en este caso por el representante de la Santa Madre Iglesia el cura D. Juan Escoiquiz. No podía ni ver a su padre, al que consideraba tonto, ni a su madre, por aquello de que sí que era lista y utilizaba todas sus armas, incluyendo la entrepierna, y por supuesto odiaba a Godoy porque era quien de verdad “cortaba el bacalao”.

En la carta fechada el 11 de octubre, dirigida por el príncipe al Emperador Napoleón, “solicitaba la mano de una francesa vinculada a la familia”. En la misma el príncipe Fernando se ponía “de rodillas”, ante “el héroe mayor que cuantos le han precedido, enviado por la Providencia para salvar a Europa del trastorno total que la amenazaba, para asegurar los tronos vacilantes” y afirmaba tener la voluntad de resistir su “casamiento con otra persona, sea la que fuere, sin el consentimiento y aprobación de V.M”.

Y para no dejar las cosas al azar, planeó envenenar a su madre, y sino apresar a los reyes, Carlos IV y María Luisa. La trama fue descubierta y cuando le interrogaron echó la culpa a su mujer, muerta un año y medio antes.

Sobre Bolívar hay que decir que nació en Caracas en 1783 de una familia de origen vasco muriendo su padre cuando tenía tres años y poco después su madre en 1792. Al cuidado de la familia en 1799, viajó a España. En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios y la rectoría moral e intelectual del Marqués de Ustáriz, recibió la educación propia de un gentilhombre que se destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de historia, literatura, matemáticas, francés, esgrima y baile. En Madrid conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, de quien se enamoró. En mayo de 1802 contrajo matrimonio con María Teresa. Los jóvenes esposos viajaron a Venezuela, pero poco duró la felicidad de Simón. María Teresa murió en enero de 1803. El joven viudo regresó a Europa a fines de ese mismo año, pasó por Cádiz y Madrid, y se estableció en París desde la primavera de 1804.

En la capital del naciente Imperio Francés vivió los placeres de una vida social, mundana y los estímulos de orden intelectual, frecuenta el teatro, tertulias y salones, bebe de las ideas de la ilustración y conoce a bellas mujeres. Viaja después a Italia. En Roma jura no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta que haya logrado libertar al mundo Hispanoamericano de la tutela española.

Resentido contra la corona española. Siendo una persona muy rica nunca pudieron obtener en su familia los añorados títulos nobiliarios, peleando en Madrid por ellos tras pagar por la financiación del convento de Monserrat, que no pudo obtener ya que para ello era necesario demostrar la pureza de Sangre. Su bisabuelo tuvo un lance amoroso con una negra. Los títulos fueron también perseguidos por el hermano de su madre, la familia Palacios. No le fueron concedidos porque en el árbol genealógico faltaba una persona, la bisabuela. En cuanto a la animadversión también la tuvo con Espartero, luego hablaremos.

Espartero hijo de un carretero de Granátula de Calatrava que llegó a rehusar la corona de España, de una manera muy sutil “por sus muchos años y su poca salud”, ya que según dijo textualmente “en Madrid andan cegados por el polvo y el humo de las ruinas de lo que han destruido y quemado, y quieren sacar la ascua con mi mano: pero yo soy viejo, y a perro viejo no hay tus tus”.

Espartero demostró desde niño sus dotes para el mando y la batalla, ya conocen ustedes que en taller de su padre hizo un cañón con un trozo de madera hueco, un muelle y una cigüeñuela, que disparaba piedras a toda velocidad, para combatir en las batallas de “La Pedrera”.

Joaquín Baldomero se alistó muy joven participando en la batalla de los Puentes de Ciudad Real el 27 de marzo de 1809 (confundiéndose con el de Ciudad Rodrigo, error que se fue copiando de unos autores a otros y así aparece en multitud de sus biografías), donde las tropas españolas fueron derrotadas en la defensa del Puente Nolaya, batiéndose en retirada hacia Almagro y posteriormente a Santa Cruz. Intentó alistarse como voluntario desde ese momento, ya que no tenía la edad exigida, no llega a los 17 años, cosa que en mi opinión llevó al error que hubo en la fecha de nacimiento en su historia militar.

La primera acción bélica formal en la que participó fue en la batalla de Ocaña, desastrosa para las armas españolas. Tras este fracaso, al reorganizarse nuestras tropas se alistó en el Batallón de Honor de la Universidad de Toledo, formado exclusivamente por estudiantes universitarios; pasando de aquí a la Academia Militar de la Isla de León (Cádiz), de donde salió con la graduación de Subteniente.

Terminada la guerra de la Independencia se alistó en la expedición que al mando del General Morillo se dirigía a apaciguar nuestros territorios de América, que deseaban la independencia de España, para lo cual ingresó en el Regimiento de Extremadura con el grado de Teniente (2 de diciembre de 1814), partiendo de Cádiz el 1 de febrero de 1815.

En América, a donde llegó a primeros de abril de 1815, fue donde empezó a destacar entre sus compañeros, pues fruto de sus estudios en la Academia de Ingenieros creó, entre otros, reductos, trincheras, levantamiento de planos topográficos, etc., de máxima utilidad para el desarrollo de las operaciones militares. A sus estudios universitarios deberá su cultura para desenvolverse con soltura entre compañeros, subordinados y superiores. Cualidades a las que hay que añadir su valentía y arrojo personal en los innumerables combates contra los insurrectos; lo que le hace ir ascendiendo profesionalmente y siempre por méritos de guerra, llegando a Brigadier y el 11 de octubre de 1823 y se le nombró Jefe del Estado Mayor del Ejército de Perú a los 30 años. En mayo de 1824 es tal el prestigio alcanzado por el brigadier Espartero que el virrey La Serna no dudó en encomendarle la misión de ir a España a exponer de palabra, al rey Fernando VII y su Gobierno, cuanto allí estaba sucediendo.

Espartero cuenta en la Biografía Novelada “Lo que siempre quise contar de mi vida” que: “Fui a palacio donde el Ministro de Estado, el Marqués de Casa Irujo, y el Rey me recibieron. El Marqués habló de mi valor, cosa que no era lo que venía a discutir. También le contó sobre mis ideales políticos, que como ya he dicho no eran precisamente coincidentes con el absolutismo. Por mi parte describí claramente la situación de desamparo y de peligro en la que estaban las provincias de Ultramar. Vi cómo debatían el Marqués y el Rey, como había puntos de complicidad, guiños de ojo, y movían la cabeza negativamente. Lo único que obtuve fue un mazo de puros. El monarca no volvió a recibirme y del Marqués tampoco obtuve instrucciones sobre los problemas de América, ni tampoco fondos ni material de guerra. Unas meras misivas que en mi opinión no llegaban ni a consejos.”

Si me permiten expresar una idea: ¡Cuán diferente hubiera sido si en el momento del levantamiento en Hispanoamérica el rey Fernando VII hubiera cruzado el Atlántico, hubiera visitado las ciudades importantes y hubiera sido flexible con el gobierno y constitución!

Cumplida esta misión en España, embarcó de nuevo el 9 de diciembre de 1824, en el puerto francés de Burdeos con rumbo a América, siendo ese día el de la batalla de Ayacucho por la que se perdió el virreinato del Perú para España, sin que Espartero participara en tal batalla como se le ha querido atribuir. Una parte de la leyenda negra que le persiguió ya que le llamaron despectivamente Ayacucho, con desprecio por haber perdido América.

En mayo de 1825 desembarcó en el puerto de Quilca desconociendo la derrota de las tropas españolas, siendo hecho prisionero de los seguidores de Bolívar y tratado con una inhumanidad de las que no hay ejemplo, pero esta parte de la historia la dejaremos para un poco más adelante.

La paz firmada con el Abrazo de Vergara le encumbraría, llegando a ser regente del reino, presidente del gobierno, y príncipe de Vergara, entre otros títulos de la más de veintena que acaparó.

Enmarcando la edad contemporánea con algunos hechos previos

En esos años entorno al siglo XIX, se produjo un vacío de poder al que hay que añadir la Leyenda Negra que tejieron franceses, holandeses, italianos y alemanes, pero principalmente holandeses e ingleses. Esa leyenda negra fue calando en lo más hondo del sentir hispanoamericano e increíblemente en los propios españoles peninsulares.

La revolución francesa vino con los derechos del hombre, unos derechos de los que se gozaba en los territorios españoles extra peninsulares hacia cientos de años.

Si no le dan creencia a esta afirmación piensen que en 1512 ya se promulgaron las Leyes de Burgos, una de las primeras leyes de la Monarquía Hispana para su aplicación en América, en las que se decía textualmente “que las mismas ayuden a que se cumpla la justicia de los naturales, indios o indígenas”. Historiadores americanos como Haring las describen como el primer “Código General para el Gobierno e Instrucción de los aborígenes americanos”.

En las leyes de Burgos se alcanzaron una serie de principios:
• Los indígenas tienen absoluta libertad con respecto a sus vidas.
• Los Reyes Católicos son el mayor exponente católico que tienen los indios por su compromiso evangelizador.
• Existía la posibilidad de obligar a los indios a trabajar con las premisas de que el trabajo fuese tolerable y que el salario fuese acorde a las horas trabajadas. El mismo tenía que ser justo, pero existía la posibilidad de pagar en especie y no en dinero.
• Se justificaba la guerra a los indios si los mismos se negaban a ser cristianizados y para el mismo fin se creó una institución llamada El Requerimiento. La conquista sólo se justificaba si los indios se negaban a ser evangelizados. Este punto es el que se puede lanzar contra los españoles, España era católica, apostólica y romana depositaria de la única fe.
• El Rey Fernando El Católico hizo encargo a los dos más destacados representantes de la junta de Burgos que incluyan dos tratados más, destacando el de la necesidad de informar a los indios de los derechos del rey de Castilla con un requerimiento antes de someterlos pacíficamente o hacerles la guerra.

Se estableció una regulación del régimen de trabajo, jornal, alimenticio, vivienda, higiene y de cuidado de los indios, también se les ordenó la enseñanza de la catequesis a los indios y se condenó la bigamia.

Sobre las leyes de Burgos, comparto la opinión de que algunos de sus artículos pueden ser consideradas precursoras de los Derechos Humanos. España aprobó el matrimonio interracial en 1514, mientras que Estados Unidos no lo hizo hasta 1967, cuatro siglos y medio más tarde. En la Provincia española de Florida se celebró el primer enlace entre un segoviano, Miguel Rodríguez, y una mujer sevillana de raza negra, Luisa de Ábrego.

España Creo 32 universidades para ricos, pobres, indígenas e hispanos, es más la pureza de los indígenas daba derecho preferente al ingreso. Fundó 25 hospitales grandes y más del doble medianos. Y fundó un rosario de ciudades. Surge una pregunta ¿sí los españoles se dedicaban a expoliar, para que crean todo esto, no era mejor traerse todo el oro y plata que invertirlo en el desarrollo allí? Y ahora que tanto se habla de los derechos laborales, Felipe II firmó las leyes de Indias que profundizaban en los derechos de los trabajadores indígenas, recogiendo por primera vez la jornada laboral de 8 horas.

La ambición de Gran Bretaña fue creciendo. No le bastó lo que había conseguido con el tratado de Utrech, 1714, que puso fin a la guerra de Sucesión Española, con concesiones comerciales con el imperio español de América, las posesiones de Gibraltar y Menorca, la licencia para comerciar con esclavos denominada “asiento de negros” y la posibilidad de comerciar con navíos de más de 500 toneladas con el “navío de permiso”. Inglaterra trazó un plan que desembocó en la Guerra del Asiento. Esta guerra enfrentó a las tropas del reino de Gran Bretaña y las Españolas de 1739 a 1748 principalmente en el Caribe, y terminó enlazando con la primera guerra de sucesión austriaca. La acción más significativa fue el sitio de Cartagena de Indias en 1741 donde las tropas inglesas con 27.000 hombres y 186 navíos fueron derrotadas por las españolas con 4.000 soldados y 6 navíos de línea.

Este éxito fue posible por la información facilitada por los servicios de inteligencia españoles, espías hablando en castellano llano, infiltrados en la Corte Inglesa y en el cuartel general del Almirante ingles al mando de la operación, Edward Vernon. El plan conocido por los españoles los llevó a preparar la contraofensiva, adelantándose, cayendo los ingleses en la red tejida, por Blas de Lezo magistralmente.

Sobre los espías, si me lo permiten, les dejo lo que Martín Azañón cuenta sobre uno poco conocido, Domingo Abadía, catalán que de corta edad fue a Cuevas de Almazora, en Almería. Allí la influencia árabe andalusí le llevó a querer conocer más del mundo musulmán. Su ilusión era conocer la cultura árabe desde dentro, y para poder hacerlo necesitaba financiación. Presentó a Godoy su plan científico de viaje a África. Godoy pensó que sería una buena oportunidad de expandir España al norte de África y Oriente Medio, por lo que le presentó a Badía una misión a realizar en la corte de Muley Suleimán, sultán de Marruecos. Se trataba de conseguir que el sultán solicitase la protección de España para defenderse de la sublevación de las tribus opositoras. España entraría en Marruecos y con el pretexto de ayudar contra la revolución invadirían Marruecos. Y quien iba a conseguir que se sublevasen las tribus, “Ali-Bey”. Quien iba a decir que esto que pretendía hacer con Marruecos en 1801, se lo haría a España posteriormente Napoleón, con la “Guerra de las Naranjas”, lo único que consiguió amén de dejar que las tropas napoleónicas entrasen en España y la conquistasen.

El caso es que la corte española puso el dinero para que Badía, con su personaje, un gran señor musulmán educado en Europa y nacido en Arabia, Ali Bey el-Abbassi, tío del profeta Mahoma. Y allá que se fue a la corte del sultán Suleimán que estaba en esos momentos en Tánger. Le llevó un presente y se hizo con la confianza del sultán a la vez que negociaba con los jefes de las tribus opositoras el levantamiento. Ali Bey construyó una tapadera magnífica. El sultán le llegó a considerar como un hermano, le regaló una finca y un par de mujeres del harén, una blanca y otra negra.

Badía descubrió que el sultán estaba preparando el asalto a España. Y como antes necesitaba controlar las tribus levantiscas del Atlas llegó a proponer a Ali Bey que se uniera a él para reconquistar Al-Ándalus. Bueno lo dejo aquí, porque cuando Badía volvió a la corte ni Carlos IV ni Fernando VII le hicieron caso, y la información que trajo se la vendió a los franceses, contando entre ella los planos de la Meca, siendo la única persona no árabe que había logrado entrar hasta la fecha.

La creación de la Leyenda Negra

Con todo lo dicho anteriormente, intereses, experiencias y derrotas inglesas, Inglaterra encontró un arma muy valiosa: “la leyenda negra”, reforzada en la segunda mitad del siglo XVI, se mantiene hasta el siglo XIX, suavizándose a partir del Romanticismo. La concepción sobre la religión y la iglesia mezclada con la hegemónica económica y militar española no es que molestasen a Inglaterra, es que ponía en peligro su propia concepción de Estado.

Los tres puntos principales eran:
• Inglaterra se oponía a la hegemonía político-militar española en el continente y por esa razón prestaba ayuda a los rebeldes holandeses en las Provincias Unidas y a todos los enemigos de España en Francia y Alemania.
• En segundo orden, Inglaterra se oponía a España en el plano religioso porque la monarquía inglesa, cabeza de la Iglesia Anglicana, se había erigido en defensora del protestantismo frente la católica romana defendida por España y el Papado.
• Finalmente, Inglaterra se resistía a la pretensión española de monopolizar el comercio marítimo con América y restringir la colonización del nuevo continente por otras potencias europeas.

Esta enconada rivalidad política, religiosa, marítima y colonial habría de servir como caldo de cultivo para la difusión de ese conjunto de imágenes negativas y adversas sobre España y los españoles. A tenor de esa leyenda, España se presentaba como una potencia expansionista y opresora, el temible brazo armado de la Contrarreforma católica y brazo ejecutor de Roma.

También propagaron una imagen de los españoles que aún sigue en buena parte. El carácter nacional de los españoles sintetizaba todos los vicios y defectos imaginables en el ser humano: violento, cruel, fanático, intolerante, vanidoso y fanfarrón. Tales atributos tomaban como referencia al conquistador de Indias cruel, al inquisidor fanático y torturador, y al hidalgo altanero.

A partir de la crisis del imperio español a la vez que se dejaban de utilizar en buena parte los anteriores calificativos se introdujeron otros como son para España el de “decadente” y para los españoles el de “perezosos”.

El movimiento independentista americano

El caso es que, en el inicio interesado de la Leyenda Negra, y con el caldo de cultivo de vacío de poder ante la invasión napoleónica, al que hay que añadir la lucha por las distintas Juntas Supremas que surgieron en España por mantener el control y poder territorial, y la guerra contra la invasión francesa, que no se sabía si era apoyada por los reyes en su destierro en Bayona, surgió el movimiento independentista americano.
Este no fue como se ha extendido una guerra contra España sino una guerra civil entre las dos formas de pensar que se había en hispano América, la de desarrollo y ser gobernadas por el reinado español y la que había extendido la aristocracia criolla sobre la libertad y opresión española, y el negocio que presumían que les daría poder y dinero con Inglaterra. Y eso es así porque piensen ustedes que de todos los que combatieron allí tanto de un bando (independentista) como de otro (realista) eran casi todos americanos ya que en los ejércitos no había más de un 10% de tropas españolas peninsulares.

Por otra parte, se ha extendido que este levantamiento se produjo por la abolición de la esclavitud. Todos los libertadores fueron criollos de clases altas recibiendo educación superior por parte del imperio español, y como Bolívar, incluso viviendo en Europa y en España. Algo sobre lo que no se escribe, es más se calla, es que Bolívar fue esclavista llegando a tener más de dos mil.

En medio de aquella situación surgió la figura al que llamaron libertador, un semidios al que las mujeres para visitar su quinta en Bogotá tienen que cubrirse las espaldas. Bolívar fue un dictador. En Perú se auto proclamó el primer dictador de Hispanoamérica. La opinión que tenía Simón sobre los peruanos no era especialmente buena. En una carta a Francisco de Paula en 1825 afirma que “los quiteños y los peruanos son la misma cosa: vicioso hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio moral que los guie”. Intentó imponer su proyecto de Constitución al Perú para proclamarse él mismo presidente vitalicio del Perú, y así gobernar hasta su muerte. Llegó a ser promulgada pero una rebelión cívica forzó su derogación siendo anulada. Un año después de esto Bolívar como presidente de Gran Colombia declara la guerra al Perú, iniciando la guerra colombo-peruana que duró más de un año y que termino con Gran Colombia al quitarle al Perú los territorios de Tumbes, Mayras y Jaén, y el Perú renunciando a recuperar Guayaquil.

Sobre la crueldad, en 1813 el decreto de lucha o muerte en el que se pasaba por las armas a todos los españoles que no luchasen en contra de su propio país, miles de españoles fueron asesinados incluso a los que estaban convalecientes en un hospital, los sacaban de la cama y los remataban en la calle. Detrás había también un motivo económico, ya que las propiedades de los españoles pasaban a financiar la guerra y las arcas del movimiento.

A todo esto, las colonias que iban independizándose pasaban a ser dependientes de a Inglaterra quien pasaba a controlar el comercio e intercambio, entregándoles buena parte de las tierras y de los recursos. Simón Bolívar en la Gaceta de Caracas en 1814 diría “nosotros por mucho tiempo no podemos ser más que un pueblo agricultor, capaz de suministrar las materias más preciosas a los pueblos de Europa”.

Crueldad que no sólo era contra los españoles nacidos en España, sino también contra los que oriundos de américa no comulgaban con su forma de pensar. Bolívar sitió a Santa Fe de Bogotá, cuyos dirigentes eran todos nativos de allí, y durante 48 horas dio libertad a sus tropas para que usasen y cogiesen todo lo que pudieran en la ciudad (incluyendo mujeres).

Antes he citado que en Hispanoamérica había una forma de pensar por los indios y la clase media y los no tan indios que se sentían complacidos con la administración española, ya que España llevó la cultura y el progreso a América. Y como muestra un botón: Era más próspera que muchos países europeos, había alcantarillado, salud y cultura. Esquivel Obregón en su libro “Influencia de España y los Estados Unidos sobre Méjico”, en 1918 escribió que “El jornalero de la época virreinal de 1792 podría comprar 23 medidas de 100 kilos de harina al año, en 1891 solo podría comprar 9,71 y en 1908, ya nada más que 5,35. Hemos desandado así el camino del progreso”.

Y esto es así porque después de la independencia se entregaban los territorios a las manos Inglesas. En una carta dirigida en 1815 por Simón a Maxwell Hypstop afirmó “qué inmensas esperanzas presenta esta parte del nuevo mundo a la industria británica… al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua para que forme de estos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales, que, rompiendo los diques de uno y otro mar, acerque las distancias más remotas y haga permanente el Imperio de la Inglaterra sobre el comercio.

En Perú la imagen que se tiene sobre Bolívar es diferente. Perú no demostró interés en estas guerras, es más no tuvo libertador “propio” debiendo llegar los ejércitos de Bolívar desde Colombia, Juanjo San Martín desde el Río de la Plata y Bernardo O’Higgins desde. El pueblo peruano prefería alistarse en el Ejército Real del Perú defendiendo la permanencia en España. El bando peruano estaba compuesto en su mayoría por soldados ajenos al Perú (neogranadinos, venezolanos, argentinos y mercenarios europeos). En el bando realista, si bien los oficiales eran casi todos españoles, los soldados eran mayoritariamente indios y mestizos oriundos del Perú.

Bolívar hizo pagar a Perú la falta de adhesión a su persona. Declaró la anexión de Guayaquil y otros dos territorios a Colombia. En 1825 Sucre organizó una asamblea y en acuerdo con aristócratas del Alto Perú declaró la independencia creando un nuevo país, Bolivia. Además, intentó ceder todos los puertos del sur dividiendo al país en cuatro, si bien no lo consiguió.

El absolutismo y la influencia de la Constitución de 1812, “La Pepa”

Para esta parte permítanme utilizar la tertulia que en el libro Martín Azañón de Bolívar, en un viaje que hizo a Europa pasando por Cádiz, con personajes ilustres como Argüelles, Calatrava y Pedro Quevedo, hablando sobre la Constitución que estaba en proceso de elaboración:

Bolívar: —España está en guerra contra los franceses ya que no desean ser ocupados. Sin embargo, están ocupando Las Américas desde hace más de trescientos años, ¿no les parecen incongruentes ambas cosas?

—Está comparando cosas totalmente diferentes. Los territorios de Indias son parte de lo que hoy es España. En las cortes constituyentes forman parte, como uno más, los representantes de cada territorio, considerando iguales a todas las personas hayan nacido aquí o en ultramar, —respondió Calatrava.

—Está hablando de una Constitución que no existe. Lo único cierto es que es el país del absolutismo, donde un monarca por el hecho de haber nacido y ser reconocido parte de la familia real (de sobra es conocido que muchos de los hijos reales son bastardos), es quien ejerce el poder sobre todos sus súbditos —afirmó Bolívar.

—Está usted diciendo cosas muy gruesas. Nuestro sistema es de representantes del pueblo elegidos por el mismo y son los que gobiernan, mientras que la monarquía ejerce la jefatura del Estado. No pretenderá decir que es mejor la tiranía de los que se elevan hasta un cargo siendo elegidos por unas promesas que nunca cumplen y que una vez en el poder hacen todo lo posible para mantenerse en el mismo torciendo leyes, o bien se autoproclaman dictadores —respondió D. Pedro Quevedo-.

—Mire usted señor Bolívar —intervino Argüelles, el más liberal de todos—, es cierto que nuestra constitución todavía es un proyecto. Pero será la más avanzada e igualitaria del mundo, ya quisieran los franceses algo parecido. La soberanía recae en la Nación, no en el rey, la monarquía será constitucional y los poderes se separan, se establece el sufragio masculino universal, la libertad de imprenta, la libertad de industria, la abolición de los señoríos, el derecho a la propiedad y la ciudadanía española de todos los nacidos en cualquier parte del territorio de la corona española.

—Me dicen que están representados todos los territorios y sectores en las cortes constituyentes, ¿de verdad lo creen? La mitad de los asientos están ocupados por eclesiásticos y buena parte de la otra mitad por representantes de la estructura actual: militares, regidores, síndicos, etc. Los representantes reales del pueblo llano son los menos.

—Cierto que hay una representación elevada del clero y estructuras—respondió Argüelles—. No se puede pasar de un sistema absolutista a uno liberal sin contar con lo existente. Llevaremos a todo el pueblo de un sistema a otro por voluntad y decisión propia.

—Hay bastantes curas tan liberales como pueden ser los demás. Y como ejemplo uno muy cercano, el de Algeciras, que predica: “¿Cuándo acabaremos de entender que la política de los Estados debe ser la justicia y la igualdad de acciones, en pesos y medidas y en nivelar a los hombres por sus méritos y no por eso que titulan cuna? Abrazaré, Señor, tiernamente y estrecharé en mi pecho entre los brazos a un negro, a un etíope si lo veo adornado de merecimientos y virtudes; miraré, por el contrario, con execración y oprobio y escarnio a un grande de la Nación, por otra parte, prostituido”, —replicó D. Pedro Quevedo.

—Creo que se están equivocando y no están teniendo en cuenta a todos los ciudadanos. En el ámbito territorial no se trata de España, de que seamos colonias, hay que respetar el lugar dónde se nace, soy venezolano. Hay un ejemplo cercano muy diferente como es el de los Estados Unidos. El sentimiento está en la calle y no podrán pararlo.

—Amigo Simón, pero qué nos cuenta. Todos somos ciudadanos, no hay colonias. Hay virreyes que gobiernan, la gran mayoría nacidos en el terreno. Pareciera como si usted estuviera incitando a la rebelión. ¿No estará hablando por boca de los indianos mestizos que ansían el poder?

—No se equivoque o se deje llevar por intereses propios. La interpretación que hace de la creación de los Estados Unidos, con la inclusión del federalismo, es una estrategia centralizadora con el objetivo de pasar de una Confederación inicial de trece Estados, con poco poder central a un centralismo. En nuestra constitución todos son ciudadanos españoles —dijo El Conde de Toreno.

La Pepa fue elaborada con representación de todos los españoles, peninsulares y de ultramar. La libertad de gobierno que ansiaban en América estaba contenida en ella, la igualdad, la de autogobierno que en parte ya estaba implantada con los virreinatos.

El levantamiento de Rafael de Riego en España, el trienio liberal, de 1820 a 1823 y la vuelta del absolutismo en 1824, todos estos cambios políticos supusieron que muchos de los aristócratas americanos, criollos normalmente deseasen el autogobierno para poder controlar el comercio y el movimiento de la riqueza. Fue un detonante más para la lucha por la independencia americana.

La posibilidad de aplicación de la Constitución de 1812 provocó el levantamiento en otros sitios. En Méjico el cura Miguel Hidalgo, se levantó contra el imperio español, pero en favor de Fernando VII. En Méjico se considera a Hidalgo como el padre de la patria, aunque sin embargo solo se independizó una pequeña parte permaneciendo el virreinato de Nueva España. El primer emperador del imperio mejicano fue Agustín de Iturbide, quien se levantó en contra de la constitución liberal de 1812 ya que él era conservador. Curiosamente la constitución, que hacía a todos ciudadanos españoles, estuvieran en la parte del mundo donde estuvieran, llevo a Iturbide a perseguir la independencia a la vez que hacía pretendía que Fernando VII o Carlos IV fueran los reyes de ese Méjico independiente. Aquí no hubo lucha ya que consiguió la independencia negociando y haciendo capitular el virrey de España. En su Plan de Iguala declaró ciudadanos a los indígenas tal y como había hecho antes la Pepa. Posteriormente Méjico sería fácil presa de las potencias mostrando el interés Francia, Inglaterra, etc. quien en fueron colonizando con los dirigentes americanos. Finalmente, el Méjico actual perdería la mitad de su territorio que actualmente posee Estados Unidos.

La independencia americana, la batalla de Ayacucho 1824

La lucha en Perú después de una sería de victorias para los Realistas y también para los independentistas. Hubo intentos de negociación y de paz con los comisionados españoles (Convención Preliminar de Paz) que le obligaba a mandar negociadores a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener efecto la misma. Se estipulaba que las hostilidades cesarían 60 días después de su ratificación y subsistiría durante un año y medio, mientras se negociaría un tratado definitivo de paz y amistad. Con este motivo se reunieron en la ciudad de Salta Juan Gregorio de Las Heras con el brigadier Baldomero Espartero, sin alcanzar acuerdo alguno. Entre otras medidas tomadas por el virrey para contener su inminente rebelión, el 10 de enero de 1824 se le ordenó a Olañeta.

Ahí tienen a ustedes a Joaquín Baldomero como representante de España negociando la paz. Espartero no confiaba de las propuestas que se hicieron y no llegó a ningún acuerdo. La Serna le envió a España a informar al rey Fernando VII de la evolución de la guerra y a solicitar refuerzos de tropas y armada española, que habían quedado en nada durante el trienio liberal. Mientras Espartero estaba en España y justo el mismo día que se embargó en Burdeos para su vuelta a América sucedió la batalla de Ayacucho.

Al llegar Baldomero a Quilca, desconociendo la derrota española, fue encarcelado. Éste al enterarse de que era portador de una interesante correspondencia oficial y de varias gracias concedidas por el Rey al ejército expedicionario dio orden de que me trasladasen a Arequipa. También, seguramente, recordó que había conocido en España a Espartero y que este le había hecho una jugarreta con una dama (en una fiesta había conocido a una mujer de la que también quedó prendado Espartero. Bolívar quedó a la mañana siguiente de acompañar a esta mujer a misa. Baldomero trazó un plan y con la complicidad de sus amigos envió a Bolívar al extremo opuesto de la ciudad y a su vuelta le retuvieron hasta que confirmar la identidad del venezolano, mientras Joaquín se hacía el encontradizo con la mujer y la acompañó tras el plantón).

Tres meses estuvo en la prisión de Arequipa, aislado y esperando la ejecución porque se había dictado sentencia de muerte. De allí pasó a otra cárcel aún peor, la de la isla de Capa Chica, en medio de una laguna de la cordillera de los Andes. Mientras tanto fusilaron al brigadier español Echevarría sin juicio. Espartero pensó: “¡Mi amigo y compañero de fatigas pasado por las armas! ¡Qué sarta de mal nacidos! Nada podía hacerme pensar que mi destino hubiera de ser otro.”

Resultaron infructuosos los esfuerzos de libertarle de sus amigos, y en particular el abogado español Sr. D. Antonio González Olañeta, quien también estaba a la sazón en Perú, de Facundo Infante, Antonio Seoane y Salustiano Olózaga; consiguiendo su traslado al hospital militar dónde la prisión resultó más llevadera.
Y si una mujer pudo ser el motivo del encarcelamiento tan duro, otra mujer pudo ser quien consiguió su libertad. En Arequipa vivía una muchacha muy bella cuyo nombre era Paula de Prado, de 20 años. Espartero la conoció y la cortejó. Paula también conoció a Simón Bolívar. Paula amenizó el baile que se celebró en la casa señorial que le había cedido para residencia temporal don Francisco de Rivero a Bolívar durante su presencia en Arequipa. El Romanticismo nos dice que después del vals, Bolívar llevo a la muchacha hacia una de las puertas y caminaron hacia un pequeño jardín. El Libertador hizo una oferta que era también una ofrenda: Pídame lo que quiera, —dijo. La muchacha recordó al amigo preso y solicitó la libertad del “coronel Espartero”.

Fuera como fuere en la mitad de noche recibió un billete con letra femenina “Mañana mismo tendrá el pasaporte para Quilca, donde deberá hacerse a la vela para España”.

Sobre Ayacucho ahora contaré que todo apunta, como Salvador de Madariaga escribió en su libro sobre Bolívar, que fue una batalla de paripé. Yo también lo creo. Algunas horas antes de la batalla, el general realista Juan Antonio Monet se presentó en el campamento de los patriotas, y mantuvo conversaciones con el general independentista José María Córdoba. Monet propuso deponer las armas y evitar un baño de sangre, pero Córdoba respondió que eso sólo ocurriría si los realistas aceptaban formalmente la independencia del Perú. Luego, tuvieron una conversación en privado. Durante aquel encuentro, los oficiales de ambos bandos confraternizaron. Antonio Tur, brigadier del ejército realista, abrazó a su hermano Vicente Tur, teniente coronel del ejército peruano.

Llegado el momento de la batalla, los soldados realistas vistieron uniforme de gala ­algo muy inusual-. A partir de entonces, sucedieron algunas cosas extrañas: la batalla fue muy corta, teniendo en cuenta que el ejército español tenía superioridad numérica y táctica, intriga saber que fueron derrotados en apenas dos horas.
En medio de la batalla, una crónica escrita por el capitán Manuel Antonio López —un testigo de los acontecimientos— indica que el general realista Gerónimo Valdés exclamó: “Mediavilla, dígale usted al Virrey que esta comedia se la llevó el demonio”. ¿A cuál comedia se refiere? ¿Es posible que hubieran pactado en la entrevista privada entre Monet y Córdoba?, los soldados no sabrían de la existencia de tal pacto, sus oficiales harían un simulacro de guerra con algunas bajas, ¿y al final vendría la rendición? El hecho de que el general independentista Sucre concediera términos muy generosos en la capitulación de los realistas añade elementos a la sospecha.

La moral de los oficiales españoles estaba por los suelos. La mayoría de estos oficiales habían demostrado claras simpatías liberales -muchos de ellos luego formaron parte de la camarilla de los “ayacuchos” en el partido liberal durante el convulso reinado de Isabel II-, y seguramente no tenían gran entusiasmo en luchar en nombre de un rey -Fernando VII- que un año antes había regresado como monarca absolutista, y que ahora perseguía fieramente a los liberales. Sobre estos oficiales pendía la amenaza de que la persecución también los salpicaría, y serían removidos de sus cargos, aun si resultaren victoriosos en el combate. El simulacro de batalla habría sido un intento de salvaguardar su honor, sin necesidad de inmolarse —o enfrentarse a sus propios amigos y familiares en el bando contrario— por una causa en la cual ya habían dejado de creer.
Lo cierto es que la batalla tuvo poco de gloriosa -excepto por los sospechosos uniformes de gala­, que tuvo lugar sin recibir la respuesta del Rey a la misiva de la Serna, la respuesta que traía Espartero, que Joaquín Baldomero no hubiera negociado tal cosa como ya demostró antes en las conversaciones en Salta, y que la composición étnica de los ejércitos no era la de españoles contra americanos, sino más cercana a guerras civiles, incluso con familias divididas entre ambos bandos.

Comentarios de la Independencia Americana

Permítanme que no les dé mi opinión, aunque seguramente ya la han deducido, sino que formen ustedes la propia con lo que dijeron alguno de los protagonistas:
• La América es ingobernable. Los que han servido a la revolución han arado en el mar. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a las de tiranuelos, casi imperceptibles, de todos los colores y razas, devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad. Los europeos, tal vez, no se dignarán a conquistarlos. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último período de la América. Simón Bolívar, carta al general Juan José Flores en 1830.
• A la verdad cuando uno considera que tanta sangre y sacrificios no han sido empleados sino para perpetuar el desorden y la anarquía se llena el alma del más cruel desconsuelo. Juan José San Martín, carta a Bernardo de O’Higgins en 1841.
• Nuestros acompañantes, muy atentos con nosotros, trataba a los indios como esclavos, no como hombres. Les mandaban traer provisiones y entregarnos sus caballos sin dignarse a decirles lo que se les pagaría y ni siquiera si se les pagaría. Habiéndonos quedado solos una mañana con uno de estos pobres hombres, no tardamos en hacer amistad, dándoles cigarrillos y mate. Después nos expusieron sus numerosos motivos de queja acabando por decirnos: “Nos tratan así porque somos u nos pobres indicios ignorantes; no sucedía esto cuanto teníamos un rey.” Charles Darwin, “viaje de un mundo naturalista alrededor del mundo, 1839 (Chile).
• Si. Estoy arrepentido en buena parte por haberme levantado contra España y, es por eso, que cuando se celebraron los funerales en Manila del Rey Alfonso de España, yo me presenté en la catedral para sorpresa de los españoles. Y me preguntaron por qué había venido a los funerales del Rey de España en contra del cual me alcé en rebelión…
Y, les dije, que sigue siendo mi Rey porque bajo España siempre fuimos súbditos, o ciudadanos, españoles pero que ahora, bajo los Estados Unidos, somos tan solo un Mercado de consumidores de sus exportaciones, cuando no parias, poque nunca nos han hecho ciudadanos de ningún estado de Estados Unidos… Y los españoles me abrieron paso y me trataron como su hermano en aquel día tan significativo. Emilio Aguinaldo Presidente de Filipinas. Entrevista en ABC en 1958.
• Por cierto, si visitan Madrid en una de las fachadas del Palacio Real de Madrid se encuentran, acompañados por otros reyes españoles, las estatuas de Moctezuma y Atahualpa, los últimos emperadores de los mexicas y de los incas. ¿Por qué? Son los Reyes de los distintos Reinos de la península ibérica y de los territorios de otros continentes que se incorporaron a la Monarquía española.

Cambio de rumbo inglés, “cambio de chaqueta”, nacimiento del Mito Romántico

A principios del siglo XIX surgió una imagen diferente sobre España y los españoles. Se trataba de una percepción derivada del Mito Romántico sobre el país y sus habitantes que haría olvidar interesadamente a la opinión pública británica y a sus gobernantes los estereotipos adversos. Si la Leyenda Negra había nacido de la rivalidad anglo-española en el siglo XVI, el mito de la España romántica iba a surgir en un contexto del espontáneo levantamiento popular contra los ejércitos franceses de Napoleón en 1808. El comienzo de la Guerra de Independencia en España provocó un entusiasmo sin precedentes en Gran Bretaña y generó una nueva sensibilidad oficial y popular hacia España y los españoles. El interés británico estaba en que otro país combatía a Francia ya que los ingleses estuvieron en una guerra interminable con Francia iniciada en 1793 y acabada en 1815. Por eso mismo, Gran Bretaña, enfrentada en solitario al empuje militar napoleónico, recibió con enorme alivio la insurrección española, y se aprestó a concluir la alianza política y militar hispano-británica contra su enemigo común francés.

Como resultado se contrapuso la imagen de la Leyenda a una imagen mítica de nuevo pero contrapuesta: la España Romántica, pasando esta nueva imagen a positiva y ponderativa. Los vicios y defectos de los españoles se volvieron virtudes y perfecciones: la crueldad hispana se convirtió en valentía indómita, el fanatismo en pasión, y la soberbia altanera se hizo orgullo patriótico. Los tipos humanos que encarnaban esta imagen serían ahora los guerrilleros anónimos, los defensores de Zaragoza, los cientos de Quijotes amantes de su libertad e individualidad.

Para ello los poetas románticos británicos como lord Byron, Sir Walter Scott, etc., loarían. Y también los viajeros británicos que durante el siglo XIX se acercaron al país para descubrir su exotismo y hablar de él. De aquí surge la imagen del torero, el bandolero, la gitana, la defensa a ultranza del honor. Todo esto una vez que España había perdido el control y comercio con Hispanoamérica quedando en mano de ingleses principalmente.

Acto final

Hasta aquí lo que les quería contar hoy, sobre la leyenda negra y sobre la época en la que vivió Espartero. Un placer haber podido hoy compartir estas líneas, estos hechos históricos, que espero que les sirvan a ustedes para poder formar su propia opinión sobre la Leyenda Negra y sin pretender que lleguen a pensar que los españoles fuimos ángeles salvadores, sí que España hizo muchas cosas, algunas no tan buenas, pero la mayoría estupendas.

No hay mayor libertad que la educación, que por cierto se “mamá” en casa, la cultura y el conocimiento de la historia. No hay mayor cárcel que la ignorancia que normalmente conduce a la mentira. No hay mayor condena que observar impasible como te dicen lo que eres cubriéndote con un negro manto, ni siquiera cuando te alaban. Nada como conocer el pasado, estar orgulloso del origen y mirar al futuro de frente. Orgulloso de la civilización española que personalmente considero que es de las más importantes después de la griega y la Romana.

Si soy capaz de sacar algunos huecos de mi tiempo, espero que puedan leer más sobre esta época en el libro que estoy escribiendo de “Martín Azañón, en un reino sin rey”.

Gracias de nuevo al Ayuntamiento, a Prado y a todos ustedes por escucharme en estas horas de las cañas y de la comida.

La época de Baldomero Espartero: La epopeya carlista

Para enmarcar la época en la que vivió Espartero voy a dejar una serie de videos de la historia de aquella época, empezando por la época revolucionaria que vendría de la mano de Francia y Bonaparte, hasta la restauración de los borbones.

Interesante vídeo de la UNED de la historia desde la muerte de Fernando VII,  las guerras carlistas y el reinado de Isabel II. Vaya por delante que no estoy de acuerdo en todo lo que se dice, se presenta a los carlistas muy «románticos» cosa que no tuvieron, y a Maroto como traidor, cosa que no fue, al revés le traicionaron a él.

De cómo resumiría su vida D. Joaquín Baldomero Fernández-Espartero y Álvarez de Toro

Muchos de vosotros habéis leído mi libro sobre El General Espartero. Os dejo lo que fue la primera idea que me llevó a escribirla: Cómo describiría Joaquín Baldomero, su vida en un rápido resumen.

Me bautizaron Joaquín y apellidaron Baldomero-Espartero Álvarez de Toro. Mi madre se puso de parto un 27 de febrero de 1793 en Granátula de Calatrava, Cuidad Real y fue allí precisamente donde el destino me brindó una feliz infancia entre mis nueve hermanos.

Desde el principio, mi padre un simple carpintero de carretas, procuró que mis pasos se dirigiesen hacia los de un futuro hombre de iglesia. Tres de mis hermanos y una hermana ya lo eran pero yo no sentí esa vocación y por respeto no sabía muy bien como hacérselo saber son herirle. ¡Quien diría por aquel entonces que la invasión francesa me serviría de excusa para distraer sus proyectos!

Estudiaba artes y filosofía en la Universidad de nuestra Señora del Rosario de Almagro cuando nos invadieron los gabachos y me alisté en el regimiento de infantería de Ciudad Rodrigo junto a otros jóvenes para luchar contra ellos. Participé en la batalla de Ocaña, el asedio a Toledo y terminé en Cádiz como coronel de artillería. Si algo de bueno tenía la guerra era que nos permitía ascender vertiginosamente en el escalafón. Estuve destinado en Chiclana, Tortosa, Cherta y Amposta.

A partir de mi primer disparo, se podría decir que casi pasé un cuarto de siglo adherido a mi arma. Una vez expulsados los franceses y a punto de cumplir los 22 años acudí a la guerra de las colonias en el Perú a bordo de ‘La Carlota’ como oficial. En América pasé nueve años de mi vida y solo cuando regresé decidí encauzar mi vida hacia otros derroteros matrimoniando con Jacinta Martínez de Sicilia. Ella era una joven heredera que vivía en Logroño y me trasladé allí a vivir pues su dote al fin me brindaría la posibilidad de invertir en cosas a las que mi salario de militar nunca llegaría.

Participé en la primera guerra Carlista como general de las tropas Isabelinas y en contra del tío de la reina Isabel, el hermano del difunto Fernando VII pues el infante Don Carlos María Isidro que se quería hacer con la corona alegando su mejor derecho al trono como varón que era.  Mis triunfos en esta contienda contra los Carlistas, sobre todo a mi paso por Bilbao, Durango, Guernica y Villafranca me fueron recompensados con varias mercedes; entre ellas dos cruces laureadas de San Fernando, la gran cruz de Carlos III y la más grande de las condecoraciones, el Toisón de Oro.

Ser nombrado diputado en Cortes por Logroño en mis primeros pasos como político no fue nada con lo que me esperaba ya que pasado un tiempo sería agraciado con los títulos de Príncipe de Vergara y dos veces más grande de España con los ducados de la Victoria y Morella. El condado de Luchana y el vizcondado de Banderas quedarían en la retaguardia de mis múltiples nombres para que a mi muerte pudiese también honrar a los más pequeños de aquella prole que esperaba tener aunque ya por aquel entonces se hacía esperar demasiado.

Se que algún desgraciado envidioso osó comparar mis ascensos y lealtad para con la reina con los del defenestrado Godoy pero a mi aquello me resbalaba ya que aquel hundió a España en la miseria mientras que este servidor únicamente trabajaba para enaltecerla.

Las ideas liberalistas que calaron en mí desde la primera vez que las escuché cuando estuve en Cádiz mientras elaboraban la primera Constitución Española apodada por todos como ‘La Pepa’ se hacían cada vez más palpables en mi criterio político. Por ellas precisamente me exigía a mí mismo tanto o más de lo que cualquiera hubiese esperado de mí y sé que mis subordinados sufrían mis demandas con cierta reticencia, pero estaba claro que nada se lograría sin tesón, esfuerzo y suma eficacia. Las ocho veces que me hirieron en el campo de batalla apenas me pesaron sabiendo que serviría como ejemplo a la disciplina militar de mis oficiales.

Cuando fui nombrado presidente del Consejo de Ministros en 1840 tuve que dimitir por no encontrar el apoyo suficiente a mis propósitos pero vengado quedó mi desaliento cuando la mismísima reina regente, María Cristina; después del motín de la Granja de San Ildefonso y el alzamiento de otras grandes ciudades en su contra se exilió a Francia dejando en mis manos la regencia de la corona de España y de la mismísima reina niña en su minoría de edad.

Los 169 votos de las Cortes a favor de mi regencia contra los 103 que mi opositor  Agustín Argüelles por fin me dieron la victoria absoluta en 1841. Mi dura política fiscal y mi autoritaria de gobernar no gustó y los alzamientos se sucedieron hasta que nos vimos obligados a bombardear Barcelona causando más víctimas de las deseadas. Muchos de mis asesores me advirtieron entonces de las consecuencias que aquello me podría acarrear pero muy a mi pesar no encontré otra solución para salvar a España de la debacle en la que estaba sumida.

Fue tal la presión a la que estuve sometido que al final por no causar más derramamiento de sangre, me vi obligado a disolver las cortes en 1843 y voluntariamente exiliarme en Inglaterra. Cuando cuatro años después la reina Isabel me nombró senador y embajador plenipotenciario de la Gran Bretaña, supe que el tiempo de reconciliación no estaba lejano y que muy pronto regresaría con el reconocimiento debido. A la espera de ello, los ingleses me agasajaron de mil y una maneras a pesar de que mi voluntad no era otra que vivir en el exilio austeramente.

Cuando al fin regresé decidí pasar lo mas inadvertido posible en mi casa de Logroño. Solo asistí al bienio progresista como ministro junto a mi antiguo y querido amigo el general O, Donnell.

Pasados aquellos convulsos años y cuando en 1868 la reina Isabel II fue destronada, Prim y Pascual llegaron a ofrecerme la corona de España pero la rechacé. Cumplidos los ochenta, ya no me sentía con fuerzas para luchar por mi patria como antaño y al plantearme estos la duda de a quien nombrar Rey de entre varios candidatos, esta fue mi respuesta:
«Díganles de mi parte que la abandonen por completo y que alarguen el paso en el camino de la constitución monárquica del país. Que desistan de traer al solio español a ningún príncipe extranjero porque eso sería prolongar la peligrosa interinidad en que vivimos…»

El elegido finalmente fue Amadeo de Saboya que apenas fue coronado vino a visitarme en Logroño. Le recibí con prevención pero al conocerle bien después de los dos días que estuvo alojado en mi propia casa pensé que podría ser un buen Rey de España. S. M. agradecido por los mil y un consejos que le di en cuanto regresó a Madrid me otorgó el tratamiento de Alteza Real y Príncipe de la Vergara.

No sería el último gobernante de una ideología u otra que llegué a conocer ya que expulsado el anterior y durante la primera república vino a visitarme Estanislao Figueras y a posteriori restaurada la monarquía de nuevo le seguiría el Rey Alfonso XII. A este último por mi avanzada vejez, no pude ir a recibirlo a la estación como me hubiese gustado.  Viví mis últimos años tranquilo y acompañado por mis amigos y vecinos hasta que murió Jacinta mi mujer. La soledad me invadió al no haber querido Dios concedernos la concepción de un solo hijo y sería mi sobrina Eladia la que me atendería los últimos meses de mi vida por lo que en agradecimiento le dejé mi fortuna.

La Vicalvarada, una revolución en la que incluyeron a Baldomero Espartero «sin comerlo ni beberlo»

El partido moderado llevaba gobernando diez años y se encontraba con un desgaste, propio del período de mandato y también por el liderazgo hasta entonces de Narváez. Dentro del partido moderado empezaron a «apuñalarse entre ellos».

Los progresistas vieron en las luchas entre los partidos moderados una forma de volver al poder. El partido demócrata, partido que se había escindido del progresista, hizo reivindicaciones revolucionarias tales como fueron el destronamiento de Isabel II, proclamación de la república y la unión de la península ibérica, España con Portugal. Me permito decir que la primera demanda jamás hubiera sido firmada por Espartero, por muy progresista que fuera su partido.

A todo esto había un profundo descontento en el ejército, quizás mejor dicho entre buena parte de los generales, también estaban en contra. Había un sordo descontento, entre otras cosas, por los nombramientos que hubo y el recorte del presupuesto realizado por Bravo Murillo.

En este caldo de cultivo, el 13 de enero de 1854 se presentó a la Reina una exposición, titulada «El Partido Liberal de España a la Reina constitucional». Este manifiesto estaba firmado por profesionales, propietarios y diputados. En el se presentaban quejas contra la política realizada de cierre y apertura arbitraría de las cortes, la inestabilidad de los gobiernos, el cierre de los periódicos y ataque a la libertad de prensa, la ineficacia de las cortes que no realizada su labor legislativa,  la retirada del proyecto del ferrocarril del senado y la corrupción generalizada. Exigían que los gobiernos respetaran la Constitución y los derechos de los españoles.

Hubo una revuelta fallida, que solo funcionó parcialmente en Zaragoza, que sirvió al gobierno de Sartorius para decretar el estado de sitio. En Barcelona hubo una revuelta obrera en la que se pedía la subida de salarios y la eliminación de las máquinas hiladoras que sustituía el trabajo manual, que fue sofocada con mano dura con la detención de 15 representantes de los trabajadores  que asaltaron una fábrica, siendo fusilados. Esto llevó a una huelga general que en un primer momento fue sofocada por el ejército, con cinco muertos y un centenar de heridos. La llama reivindicativa se enardeció aún más lo que llevó al gobierno a un cambio de la política, liberando a los detenidos y negociando con los obreros, comprometiéndose el Capital General de Cataluña a legalizar las asociaciones obreras.

Este fue el germen que llevó a la revolución en los meses de junio y julio de 1854. Hay quien ha querido ver en esta revuelta la mano progresista y a Espartero, nada más alejado de la realidad. Le revuelta realizada fue pergeñada por propios miembros del partido moderado contra su propio gobierno, siendo cierto que al final la revuelta consiguió aunar a partidos de un lado y otro del espectro político. O’Donnell y Serrano fueron los que iniciaron la Vicalvarada.

Los liberales moderados habían sufrido el desgaste del poder. En aquellos años el líder político era Narváez, persona de ideas fijas e intransigente (ya conocen aquello que dijo en el lecho de muerte a su confesor cuando este le dijo que tenía que perdonar a sus enemigos y este contestó que no tenía que  perdonar a nadie «puesto que los he matado a todos»). Fueron los propios miembros de su partido los que obligaron a Narváez a que se retirara. Las luchas intestinas dentro del partido moderado llevó a una sucesión de gobiernos débiles que caían cada vez con menos tiempo de vida.

Y así es como en 1854, con O’Donnell a la cabeza, proyectan y llevan a cabo una revolución. En Vicálvaro, antes pueblo de Madrid y hoy parte de la capital, se produjo el primer levantamiento, o dicho de otra forma un golpe de Estado, encabezado por el General O’Donnell (no les extrañe el apellido, ers tinerfeño de orígenes irlandeses). Leopoldo, así se llanaba, se creía en el derecho de derrocar gobiernos y expulsar del poder a los que, según su opinión, «abusaban del mismo». Otro gallo le hubiera cantado con Espartero al mando del gobierno, seguramente le hubieran hecho una sucesión de agujeros en su uniforme militar a la orden de disparen dada a un pelotón, tal y como hizo Baldomero con Diego de León después del levantamiento que pretendió apresar a la reina niña, a su hermana y al propio Baldomero. Quizás este fuera uno de los motivos por los que, diferencias de ideas a parte, ni Espartero ni O’Donnell se tragaban personalmente.

En un primer momento la revolución no prendió y O’Donnell se vio forzado a retirarse yendo hacia Andalucía. En este camino. en Manzanares (pueblo a 30 km de Granátula). se encontró con el General Serrano, de quien recibió el apoyo, y a otros miembros del partido Moderado. Se elaboró un manifiesto por en entonces joven Cánovas del Castillo, que fue la base reivindicativa de la Vicalvarada: La eliminación de la camarilla (que rodeaba tanto a los gobernantes como a la Reina Madre María Cristina y su marido Muñoz), el respeto a la Constitución, una nueva Ley Electoral, una Ley de Imprenta y de expresión, rebaja de impuestos, ascensos militares por méritos y antigüedad, autonomía nacional, la vuelta de la milicia nacional y la creación de juntas provinciales. Un texto que a simple vista podría haber sido elaborado por el partido Progresista, y que sin embargo salió del Moderado, ya que el objetivo era movilizar a los Liberales Progresistas sin cuyo apoyo no saldría la revolución.

El Manifiesto surte efecto y se produce el levantamiento de la gente. Las calles de las principales ciudades, Barcelona, Valencia, Madríd, Valladolid y Málaga son tomadas por los amotinados haciéndose con los poderes locales. La revolución se extendería en el mes de julio por todo el país, con cierta violencia y asaltos a los palacetes. Se le fue la mano a O’Donnell y Serrano convirtiéndose la revolución en una auténtica sublevación popular. El 16 de julio dimitió el gobierno de Sartorius, siendo reemplazado por el Ministro de Guerra Fernando Fernández de Córdova. El día 17 hubo un motín en Madrid asaltando las casas de Sartorius, Salamanca, María Cristina, y de Muñoz- El pueblo estaba harto de que se robase a manos llenas (si quieres leer más sobre la motivación de la Vicalvarada puedes leer mi artículo https://donoso.es/?p=1889) y consideraba a estas personas las causantes. El día 18 se incrementaron los manifestantes. Los demócratas entregarían armas a la gente tomando la Plaza Mayor y alrededores, organizando Juntas de Barrio.

Fernández de Córdova intervino y sacó el ejército a la calle, autorizando disparar contra los manifestantes. El 19 de julio fue sustituido Fernández de Cordova como Presidente por el Duque de Rivas volviendo Fernández a su puesto de Ministro de la Guerra. El 20 de  julio se creó la Junta de Salvación de Madrid, presidida por Evaristo San Miguel, intentando ser la voz única de todas las juntas de barrio que se habían creado. Se reunieron con Isabel II para tratar de apaciguar los ánimos nombrando a Evaristo San Miguel Capitán General de Castilla, Ministro de Guerra y de Estado provisional. El 26 de julio Evaristo e Isabel II acordaron nombrar a Espartero jefe de gobierno y a O’Donnell ministro de guerra. El partido moderado y la parte moderada del partido progresista aceptaron dicho acuerdo, pero la facción más de izquierda y el partido demócrata querían un gobierno de coalición.

A todo esto Espartero estaba retirado en Logroño después de volver del exilio. Fuera de la política veía las cosas que sucedían. La Reina Isabel II le hizo saber que le necesitaba a su lado para calmar la revolución, diciéndole “Nunca he olvidado los servicios que has prestado a mi persona y a mi país… Las circunstancias son difíciles… Necesito que vengas y que vengas pronto. Te espero con impaciencia”.

Espartero refunfuñando consigo mismo aceptó, y es que regañaba porque preguntado qué tal estaba en Madrid contestó:

— ¿Qué tal señor Duque?

— Aquí me tienen Vds., casi en prisión —contestó.

— ¿Pues no está V.E. bien?

— No, señores, no debería estar aquí; estoy perdiendo lo que ganaba en Logroño; no debía estar, no debía estar… pero otros ganarán lo que yo pierda. No pude hacerme sordo a las instancias de los amigos y al llamamiento de la Reina.

Espartero desconfió desde el primer momento. En sus adentros sabía que O’Donnell no le dejaría gobernar y que mas pronto que tarde las leyes que propusiera no serían dictadas. Para ver la realidad de la propuesta y antes de aceptar envió al general Allende Salazar para que preguntase a la soberana si aprobaba el programa basado en cortes constituyentes y aceptación de la voluntad nacional, además de trasladarse que con su vida personal podía hacer lo que quisiera, pero debía ser mas cuidadosa manteniéndola de forma privada.

Admitido el programa por la corona, el día 27 salió hacia Madrid, siendo recibido en Madrid el día 29 de julio  como si fuera un día de fiesta; el Ayuntamiento, la Junta, el pueblo entero, salieron a la calle a recibir, entrando en medio de arcos triunfales, flores, palomas y una multitud entusiasmada.

La revolución entró en una nueva fase con O’Donnell dirigiéndola, ya que como pudo comprobarse Espartero iba de acompañante sin por supuesto hacérselo saber. Se trataba de normalizar la revolución consolidando un Gobierno y a la vez detener la actividad de las juntas. Se configuró un Gobierno de concentración que intentó aglutinar a liberales, progresistas y moderados; y a la vez se convocaron cortes constituyentes.

El título de «sin comerlo ni beberlo», quiere expresar que Espartero no inicio la Vicalvarada y no tuvo nada que ver. Si es cierto que en el levantamiento y creación de la Junta en Zaragoza, contó con la presencia de Baldomero, presentándose el 18 de julio. Allí recibió las visitas de los delegados de muchas provincias incluyendo la madrileña. Lo más importante de la Junta es el programa que elaboró, con la idea subyacente en todo el documento de libertad frente a la de orden de los moderados. Antes de partir hacia Zaragoza Espartero dirigió la siguiente proclama a los riojanos: “Me separo de Logroño, mi pueblo adoptivo, porque la patria y su libertad reclaman mi presencia en la invicta Zaragoza. Me llevo el grato recuerdo de siete años en que he sido vuestro conciudadano. Un sólo encargo os dejo: Obedeced a la patriótica junta que ha sido instalada en este día, respectad sus disposiciones y conservad el orden, garantía segura del triunfo«.

Y hasta aquí la Vicalvarada, que dejaría paso al Bienio Progresista, que es «harina de otro costal» y que os contaré en otro artículo y que también podéis leer en mi libro (que podéis conseguir si no lo tenéis aqui):

 

El primer gobierno de la Regencia de Baldomero Espartero

Continuando con la historia del granatuleño más importante, incluyo lo que sucedió durante el primer gobierno de su Regencia.

Un gobierno que empezó de forma difícil. Lo lógico hubiera sido que Argüelles hubiera sido el primer ministro, pero este se negó a pesar de ser el presidente del partido con más representantes, el progresista. Espartero recurrió a un amigo suyo, con quien estuvo en Perú, González González, marqués de Valdeterrazo, lo que hizo que no tuviera el apoyo de un partido político. Su gobierno duró un año, de mayo a mayo de 1841 a 1842.

Durante su gobierno se plantearon medidas racionalizadoras recortando el gasto público, se impulso la desamortización eclesiástica, se suprimieron diezmos y se abolieron los mayorazgos.

Se continuaron con las políticas progresistas de Mendizábal y de Calatrava. Se ampliaron las medidas desamortización, incluyendo las posesiones de las parroquias y los bienes de los cabildos de las catedrales. Reestableció la ley de imprenta. Abolió el régimen foral navarro, si bien mantenían las ventajas fiscales. Se suprimieron las aduanas interiores. Se establecieron juzgados de primera instancia. Sobre las relaciones con Roma os invito a leer mi articulo sobre la Fricción con la Santa Sede, pero «como era posible que el clero tuviera que jurar fidelidad al gobierno».

La ley de libertad del comercio dividió a los españoles en dos bandos: Los proteccionistas (catalanes) y los librecambistas (andaluces y madrileños).

Un montón de medidas que tenían muchos opositores. Espartero estaba impulsando un cambio en España para el que las clases políticas, civiles, religiosas, forales, no estaban dispuestas.

Hubo conspiraciones. Diego de León organizó un pronunciamiento desde el exilio con el apoyo de María Cristina, O’Donnell y apoyo de Martínez de la Rosa. El objetivo era secuestrar a Isabel II y a su hermana, apoderarse de Espartero. María Cristina volvería como Regente. Baldomero Espartero una vez conocida la trama fusiló a los levantados, con Diego de León a la cabeza y abolió los fueros vascos.

No sentó bien en el ejército que se fusilase a quien se levantaba en armas ya que fue la primera vez que se castigaba así a los sublevados. Apelaron a la clemencia de Espartero y a la amistad con Diego de León, incluso la propia reina solicitó a Espartero que le perdonase. Si hay algo que jamás Espartero concebía era la traición.

En cortes hubo una moción de censura contra Baldomero, quien llamó a congreso y senado para consensuar un nuevo presidente de Gobierno, saliendo elegido Rodil.

El levantamiento de Barcelona, de las juntas provinciales llevó a Espartero a declarar el estado de sitio. El bombardeo de Barcelona fue el detonante para la caída del gobierno.

 

Fricción en la Regencia de Baldomero Espartero con la Santa Sede

Como lo prometido es deuda os dejo este artículo sobre las vicisitudes que tuvo Espartero en su Regencia con la Santa Sede. Ya empezó la regencia de forma convulsa, con González González, marqués de Valdeterrazo, conjuntamente con Salustiano Olózaga y Vicente Sancho, intentando formar gobierno, y los propios de la corriente del partido progresistas, aquellos de la regencia trina, se pusieron en contra de las personas para formar gobierno (me recuerda a aquella frase de «al suelo que vienen los míos»), mientras María Cristina movía hilos contra la Regencia. Pero esto será cuestión de verlo en otro capítulo.

Desde la Pepa, cuando Espartero mamó de primera mano las ideas de los liberales de Cádiz, una vez llegado a Regente acomete que la soberanía y poder estuviera en manos del Congreso, de la Reina y del pueblo, y así pone en marcha políticas tendentes a la reducción de la legislación eclesiástica a lo mínimo imprescindible, habida cuenta de que, a principios del siglo XIX, esta institución gozaba de una importante presencia tanto en lo privado como en lo público. Desde la Jefatura del Estado el general Espartero procedió a redefinir las relaciones con la Iglesia que se habían establecido durante el sistema del Estatuto Real de 1834.

En primer lugar, procedió a exiliar a todos los obispos y curas que se resistían a la intromisión del Gobierno en cuestiones eclesiásticas. El Gobierno progresista trató de controlar a la Iglesia, siguiendo la tradición de la Constitución de 1812, pese al artículo 11 de la Constitución de 1837, entonces vigente. También procedió a cerrar el Tribunal de la Rota, puesto que significaba la existencia de una legislación separada de la general del resto de los españoles.

Como consecuencia de todo ello, el papa Gregorio XVI se opuso a todas estas medidas. A raíz de la respuesta del papa, el gobierno de Espartero reaccionó amenazando con separar la Iglesia española de Roma, controlándola, de una forma similar a lo que hizo Enrique VIII de Inglaterra en el siglo XVI. Así pues, el ministro de Justicia, José Alonso, presentó ante las Cortes dos proyectos de ley con fechas del 31 de julio de 1841 y 20 de enero de 1842, por los que se abolía la jurisdicción eclesiástica y se rompían relaciones con la Santa Sede, pero no se llegó a nada, porque no dejaron que Espartero pusiera en marcha estas medidas, cayendo gobiernos, hasta que le hicieron caer de la Regencia y tuvo que exiliarse.

Reproduzco ahora parte de lo que sucedió en aquellos días.

El caso es que fueron muchas las leyes que se reformaron en la época. Una de las más importantes fue sobre vinculaciones y capellanías colectivas sancionadas por el Regente el 19 de agosto de 1841, terminando lo que se había empezado con la Constitución de 1820.

Detrás estaba el espíritu de desarraigar abusos sostenidos hasta entonces, no por la justicia sino por el espíritu de gastadas instituciones, el 2 de septiembre el Regente sancionó la ley que declaraba propiedad del Estado y decretaba la enajenación de todos los bienes del clero secular. A la par reformaba el ejército y por decreto, un poco antes, el 3 de agosto, quedó extinguido el cuerpo de guardias de la Real Persona, reemplazándoles por el de alabarderos totalmente reorganizados.

Muchas fueron las disposiciones que tomó el gobierno en cortes y se consiguió el ahorro en el presupuesto de 1841 se observó un ahorro de doscientos millones de reales. (Personalmente una satisfacción que haya políticos que en lugar de arrasar con impuestos a los ciudadanos -y no se engañen, para ingresar más hay que meter la mano en los bolsillos de la clase media y baja-, se planteen la reforma del gasto público destinándolo a lo prioritario para la sociedad).

Volviendo al tema que nos ocupaba, con fecha 5 de noviembre, D. José Ramírez de Arellano, nuncio apostólico en España, dirigió una comunicación al ministro de Estado con el objeto de que hiciera observar a la Regencia «provisional» que estaba supeditada la administración de justicia por haber suspendido la junta de Madrid a tres jueces del tribunal de Rota, al abreviador y al fiscal que lo era el mismo Sr. de Arellano. Y apoyándose en que el referido tribunal existía desde 1771 por el breve otorgado por Clemente X, siendo por lo tanto sus jueces de nombramiento apostólico y no real, esperaba que se levantase aquella suspensión.

Condolíase de las medidas tomadas por algunas juntas deponiendo de sus destinos a varios ministros del santuario, concluyendo con estas palabras: «No ignora V.E. que se ha tomado un camino intransitable del que los hombres verdaderamente católicos están persuadidos que la Regencia se separará, librando a fieles del cisma en que indefectiblemente se caería si se intentase que se caminase por él; porque los beneficios todos que están conferidos con título perpetuo por medio de la colación que se dio a los agraciados, no pueden ser suspensos sino por sus legítimos obispos y con formación de causa; sin que mientras vivan, no mediando esta, puedan recibir otra misión alguna legítima».

Hubo más dimes y diretes con la Iglesia, como el que sucedió en Málaga con el nombramiento del obispo, y del que el nuncio dijo: «estar encausado mediante la denuncia de ciertas proposiciones emitidas en actos judiciales sospechosos de herejía,…»

Visto lo visto la Regencia hizo un decreto en los siguientes términos (en términos coloquiales le dio un punta pie en semejante parte del nuncio hasta perder el zapato en tal sitio):

Atendiendo a los sólidos fundamentos de la consulta del supremo tribunal de Justicia, del 26 del actual, la Regencia provisional del Reino a nombre y en la menor edad de S. M. la Reina Doña Isabel II, viene a decretar:

  1. Se declara insubsistente, y en caso necesario se revoca, el asentimiento regio para que D. José Ramírez de Arellano despache los negocios de la nunciatura apostólica en estos reinos.
  2. Cesara inmediatamente este sujeto en la vice gerencia, y se declara que aunque hubiese tenido una personalidad legal, no se reconocería en él derecho de oficiar al gobierno en los términos que lo hizo por sus comunicaciones.
  3. Se aprueba en todas sus partes el dictamen del referido tribunal supremo de Justicia en lo relativo a la orden comunicada por el ministerio de Gracia y Justicia en 1º de citado mes, y a lo demás concerniente al asunto del reverendo obispo de Málaga, D. Valentín Ortigosa, con las prevenciones y protestas que propone dicho tribunal.
  4. Se procederá a cerrar la nunciatura y se dispondrá que cese el tribunal de Rota, poniéndole en segura custodia todos sus papeles, archivos y efectos; y recogiéndose los breves de 11 y 14 de marzo de 1839 que conferían ciertas facultades al Ramírez de Arellano, en las cuales cesa, pero sin que por ello se cause perjuicio a los actos ya consumados en favor de terceros.
  5. El tribunal supremo de Justicia, previa la instrucción del oportuno expediente, consultará lo que se le ofrezca y parezca para que ninguno de los negocios pertenecientes al tribual de Rota sufra retraso, ni falten a los españoles las gracias que concedían los muy reverendos nuncios, y por los citados breves Ramírez de Arellano, sin necesidad de acudir a Roma, lo que evacuará el tribunal supremo como lo requiere la urgencia e importancia del asunto.
  6. Se procederá sin dilación a extrañar de estos reinos al D. José Ramírez de Arellano, ocupando y reteniendo sus rentas eclesiásticas, los sueldos y obvenciones que reciba del Estado, y cualquiera otras temporalidades que le correspondan como eclesiástico; pero sin comprender en la ocupación sus bienes propios, patrimoniales o adquiridos por otro título, de cualquiera clase que sean.

Tendreislo entendido, y dispondréis lo necesario a su cumplimiento = El Duque de la Victoria, presidente = Palacio a 29 de diciembre de 1840 = A D. Joaquín María Ferrer.

 

Sobre el juramento de Regente de Baldomero Espartero

Y a la vista de que se están publicando por aquí y por allá algunas cosas sobre Espartero, quiero dejaros en mi página el juramento que hizo Espartero como Regente del Reino ante la minoría de edad de Isabel II. Aprovechando además que acabo de colgar la copia del cuadro que existe sobre este momento en el Museo del Romanticismo, me permito la licencia de poner en negrita algunas frases que me parecen importantes.

Otro día os dejaré los dimes y diretes del gobierno de Espartero y de él como Regente con la Santa Sede, por la declaración de bienes del Estado de los bienes del clero secular y la supresión de la pretensión del nuncio apostólico en España de que la Regencia estuviera supeditada a la administración de justicia por la supresión de tres jueces el tribunal de Rota, que según la iglesia su nombramiento era apostólico y no real.

[Juan Jesús Donoso Azañón]

El 10 de mayo a la una de la tarde fue el día y la hora designada para el solemne juramento que Espartero debía prestar ante la representación nacional. Al presentarse el Duque de la Victoria en el Congreso, D. Agustín Argüelles le exigió el juramento bajo la fórmula siguiente:

«¿Juráis por Dios y por todos los Santos Evangelios que guardaréis y haréis guardar la Constitución de la monarquía española de 1837, y las leyes del reino, no mirando en cuanto hiciereis sino al bien y provecho de la nación, y que seréis fiel a la augusta Reina de las Españas doña Isabel II, entregándola el mando del Reino tan luego como salga de la minoría?»

Entonces, el Duque de la Victoria, puesta la mano sobre el libro de los Evangelios contestó con voz firme y penetrante: «Si, juro; y si en lo que he jurado o parte de ello lo contrario hiciere no debo ser obedecido, antes aquello en que contraviniere sea nulo y de ningún valor«. Un aplauso general y unánimes vítores salieron de todos los ángulos del Congreso. El presidente repuso: «Si así lo hiciereis, Dios os lo premie, sino os lo demande». Cuando el Regente del Reino y los señores senadores y diputados hubieron tomado asiento, el presidente añadió: «Las Cortes han presenciado el juramento que el Regente acaba de prestar a la Constitución de la monarquía española y a las leyes del reino y de fidelidad a la Reina.»

A poco Espartero dirigió a la representación nacional el discurso siguiente:

«Señores Senadores y Diputados:

La vida de todo ciudadano pertenece a su patria. El pueblo español quiere que continúe consagrándole la mía, yo me someto a su voluntad.

Al darme esta nueva muestra de su confianza, me impone nuevamente el deber de conservar sus leyes, la Constitución del Estado y el trono de una niña huérfana, de la segunda Isabel.

Con la confianza y voluntad de los pueblos, con los esfuerzos de los cuerpos colegisladores con los de un ministerio responsable digno de la nación, y con los de todas las autoridades unidos a los míos, la libertad, la independencia, el orden público y la prosperidad nacional estarán al abrigo de los caprichos de la suerte y de la incertidumbre del porvenir. El pueblo español será tan feliz como merece serlo, y yo contento entonces veré llegar mi última hora de mi vida sin inquietud sobre la opinión de las generaciones futuras.

En campaña siempre se me ha visto como el primer soldado del ejército pronto a sacrificar mi vida por la patria. Hoy como primer magistrado jamás perderé de vista que el menosprecio de las leyes y la alteración del orden social, son siempre el resultado de la debilidad y de la incertidumbre de los gobiernos. Señores senadores y diputados, contad siempre conmigo para sostener todos los actos inherentes al gobierno representativo. yo cuento con que los representantes de la nación serán también los consejeros del trono constitucional, en el cual descansan la gloria y la prosperidad de la patria.»

El señor presidente del Congreso contestó:

«Las Cortes han oído el señor Regente del Reino ha expuesto y sometido a su alta consideración, y se complacen en los sentimientos que animan la fidelidad, de amor y de respeto a S.M. la reina doña Isabel II. Asimismo confían en su firme resolución de defender el trono y las libertades patrias, de que son ilustre testimonio sus eminentes servicios a la nación, y que observará fielmente y hará obedecer y cumplir a todos la Constitución de la monarquía conforme en ello al juramento que acaba de prestar solemnemente en presencia de esta augusta asamblea, con lo que coronará sus glorias y corresponderá así a la expectación pública.»

Extraído de «Vida militar y política de Espartero, escrita en vista de cuantas se han publicado hasta el día». Por Alejandro Candeñosa y J. de Torá.

 

Devoción a Baldomero Espartero en el siglo XIX

San Baldomero, una festividad que se celebraba por decisión del pueblo. Os dejo este artículo sobre la «devoción» que tenía el pueblo español, y en particular el Catalán, por Espartero. Una visión diferente de la que actualmente se quiere dar desde el independentismo catalán de la figura de Joaquín Baldomero.

 

Algunas imágenes sobre Baldomero Espartero

Botiquín de campaña de Espartero. museo militar de Toledo

Grabados y pinturas sobre el Abrazo de Vergara

La cuádruple alianza que facilitó el Abrazo de Vergara

Juramento del General Espartero. Museo del Romanticismo

Cúmplase la voluntad nacional. Museo de la Historia de Madrid


Homenaje al General Espartero. Se recoge la fecha y lugar de nacimiento en Granátula. Museo Del Prado.

Historia de Espartero. Aleluya. Estampa con viñetas.

Propuesta de levantamiento de un monumento en el lugar del abrazo.