Ponencia sobre la Leyenda Negra 30 de octubre de 2022

Querida María del Prado, Prado, amiga y además familia, nuestro apellido Azañón nos une, y también Donoso, curiosamente intercambiados.
Querido alcalde Félix, Eva, y demás miembros de la corporación municipal.
Queridos contertulios.
Queridas amigos que hoy habéis venido a escuchar lo que os voy a decir.
Granatuleños.
Para mí es un verdadero honor compartir los hechos históricos que sucedieron entorno a la época histórica que vivió Espartero relacionados con la Leyenda Negra. Para un economista que, además, y de forma aficionada, le encanta la historia compartir con el plantel de personajes ilustres estas magníficas jornadas, es todo un reto.
Permitirme como ponente Granatuleño que antes os comente algo de mi pueblo.
Vamos a por ello, y si me permiten la licencia haré como las obras de teatro, varios entreactos y actos.
Antes de empezar

Granátula de Calatrava

Pequeño pueblo con nombre de extraña lengua, Granátula, y que dependiendo de las interpretaciones pudiera ser “los Graneros de la Tía Tula” –creencia popular de la reina íbera Tula-, o “pequeña Panera o Granero” aludiendo a la fertilidad de su suelo, o incluso del término “Granata” manifestando el color rojizo o mejor dicho granate de su tierra y que en el pueblo vecino da nombre al mismo: el Almagre.

Población que surge de las entrañas de la tierra cual colada volcánica quedando plasmada en cerros, maares, cráteres y fumarolas. Evocar como fueron aposentándose moradores en el cerro de los Castillejos, como rendían culto a sus dioses. Como llegaba más gente procedente de otras culturas: visigoda, germana, romana. Y así imaginar a la ciudad de Oreto anclada en la falda del Jabalón floreciendo al igual que sus vegas y asistir a los Concilios de Toledo juntamente con sus obispos. Adoptar la cultura sarracena y descansar en sus baños árabes. Renacer de las cenizas en Zuqueca cual ave Fénix.

Siempre la vida continúa y quizás de la extinción de Oreto y de Añavete, en torno a la laguna de Valdeleón, en el cráter de un volcán, si créanme todos estamos hoy en un maar volcánico, un cráter, en el que fueron aposentándose moradores formando la población. Y así aquellos monjes militares pudieron cabalgar por su valles y lomas con el escudo en el pecho de una cruz con las puntas en forma de flor de lis.

Deseo evocar en la memoria cómo se cumplió el sueño de sus habitantes y convertirse en Villa independiente. Honrar y compartir el deseo del hijo de un carretero de Granátula que declinó ceñirse la Corona de España y abrazar el lema de “cúmplase la voluntad nacional”.

Introducción. Enmarcando la Leyenda Negra

En el siglo XIX, corrió la Leyenda Negra, como un arma arrojadiza contra los españoles con la que se “flagelaban” los propios habitantes de este país. La idea de que España, de ser español, era algo más que un arma antiespañola, ya que buscaba una expresión de la inferioridad de sentirse hispano (a lo mejor les suena también ahora), cuando no era un artículo arrojadizo políticamente. Ha sido y es el gran tópico del identitario español, compartido por todas las corrientes ideológicas, desde las conservadoras a progresistas, desde las hispanófilas a las hispanofobicas.

A comienzos del siglo XX, Julián Juderías llamó “leyenda negra” al tópico “de la España inquisitorial, ignorante, fanática, (…) enemiga del progreso y de las innovaciones”. Y, aunque achacó su origen a la opinión extranjera, también insistió en que, “apenas iniciada la decadencia de nuestra patria”, en la misma España salieron “por doquiera, como ahora”, pesimistas dispuestos a irradiar la leyenda.

En mi conferencia hoy voy a hacer un recorrido por ese pensamiento de última mitad del siglo XVIII y del siglo XIX, uniendo los sucesos que en aquel momento pasaban en España, los intereses de los países europeos, el principal Inglaterra y también, por supuesto, Francia (que nos había colocado su dinastía real con los borbones), que chocaban con la hegemonía de nuestro país en América, el comercio y a la ambición del oro y plata que llegaba por barco. Y como granatuleño haré mención del más ilustre hijo que dio Granátula, Joaquín Baldomero, nuestro General Espartero, y la relación con Simón Bolívar, el libertador según le conocen en Hispanoamérica, al que también podemos apodarle con los adjetivos de dictador y dueño de esclavos (lo decía el mismo).

La independencia de los países hispanoamericanos tuvo su momento álgido con la invasión de España por Napoleón Bonaparte, fomentada por el comportamiento de los gobernantes, y sino como muestra un botón, el hijo de Carlos IV, Fernando VII, deseaba ser familia de Napoleón, dejando de ser parte de la familia y en particular de su madre María Luisa de Parma a quien atribuía todos los males suyos y de la patria.

Algunos personajes de la época

El rey Carlos IV, le quedaba grande el cargo, voluble y fácilmente manejable, falto de ambición y sin dote de mando. Le llamaban El cazador, lo único que le interesaba era la caza. En una conversación con su padre le dijo “Padre, hay una cosa que no entiendo… Si todos los reyes lo somos por la gracia de Dios, ¿cómo es posible que haya reyes malos? ¿No deberíamos ser todos buenos? Carlos III lo miró piadosamente y murmuró como para sí: “Pero ¡qué tonto eres, hijo mío!, ¡qué tonto!”

Su mujer, la reina doña María Luisa de Parma, que era todo lo contrario: la ambición que le faltaba a su marido la tenía ella en exceso, al igual que las ansias de mando. No era guapa, pero si voluptuosa, inteligente y manipuladora, y tiraba de los hilos de la marioneta de su marido y políticamente de D. Manuel Godoy, incluyendo la cama (se dice que tuvo los últimos cuatro hijos con él, y que el hijo pequeño, D. Francisco de Paula, era igualito que Manuel).

El tercero en discordia, D. Manuel Godoy. Más que en discordia en concordia, ya que manejaba al rey y se acostaba con la reina. Y con ese impulso hizo carrera en “cuatro días”, llegando a ser el Generalísimo, omnipotente de esta España. Por cierto, juntamente con Espartero llegó a obtener el título de Príncipe sin tener sangre real, en este caso de La Paz, por el vergonzoso acuerdo de la Paz de Basilea en la que España cedió parte de la Isla la Española a cambio de la retirada de Francia de los territorios conquistados de Cataluña, Navarra y País Vasco, y todo por estar en una contienda en la que nos iba ni nos venía, en una coalición contra Francia.

Hay que unir que España estaba en medio de dos flancos
• Los ingleses que no podían vernos y ambicionaban lo que había sido España y sobre todo los barcos de oro y plata, más plata que oro, que desde América llegaban a nuestro país, y sobre todo lo que deseaban los aristócratas ingleses era el comercio y ser los banqueros de Hispanoamérica;
• Y los franceses que se les había quedado pequeño su territorio y deseaban expandirse, emparentados por los Borbones.

El cuarto, el que luego sería rey, Fernando VII, con pocas luces, pero con ambición, y que hacía honor a ese refrán que dice, y perdonen, que “un tonto jode a un listo”. Manejable, en este caso por el representante de la Santa Madre Iglesia el cura D. Juan Escoiquiz. No podía ni ver a su padre, al que consideraba tonto, ni a su madre, por aquello de que sí que era lista y utilizaba todas sus armas, incluyendo la entrepierna, y por supuesto odiaba a Godoy porque era quien de verdad “cortaba el bacalao”.

En la carta fechada el 11 de octubre, dirigida por el príncipe al Emperador Napoleón, “solicitaba la mano de una francesa vinculada a la familia”. En la misma el príncipe Fernando se ponía “de rodillas”, ante “el héroe mayor que cuantos le han precedido, enviado por la Providencia para salvar a Europa del trastorno total que la amenazaba, para asegurar los tronos vacilantes” y afirmaba tener la voluntad de resistir su “casamiento con otra persona, sea la que fuere, sin el consentimiento y aprobación de V.M”.

Y para no dejar las cosas al azar, planeó envenenar a su madre, y sino apresar a los reyes, Carlos IV y María Luisa. La trama fue descubierta y cuando le interrogaron echó la culpa a su mujer, muerta un año y medio antes.

Sobre Bolívar hay que decir que nació en Caracas en 1783 de una familia de origen vasco muriendo su padre cuando tenía tres años y poco después su madre en 1792. Al cuidado de la familia en 1799, viajó a España. En Madrid, bajo la dirección de sus tíos Esteban y Pedro Palacios y la rectoría moral e intelectual del Marqués de Ustáriz, recibió la educación propia de un gentilhombre que se destinaba al mundo y al ejercicio de las armas: amplió sus conocimientos de historia, literatura, matemáticas, francés, esgrima y baile. En Madrid conoció a María Teresa Rodríguez del Toro y Alayza, de quien se enamoró. En mayo de 1802 contrajo matrimonio con María Teresa. Los jóvenes esposos viajaron a Venezuela, pero poco duró la felicidad de Simón. María Teresa murió en enero de 1803. El joven viudo regresó a Europa a fines de ese mismo año, pasó por Cádiz y Madrid, y se estableció en París desde la primavera de 1804.

En la capital del naciente Imperio Francés vivió los placeres de una vida social, mundana y los estímulos de orden intelectual, frecuenta el teatro, tertulias y salones, bebe de las ideas de la ilustración y conoce a bellas mujeres. Viaja después a Italia. En Roma jura no dar descanso a su brazo ni reposo a su alma hasta que haya logrado libertar al mundo Hispanoamericano de la tutela española.

Resentido contra la corona española. Siendo una persona muy rica nunca pudieron obtener en su familia los añorados títulos nobiliarios, peleando en Madrid por ellos tras pagar por la financiación del convento de Monserrat, que no pudo obtener ya que para ello era necesario demostrar la pureza de Sangre. Su bisabuelo tuvo un lance amoroso con una negra. Los títulos fueron también perseguidos por el hermano de su madre, la familia Palacios. No le fueron concedidos porque en el árbol genealógico faltaba una persona, la bisabuela. En cuanto a la animadversión también la tuvo con Espartero, luego hablaremos.

Espartero hijo de un carretero de Granátula de Calatrava que llegó a rehusar la corona de España, de una manera muy sutil “por sus muchos años y su poca salud”, ya que según dijo textualmente “en Madrid andan cegados por el polvo y el humo de las ruinas de lo que han destruido y quemado, y quieren sacar la ascua con mi mano: pero yo soy viejo, y a perro viejo no hay tus tus”.

Espartero demostró desde niño sus dotes para el mando y la batalla, ya conocen ustedes que en taller de su padre hizo un cañón con un trozo de madera hueco, un muelle y una cigüeñuela, que disparaba piedras a toda velocidad, para combatir en las batallas de “La Pedrera”.

Joaquín Baldomero se alistó muy joven participando en la batalla de los Puentes de Ciudad Real el 27 de marzo de 1809 (confundiéndose con el de Ciudad Rodrigo, error que se fue copiando de unos autores a otros y así aparece en multitud de sus biografías), donde las tropas españolas fueron derrotadas en la defensa del Puente Nolaya, batiéndose en retirada hacia Almagro y posteriormente a Santa Cruz. Intentó alistarse como voluntario desde ese momento, ya que no tenía la edad exigida, no llega a los 17 años, cosa que en mi opinión llevó al error que hubo en la fecha de nacimiento en su historia militar.

La primera acción bélica formal en la que participó fue en la batalla de Ocaña, desastrosa para las armas españolas. Tras este fracaso, al reorganizarse nuestras tropas se alistó en el Batallón de Honor de la Universidad de Toledo, formado exclusivamente por estudiantes universitarios; pasando de aquí a la Academia Militar de la Isla de León (Cádiz), de donde salió con la graduación de Subteniente.

Terminada la guerra de la Independencia se alistó en la expedición que al mando del General Morillo se dirigía a apaciguar nuestros territorios de América, que deseaban la independencia de España, para lo cual ingresó en el Regimiento de Extremadura con el grado de Teniente (2 de diciembre de 1814), partiendo de Cádiz el 1 de febrero de 1815.

En América, a donde llegó a primeros de abril de 1815, fue donde empezó a destacar entre sus compañeros, pues fruto de sus estudios en la Academia de Ingenieros creó, entre otros, reductos, trincheras, levantamiento de planos topográficos, etc., de máxima utilidad para el desarrollo de las operaciones militares. A sus estudios universitarios deberá su cultura para desenvolverse con soltura entre compañeros, subordinados y superiores. Cualidades a las que hay que añadir su valentía y arrojo personal en los innumerables combates contra los insurrectos; lo que le hace ir ascendiendo profesionalmente y siempre por méritos de guerra, llegando a Brigadier y el 11 de octubre de 1823 y se le nombró Jefe del Estado Mayor del Ejército de Perú a los 30 años. En mayo de 1824 es tal el prestigio alcanzado por el brigadier Espartero que el virrey La Serna no dudó en encomendarle la misión de ir a España a exponer de palabra, al rey Fernando VII y su Gobierno, cuanto allí estaba sucediendo.

Espartero cuenta en la Biografía Novelada “Lo que siempre quise contar de mi vida” que: “Fui a palacio donde el Ministro de Estado, el Marqués de Casa Irujo, y el Rey me recibieron. El Marqués habló de mi valor, cosa que no era lo que venía a discutir. También le contó sobre mis ideales políticos, que como ya he dicho no eran precisamente coincidentes con el absolutismo. Por mi parte describí claramente la situación de desamparo y de peligro en la que estaban las provincias de Ultramar. Vi cómo debatían el Marqués y el Rey, como había puntos de complicidad, guiños de ojo, y movían la cabeza negativamente. Lo único que obtuve fue un mazo de puros. El monarca no volvió a recibirme y del Marqués tampoco obtuve instrucciones sobre los problemas de América, ni tampoco fondos ni material de guerra. Unas meras misivas que en mi opinión no llegaban ni a consejos.”

Si me permiten expresar una idea: ¡Cuán diferente hubiera sido si en el momento del levantamiento en Hispanoamérica el rey Fernando VII hubiera cruzado el Atlántico, hubiera visitado las ciudades importantes y hubiera sido flexible con el gobierno y constitución!

Cumplida esta misión en España, embarcó de nuevo el 9 de diciembre de 1824, en el puerto francés de Burdeos con rumbo a América, siendo ese día el de la batalla de Ayacucho por la que se perdió el virreinato del Perú para España, sin que Espartero participara en tal batalla como se le ha querido atribuir. Una parte de la leyenda negra que le persiguió ya que le llamaron despectivamente Ayacucho, con desprecio por haber perdido América.

En mayo de 1825 desembarcó en el puerto de Quilca desconociendo la derrota de las tropas españolas, siendo hecho prisionero de los seguidores de Bolívar y tratado con una inhumanidad de las que no hay ejemplo, pero esta parte de la historia la dejaremos para un poco más adelante.

La paz firmada con el Abrazo de Vergara le encumbraría, llegando a ser regente del reino, presidente del gobierno, y príncipe de Vergara, entre otros títulos de la más de veintena que acaparó.

Enmarcando la edad contemporánea con algunos hechos previos

En esos años entorno al siglo XIX, se produjo un vacío de poder al que hay que añadir la Leyenda Negra que tejieron franceses, holandeses, italianos y alemanes, pero principalmente holandeses e ingleses. Esa leyenda negra fue calando en lo más hondo del sentir hispanoamericano e increíblemente en los propios españoles peninsulares.

La revolución francesa vino con los derechos del hombre, unos derechos de los que se gozaba en los territorios españoles extra peninsulares hacia cientos de años.

Si no le dan creencia a esta afirmación piensen que en 1512 ya se promulgaron las Leyes de Burgos, una de las primeras leyes de la Monarquía Hispana para su aplicación en América, en las que se decía textualmente “que las mismas ayuden a que se cumpla la justicia de los naturales, indios o indígenas”. Historiadores americanos como Haring las describen como el primer “Código General para el Gobierno e Instrucción de los aborígenes americanos”.

En las leyes de Burgos se alcanzaron una serie de principios:
• Los indígenas tienen absoluta libertad con respecto a sus vidas.
• Los Reyes Católicos son el mayor exponente católico que tienen los indios por su compromiso evangelizador.
• Existía la posibilidad de obligar a los indios a trabajar con las premisas de que el trabajo fuese tolerable y que el salario fuese acorde a las horas trabajadas. El mismo tenía que ser justo, pero existía la posibilidad de pagar en especie y no en dinero.
• Se justificaba la guerra a los indios si los mismos se negaban a ser cristianizados y para el mismo fin se creó una institución llamada El Requerimiento. La conquista sólo se justificaba si los indios se negaban a ser evangelizados. Este punto es el que se puede lanzar contra los españoles, España era católica, apostólica y romana depositaria de la única fe.
• El Rey Fernando El Católico hizo encargo a los dos más destacados representantes de la junta de Burgos que incluyan dos tratados más, destacando el de la necesidad de informar a los indios de los derechos del rey de Castilla con un requerimiento antes de someterlos pacíficamente o hacerles la guerra.

Se estableció una regulación del régimen de trabajo, jornal, alimenticio, vivienda, higiene y de cuidado de los indios, también se les ordenó la enseñanza de la catequesis a los indios y se condenó la bigamia.

Sobre las leyes de Burgos, comparto la opinión de que algunos de sus artículos pueden ser consideradas precursoras de los Derechos Humanos. España aprobó el matrimonio interracial en 1514, mientras que Estados Unidos no lo hizo hasta 1967, cuatro siglos y medio más tarde. En la Provincia española de Florida se celebró el primer enlace entre un segoviano, Miguel Rodríguez, y una mujer sevillana de raza negra, Luisa de Ábrego.

España Creo 32 universidades para ricos, pobres, indígenas e hispanos, es más la pureza de los indígenas daba derecho preferente al ingreso. Fundó 25 hospitales grandes y más del doble medianos. Y fundó un rosario de ciudades. Surge una pregunta ¿sí los españoles se dedicaban a expoliar, para que crean todo esto, no era mejor traerse todo el oro y plata que invertirlo en el desarrollo allí? Y ahora que tanto se habla de los derechos laborales, Felipe II firmó las leyes de Indias que profundizaban en los derechos de los trabajadores indígenas, recogiendo por primera vez la jornada laboral de 8 horas.

La ambición de Gran Bretaña fue creciendo. No le bastó lo que había conseguido con el tratado de Utrech, 1714, que puso fin a la guerra de Sucesión Española, con concesiones comerciales con el imperio español de América, las posesiones de Gibraltar y Menorca, la licencia para comerciar con esclavos denominada “asiento de negros” y la posibilidad de comerciar con navíos de más de 500 toneladas con el “navío de permiso”. Inglaterra trazó un plan que desembocó en la Guerra del Asiento. Esta guerra enfrentó a las tropas del reino de Gran Bretaña y las Españolas de 1739 a 1748 principalmente en el Caribe, y terminó enlazando con la primera guerra de sucesión austriaca. La acción más significativa fue el sitio de Cartagena de Indias en 1741 donde las tropas inglesas con 27.000 hombres y 186 navíos fueron derrotadas por las españolas con 4.000 soldados y 6 navíos de línea.

Este éxito fue posible por la información facilitada por los servicios de inteligencia españoles, espías hablando en castellano llano, infiltrados en la Corte Inglesa y en el cuartel general del Almirante ingles al mando de la operación, Edward Vernon. El plan conocido por los españoles los llevó a preparar la contraofensiva, adelantándose, cayendo los ingleses en la red tejida, por Blas de Lezo magistralmente.

Sobre los espías, si me lo permiten, les dejo lo que Martín Azañón cuenta sobre uno poco conocido, Domingo Abadía, catalán que de corta edad fue a Cuevas de Almazora, en Almería. Allí la influencia árabe andalusí le llevó a querer conocer más del mundo musulmán. Su ilusión era conocer la cultura árabe desde dentro, y para poder hacerlo necesitaba financiación. Presentó a Godoy su plan científico de viaje a África. Godoy pensó que sería una buena oportunidad de expandir España al norte de África y Oriente Medio, por lo que le presentó a Badía una misión a realizar en la corte de Muley Suleimán, sultán de Marruecos. Se trataba de conseguir que el sultán solicitase la protección de España para defenderse de la sublevación de las tribus opositoras. España entraría en Marruecos y con el pretexto de ayudar contra la revolución invadirían Marruecos. Y quien iba a conseguir que se sublevasen las tribus, “Ali-Bey”. Quien iba a decir que esto que pretendía hacer con Marruecos en 1801, se lo haría a España posteriormente Napoleón, con la “Guerra de las Naranjas”, lo único que consiguió amén de dejar que las tropas napoleónicas entrasen en España y la conquistasen.

El caso es que la corte española puso el dinero para que Badía, con su personaje, un gran señor musulmán educado en Europa y nacido en Arabia, Ali Bey el-Abbassi, tío del profeta Mahoma. Y allá que se fue a la corte del sultán Suleimán que estaba en esos momentos en Tánger. Le llevó un presente y se hizo con la confianza del sultán a la vez que negociaba con los jefes de las tribus opositoras el levantamiento. Ali Bey construyó una tapadera magnífica. El sultán le llegó a considerar como un hermano, le regaló una finca y un par de mujeres del harén, una blanca y otra negra.

Badía descubrió que el sultán estaba preparando el asalto a España. Y como antes necesitaba controlar las tribus levantiscas del Atlas llegó a proponer a Ali Bey que se uniera a él para reconquistar Al-Ándalus. Bueno lo dejo aquí, porque cuando Badía volvió a la corte ni Carlos IV ni Fernando VII le hicieron caso, y la información que trajo se la vendió a los franceses, contando entre ella los planos de la Meca, siendo la única persona no árabe que había logrado entrar hasta la fecha.

La creación de la Leyenda Negra

Con todo lo dicho anteriormente, intereses, experiencias y derrotas inglesas, Inglaterra encontró un arma muy valiosa: “la leyenda negra”, reforzada en la segunda mitad del siglo XVI, se mantiene hasta el siglo XIX, suavizándose a partir del Romanticismo. La concepción sobre la religión y la iglesia mezclada con la hegemónica económica y militar española no es que molestasen a Inglaterra, es que ponía en peligro su propia concepción de Estado.

Los tres puntos principales eran:
• Inglaterra se oponía a la hegemonía político-militar española en el continente y por esa razón prestaba ayuda a los rebeldes holandeses en las Provincias Unidas y a todos los enemigos de España en Francia y Alemania.
• En segundo orden, Inglaterra se oponía a España en el plano religioso porque la monarquía inglesa, cabeza de la Iglesia Anglicana, se había erigido en defensora del protestantismo frente la católica romana defendida por España y el Papado.
• Finalmente, Inglaterra se resistía a la pretensión española de monopolizar el comercio marítimo con América y restringir la colonización del nuevo continente por otras potencias europeas.

Esta enconada rivalidad política, religiosa, marítima y colonial habría de servir como caldo de cultivo para la difusión de ese conjunto de imágenes negativas y adversas sobre España y los españoles. A tenor de esa leyenda, España se presentaba como una potencia expansionista y opresora, el temible brazo armado de la Contrarreforma católica y brazo ejecutor de Roma.

También propagaron una imagen de los españoles que aún sigue en buena parte. El carácter nacional de los españoles sintetizaba todos los vicios y defectos imaginables en el ser humano: violento, cruel, fanático, intolerante, vanidoso y fanfarrón. Tales atributos tomaban como referencia al conquistador de Indias cruel, al inquisidor fanático y torturador, y al hidalgo altanero.

A partir de la crisis del imperio español a la vez que se dejaban de utilizar en buena parte los anteriores calificativos se introdujeron otros como son para España el de “decadente” y para los españoles el de “perezosos”.

El movimiento independentista americano

El caso es que, en el inicio interesado de la Leyenda Negra, y con el caldo de cultivo de vacío de poder ante la invasión napoleónica, al que hay que añadir la lucha por las distintas Juntas Supremas que surgieron en España por mantener el control y poder territorial, y la guerra contra la invasión francesa, que no se sabía si era apoyada por los reyes en su destierro en Bayona, surgió el movimiento independentista americano.
Este no fue como se ha extendido una guerra contra España sino una guerra civil entre las dos formas de pensar que se había en hispano América, la de desarrollo y ser gobernadas por el reinado español y la que había extendido la aristocracia criolla sobre la libertad y opresión española, y el negocio que presumían que les daría poder y dinero con Inglaterra. Y eso es así porque piensen ustedes que de todos los que combatieron allí tanto de un bando (independentista) como de otro (realista) eran casi todos americanos ya que en los ejércitos no había más de un 10% de tropas españolas peninsulares.

Por otra parte, se ha extendido que este levantamiento se produjo por la abolición de la esclavitud. Todos los libertadores fueron criollos de clases altas recibiendo educación superior por parte del imperio español, y como Bolívar, incluso viviendo en Europa y en España. Algo sobre lo que no se escribe, es más se calla, es que Bolívar fue esclavista llegando a tener más de dos mil.

En medio de aquella situación surgió la figura al que llamaron libertador, un semidios al que las mujeres para visitar su quinta en Bogotá tienen que cubrirse las espaldas. Bolívar fue un dictador. En Perú se auto proclamó el primer dictador de Hispanoamérica. La opinión que tenía Simón sobre los peruanos no era especialmente buena. En una carta a Francisco de Paula en 1825 afirma que “los quiteños y los peruanos son la misma cosa: vicioso hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio moral que los guie”. Intentó imponer su proyecto de Constitución al Perú para proclamarse él mismo presidente vitalicio del Perú, y así gobernar hasta su muerte. Llegó a ser promulgada pero una rebelión cívica forzó su derogación siendo anulada. Un año después de esto Bolívar como presidente de Gran Colombia declara la guerra al Perú, iniciando la guerra colombo-peruana que duró más de un año y que termino con Gran Colombia al quitarle al Perú los territorios de Tumbes, Mayras y Jaén, y el Perú renunciando a recuperar Guayaquil.

Sobre la crueldad, en 1813 el decreto de lucha o muerte en el que se pasaba por las armas a todos los españoles que no luchasen en contra de su propio país, miles de españoles fueron asesinados incluso a los que estaban convalecientes en un hospital, los sacaban de la cama y los remataban en la calle. Detrás había también un motivo económico, ya que las propiedades de los españoles pasaban a financiar la guerra y las arcas del movimiento.

A todo esto, las colonias que iban independizándose pasaban a ser dependientes de a Inglaterra quien pasaba a controlar el comercio e intercambio, entregándoles buena parte de las tierras y de los recursos. Simón Bolívar en la Gaceta de Caracas en 1814 diría “nosotros por mucho tiempo no podemos ser más que un pueblo agricultor, capaz de suministrar las materias más preciosas a los pueblos de Europa”.

Crueldad que no sólo era contra los españoles nacidos en España, sino también contra los que oriundos de américa no comulgaban con su forma de pensar. Bolívar sitió a Santa Fe de Bogotá, cuyos dirigentes eran todos nativos de allí, y durante 48 horas dio libertad a sus tropas para que usasen y cogiesen todo lo que pudieran en la ciudad (incluyendo mujeres).

Antes he citado que en Hispanoamérica había una forma de pensar por los indios y la clase media y los no tan indios que se sentían complacidos con la administración española, ya que España llevó la cultura y el progreso a América. Y como muestra un botón: Era más próspera que muchos países europeos, había alcantarillado, salud y cultura. Esquivel Obregón en su libro “Influencia de España y los Estados Unidos sobre Méjico”, en 1918 escribió que “El jornalero de la época virreinal de 1792 podría comprar 23 medidas de 100 kilos de harina al año, en 1891 solo podría comprar 9,71 y en 1908, ya nada más que 5,35. Hemos desandado así el camino del progreso”.

Y esto es así porque después de la independencia se entregaban los territorios a las manos Inglesas. En una carta dirigida en 1815 por Simón a Maxwell Hypstop afirmó “qué inmensas esperanzas presenta esta parte del nuevo mundo a la industria británica… al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua para que forme de estos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales, que, rompiendo los diques de uno y otro mar, acerque las distancias más remotas y haga permanente el Imperio de la Inglaterra sobre el comercio.

En Perú la imagen que se tiene sobre Bolívar es diferente. Perú no demostró interés en estas guerras, es más no tuvo libertador “propio” debiendo llegar los ejércitos de Bolívar desde Colombia, Juanjo San Martín desde el Río de la Plata y Bernardo O’Higgins desde. El pueblo peruano prefería alistarse en el Ejército Real del Perú defendiendo la permanencia en España. El bando peruano estaba compuesto en su mayoría por soldados ajenos al Perú (neogranadinos, venezolanos, argentinos y mercenarios europeos). En el bando realista, si bien los oficiales eran casi todos españoles, los soldados eran mayoritariamente indios y mestizos oriundos del Perú.

Bolívar hizo pagar a Perú la falta de adhesión a su persona. Declaró la anexión de Guayaquil y otros dos territorios a Colombia. En 1825 Sucre organizó una asamblea y en acuerdo con aristócratas del Alto Perú declaró la independencia creando un nuevo país, Bolivia. Además, intentó ceder todos los puertos del sur dividiendo al país en cuatro, si bien no lo consiguió.

El absolutismo y la influencia de la Constitución de 1812, “La Pepa”

Para esta parte permítanme utilizar la tertulia que en el libro Martín Azañón de Bolívar, en un viaje que hizo a Europa pasando por Cádiz, con personajes ilustres como Argüelles, Calatrava y Pedro Quevedo, hablando sobre la Constitución que estaba en proceso de elaboración:

Bolívar: —España está en guerra contra los franceses ya que no desean ser ocupados. Sin embargo, están ocupando Las Américas desde hace más de trescientos años, ¿no les parecen incongruentes ambas cosas?

—Está comparando cosas totalmente diferentes. Los territorios de Indias son parte de lo que hoy es España. En las cortes constituyentes forman parte, como uno más, los representantes de cada territorio, considerando iguales a todas las personas hayan nacido aquí o en ultramar, —respondió Calatrava.

—Está hablando de una Constitución que no existe. Lo único cierto es que es el país del absolutismo, donde un monarca por el hecho de haber nacido y ser reconocido parte de la familia real (de sobra es conocido que muchos de los hijos reales son bastardos), es quien ejerce el poder sobre todos sus súbditos —afirmó Bolívar.

—Está usted diciendo cosas muy gruesas. Nuestro sistema es de representantes del pueblo elegidos por el mismo y son los que gobiernan, mientras que la monarquía ejerce la jefatura del Estado. No pretenderá decir que es mejor la tiranía de los que se elevan hasta un cargo siendo elegidos por unas promesas que nunca cumplen y que una vez en el poder hacen todo lo posible para mantenerse en el mismo torciendo leyes, o bien se autoproclaman dictadores —respondió D. Pedro Quevedo-.

—Mire usted señor Bolívar —intervino Argüelles, el más liberal de todos—, es cierto que nuestra constitución todavía es un proyecto. Pero será la más avanzada e igualitaria del mundo, ya quisieran los franceses algo parecido. La soberanía recae en la Nación, no en el rey, la monarquía será constitucional y los poderes se separan, se establece el sufragio masculino universal, la libertad de imprenta, la libertad de industria, la abolición de los señoríos, el derecho a la propiedad y la ciudadanía española de todos los nacidos en cualquier parte del territorio de la corona española.

—Me dicen que están representados todos los territorios y sectores en las cortes constituyentes, ¿de verdad lo creen? La mitad de los asientos están ocupados por eclesiásticos y buena parte de la otra mitad por representantes de la estructura actual: militares, regidores, síndicos, etc. Los representantes reales del pueblo llano son los menos.

—Cierto que hay una representación elevada del clero y estructuras—respondió Argüelles—. No se puede pasar de un sistema absolutista a uno liberal sin contar con lo existente. Llevaremos a todo el pueblo de un sistema a otro por voluntad y decisión propia.

—Hay bastantes curas tan liberales como pueden ser los demás. Y como ejemplo uno muy cercano, el de Algeciras, que predica: “¿Cuándo acabaremos de entender que la política de los Estados debe ser la justicia y la igualdad de acciones, en pesos y medidas y en nivelar a los hombres por sus méritos y no por eso que titulan cuna? Abrazaré, Señor, tiernamente y estrecharé en mi pecho entre los brazos a un negro, a un etíope si lo veo adornado de merecimientos y virtudes; miraré, por el contrario, con execración y oprobio y escarnio a un grande de la Nación, por otra parte, prostituido”, —replicó D. Pedro Quevedo.

—Creo que se están equivocando y no están teniendo en cuenta a todos los ciudadanos. En el ámbito territorial no se trata de España, de que seamos colonias, hay que respetar el lugar dónde se nace, soy venezolano. Hay un ejemplo cercano muy diferente como es el de los Estados Unidos. El sentimiento está en la calle y no podrán pararlo.

—Amigo Simón, pero qué nos cuenta. Todos somos ciudadanos, no hay colonias. Hay virreyes que gobiernan, la gran mayoría nacidos en el terreno. Pareciera como si usted estuviera incitando a la rebelión. ¿No estará hablando por boca de los indianos mestizos que ansían el poder?

—No se equivoque o se deje llevar por intereses propios. La interpretación que hace de la creación de los Estados Unidos, con la inclusión del federalismo, es una estrategia centralizadora con el objetivo de pasar de una Confederación inicial de trece Estados, con poco poder central a un centralismo. En nuestra constitución todos son ciudadanos españoles —dijo El Conde de Toreno.

La Pepa fue elaborada con representación de todos los españoles, peninsulares y de ultramar. La libertad de gobierno que ansiaban en América estaba contenida en ella, la igualdad, la de autogobierno que en parte ya estaba implantada con los virreinatos.

El levantamiento de Rafael de Riego en España, el trienio liberal, de 1820 a 1823 y la vuelta del absolutismo en 1824, todos estos cambios políticos supusieron que muchos de los aristócratas americanos, criollos normalmente deseasen el autogobierno para poder controlar el comercio y el movimiento de la riqueza. Fue un detonante más para la lucha por la independencia americana.

La posibilidad de aplicación de la Constitución de 1812 provocó el levantamiento en otros sitios. En Méjico el cura Miguel Hidalgo, se levantó contra el imperio español, pero en favor de Fernando VII. En Méjico se considera a Hidalgo como el padre de la patria, aunque sin embargo solo se independizó una pequeña parte permaneciendo el virreinato de Nueva España. El primer emperador del imperio mejicano fue Agustín de Iturbide, quien se levantó en contra de la constitución liberal de 1812 ya que él era conservador. Curiosamente la constitución, que hacía a todos ciudadanos españoles, estuvieran en la parte del mundo donde estuvieran, llevo a Iturbide a perseguir la independencia a la vez que hacía pretendía que Fernando VII o Carlos IV fueran los reyes de ese Méjico independiente. Aquí no hubo lucha ya que consiguió la independencia negociando y haciendo capitular el virrey de España. En su Plan de Iguala declaró ciudadanos a los indígenas tal y como había hecho antes la Pepa. Posteriormente Méjico sería fácil presa de las potencias mostrando el interés Francia, Inglaterra, etc. quien en fueron colonizando con los dirigentes americanos. Finalmente, el Méjico actual perdería la mitad de su territorio que actualmente posee Estados Unidos.

La independencia americana, la batalla de Ayacucho 1824

La lucha en Perú después de una sería de victorias para los Realistas y también para los independentistas. Hubo intentos de negociación y de paz con los comisionados españoles (Convención Preliminar de Paz) que le obligaba a mandar negociadores a los demás gobiernos sudamericanos para que pueda tener efecto la misma. Se estipulaba que las hostilidades cesarían 60 días después de su ratificación y subsistiría durante un año y medio, mientras se negociaría un tratado definitivo de paz y amistad. Con este motivo se reunieron en la ciudad de Salta Juan Gregorio de Las Heras con el brigadier Baldomero Espartero, sin alcanzar acuerdo alguno. Entre otras medidas tomadas por el virrey para contener su inminente rebelión, el 10 de enero de 1824 se le ordenó a Olañeta.

Ahí tienen a ustedes a Joaquín Baldomero como representante de España negociando la paz. Espartero no confiaba de las propuestas que se hicieron y no llegó a ningún acuerdo. La Serna le envió a España a informar al rey Fernando VII de la evolución de la guerra y a solicitar refuerzos de tropas y armada española, que habían quedado en nada durante el trienio liberal. Mientras Espartero estaba en España y justo el mismo día que se embargó en Burdeos para su vuelta a América sucedió la batalla de Ayacucho.

Al llegar Baldomero a Quilca, desconociendo la derrota española, fue encarcelado. Éste al enterarse de que era portador de una interesante correspondencia oficial y de varias gracias concedidas por el Rey al ejército expedicionario dio orden de que me trasladasen a Arequipa. También, seguramente, recordó que había conocido en España a Espartero y que este le había hecho una jugarreta con una dama (en una fiesta había conocido a una mujer de la que también quedó prendado Espartero. Bolívar quedó a la mañana siguiente de acompañar a esta mujer a misa. Baldomero trazó un plan y con la complicidad de sus amigos envió a Bolívar al extremo opuesto de la ciudad y a su vuelta le retuvieron hasta que confirmar la identidad del venezolano, mientras Joaquín se hacía el encontradizo con la mujer y la acompañó tras el plantón).

Tres meses estuvo en la prisión de Arequipa, aislado y esperando la ejecución porque se había dictado sentencia de muerte. De allí pasó a otra cárcel aún peor, la de la isla de Capa Chica, en medio de una laguna de la cordillera de los Andes. Mientras tanto fusilaron al brigadier español Echevarría sin juicio. Espartero pensó: “¡Mi amigo y compañero de fatigas pasado por las armas! ¡Qué sarta de mal nacidos! Nada podía hacerme pensar que mi destino hubiera de ser otro.”

Resultaron infructuosos los esfuerzos de libertarle de sus amigos, y en particular el abogado español Sr. D. Antonio González Olañeta, quien también estaba a la sazón en Perú, de Facundo Infante, Antonio Seoane y Salustiano Olózaga; consiguiendo su traslado al hospital militar dónde la prisión resultó más llevadera.
Y si una mujer pudo ser el motivo del encarcelamiento tan duro, otra mujer pudo ser quien consiguió su libertad. En Arequipa vivía una muchacha muy bella cuyo nombre era Paula de Prado, de 20 años. Espartero la conoció y la cortejó. Paula también conoció a Simón Bolívar. Paula amenizó el baile que se celebró en la casa señorial que le había cedido para residencia temporal don Francisco de Rivero a Bolívar durante su presencia en Arequipa. El Romanticismo nos dice que después del vals, Bolívar llevo a la muchacha hacia una de las puertas y caminaron hacia un pequeño jardín. El Libertador hizo una oferta que era también una ofrenda: Pídame lo que quiera, —dijo. La muchacha recordó al amigo preso y solicitó la libertad del “coronel Espartero”.

Fuera como fuere en la mitad de noche recibió un billete con letra femenina “Mañana mismo tendrá el pasaporte para Quilca, donde deberá hacerse a la vela para España”.

Sobre Ayacucho ahora contaré que todo apunta, como Salvador de Madariaga escribió en su libro sobre Bolívar, que fue una batalla de paripé. Yo también lo creo. Algunas horas antes de la batalla, el general realista Juan Antonio Monet se presentó en el campamento de los patriotas, y mantuvo conversaciones con el general independentista José María Córdoba. Monet propuso deponer las armas y evitar un baño de sangre, pero Córdoba respondió que eso sólo ocurriría si los realistas aceptaban formalmente la independencia del Perú. Luego, tuvieron una conversación en privado. Durante aquel encuentro, los oficiales de ambos bandos confraternizaron. Antonio Tur, brigadier del ejército realista, abrazó a su hermano Vicente Tur, teniente coronel del ejército peruano.

Llegado el momento de la batalla, los soldados realistas vistieron uniforme de gala ­algo muy inusual-. A partir de entonces, sucedieron algunas cosas extrañas: la batalla fue muy corta, teniendo en cuenta que el ejército español tenía superioridad numérica y táctica, intriga saber que fueron derrotados en apenas dos horas.
En medio de la batalla, una crónica escrita por el capitán Manuel Antonio López —un testigo de los acontecimientos— indica que el general realista Gerónimo Valdés exclamó: “Mediavilla, dígale usted al Virrey que esta comedia se la llevó el demonio”. ¿A cuál comedia se refiere? ¿Es posible que hubieran pactado en la entrevista privada entre Monet y Córdoba?, los soldados no sabrían de la existencia de tal pacto, sus oficiales harían un simulacro de guerra con algunas bajas, ¿y al final vendría la rendición? El hecho de que el general independentista Sucre concediera términos muy generosos en la capitulación de los realistas añade elementos a la sospecha.

La moral de los oficiales españoles estaba por los suelos. La mayoría de estos oficiales habían demostrado claras simpatías liberales -muchos de ellos luego formaron parte de la camarilla de los “ayacuchos” en el partido liberal durante el convulso reinado de Isabel II-, y seguramente no tenían gran entusiasmo en luchar en nombre de un rey -Fernando VII- que un año antes había regresado como monarca absolutista, y que ahora perseguía fieramente a los liberales. Sobre estos oficiales pendía la amenaza de que la persecución también los salpicaría, y serían removidos de sus cargos, aun si resultaren victoriosos en el combate. El simulacro de batalla habría sido un intento de salvaguardar su honor, sin necesidad de inmolarse —o enfrentarse a sus propios amigos y familiares en el bando contrario— por una causa en la cual ya habían dejado de creer.
Lo cierto es que la batalla tuvo poco de gloriosa -excepto por los sospechosos uniformes de gala­, que tuvo lugar sin recibir la respuesta del Rey a la misiva de la Serna, la respuesta que traía Espartero, que Joaquín Baldomero no hubiera negociado tal cosa como ya demostró antes en las conversaciones en Salta, y que la composición étnica de los ejércitos no era la de españoles contra americanos, sino más cercana a guerras civiles, incluso con familias divididas entre ambos bandos.

Comentarios de la Independencia Americana

Permítanme que no les dé mi opinión, aunque seguramente ya la han deducido, sino que formen ustedes la propia con lo que dijeron alguno de los protagonistas:
• La América es ingobernable. Los que han servido a la revolución han arado en el mar. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. Estos países caerán infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a las de tiranuelos, casi imperceptibles, de todos los colores y razas, devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad. Los europeos, tal vez, no se dignarán a conquistarlos. Si fuera posible que una parte del mundo volviera al caos primitivo, éste sería el último período de la América. Simón Bolívar, carta al general Juan José Flores en 1830.
• A la verdad cuando uno considera que tanta sangre y sacrificios no han sido empleados sino para perpetuar el desorden y la anarquía se llena el alma del más cruel desconsuelo. Juan José San Martín, carta a Bernardo de O’Higgins en 1841.
• Nuestros acompañantes, muy atentos con nosotros, trataba a los indios como esclavos, no como hombres. Les mandaban traer provisiones y entregarnos sus caballos sin dignarse a decirles lo que se les pagaría y ni siquiera si se les pagaría. Habiéndonos quedado solos una mañana con uno de estos pobres hombres, no tardamos en hacer amistad, dándoles cigarrillos y mate. Después nos expusieron sus numerosos motivos de queja acabando por decirnos: “Nos tratan así porque somos u nos pobres indicios ignorantes; no sucedía esto cuanto teníamos un rey.” Charles Darwin, “viaje de un mundo naturalista alrededor del mundo, 1839 (Chile).
• Si. Estoy arrepentido en buena parte por haberme levantado contra España y, es por eso, que cuando se celebraron los funerales en Manila del Rey Alfonso de España, yo me presenté en la catedral para sorpresa de los españoles. Y me preguntaron por qué había venido a los funerales del Rey de España en contra del cual me alcé en rebelión…
Y, les dije, que sigue siendo mi Rey porque bajo España siempre fuimos súbditos, o ciudadanos, españoles pero que ahora, bajo los Estados Unidos, somos tan solo un Mercado de consumidores de sus exportaciones, cuando no parias, poque nunca nos han hecho ciudadanos de ningún estado de Estados Unidos… Y los españoles me abrieron paso y me trataron como su hermano en aquel día tan significativo. Emilio Aguinaldo Presidente de Filipinas. Entrevista en ABC en 1958.
• Por cierto, si visitan Madrid en una de las fachadas del Palacio Real de Madrid se encuentran, acompañados por otros reyes españoles, las estatuas de Moctezuma y Atahualpa, los últimos emperadores de los mexicas y de los incas. ¿Por qué? Son los Reyes de los distintos Reinos de la península ibérica y de los territorios de otros continentes que se incorporaron a la Monarquía española.

Cambio de rumbo inglés, “cambio de chaqueta”, nacimiento del Mito Romántico

A principios del siglo XIX surgió una imagen diferente sobre España y los españoles. Se trataba de una percepción derivada del Mito Romántico sobre el país y sus habitantes que haría olvidar interesadamente a la opinión pública británica y a sus gobernantes los estereotipos adversos. Si la Leyenda Negra había nacido de la rivalidad anglo-española en el siglo XVI, el mito de la España romántica iba a surgir en un contexto del espontáneo levantamiento popular contra los ejércitos franceses de Napoleón en 1808. El comienzo de la Guerra de Independencia en España provocó un entusiasmo sin precedentes en Gran Bretaña y generó una nueva sensibilidad oficial y popular hacia España y los españoles. El interés británico estaba en que otro país combatía a Francia ya que los ingleses estuvieron en una guerra interminable con Francia iniciada en 1793 y acabada en 1815. Por eso mismo, Gran Bretaña, enfrentada en solitario al empuje militar napoleónico, recibió con enorme alivio la insurrección española, y se aprestó a concluir la alianza política y militar hispano-británica contra su enemigo común francés.

Como resultado se contrapuso la imagen de la Leyenda a una imagen mítica de nuevo pero contrapuesta: la España Romántica, pasando esta nueva imagen a positiva y ponderativa. Los vicios y defectos de los españoles se volvieron virtudes y perfecciones: la crueldad hispana se convirtió en valentía indómita, el fanatismo en pasión, y la soberbia altanera se hizo orgullo patriótico. Los tipos humanos que encarnaban esta imagen serían ahora los guerrilleros anónimos, los defensores de Zaragoza, los cientos de Quijotes amantes de su libertad e individualidad.

Para ello los poetas románticos británicos como lord Byron, Sir Walter Scott, etc., loarían. Y también los viajeros británicos que durante el siglo XIX se acercaron al país para descubrir su exotismo y hablar de él. De aquí surge la imagen del torero, el bandolero, la gitana, la defensa a ultranza del honor. Todo esto una vez que España había perdido el control y comercio con Hispanoamérica quedando en mano de ingleses principalmente.

Acto final

Hasta aquí lo que les quería contar hoy, sobre la leyenda negra y sobre la época en la que vivió Espartero. Un placer haber podido hoy compartir estas líneas, estos hechos históricos, que espero que les sirvan a ustedes para poder formar su propia opinión sobre la Leyenda Negra y sin pretender que lleguen a pensar que los españoles fuimos ángeles salvadores, sí que España hizo muchas cosas, algunas no tan buenas, pero la mayoría estupendas.

No hay mayor libertad que la educación, que por cierto se “mamá” en casa, la cultura y el conocimiento de la historia. No hay mayor cárcel que la ignorancia que normalmente conduce a la mentira. No hay mayor condena que observar impasible como te dicen lo que eres cubriéndote con un negro manto, ni siquiera cuando te alaban. Nada como conocer el pasado, estar orgulloso del origen y mirar al futuro de frente. Orgulloso de la civilización española que personalmente considero que es de las más importantes después de la griega y la Romana.

Si soy capaz de sacar algunos huecos de mi tiempo, espero que puedan leer más sobre esta época en el libro que estoy escribiendo de “Martín Azañón, en un reino sin rey”.

Gracias de nuevo al Ayuntamiento, a Prado y a todos ustedes por escucharme en estas horas de las cañas y de la comida.

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