INTRODUCCIÓN
La complejidad de las sociedades desarrolladas de este fin de siglo parece residir principalmente en que no son homogéneas. Junto a la riqueza, la opulencia y el acceso al consumo de unas capas de población, conviven la pobreza, la mendicidad y la imposibilidad de acceder a un estándar mínimo de calidad de vida (educación, sanidad, empleo, vivienda) de otras capas. Están presentes también los problemas de la desigualdad en el acceso a la cultura, al ocio, al desarrollo pleno de las capacidades personales. En definitiva, las nuestras son sociedades duales.
A esto se añaden los problemas del subdesarrollo de los pueblos del Tercer Mundo, el agravamiento a gran escala del deterioro medioambiental y las reacciones insolidarias que se producen en la sociedad frente a ciertas situaciones, algunas nuevas y otras no tanto (inmigración, SIDA, envejecimiento, minusvalías, …).
De la mano de todos estos problemas, muchos colectivos de personas han de padecer alguna clase de desigualdad, marginación o situación de riesgo que identifica a tales personas como colectivos vulnerables.
Frente a las necesidades que estas situaciones generan, la conciencia de la Humanidad ha ido concretando con el tiempo lo que hay de esencial e irrenunciable en la dignidad del ser humano y ha permitido construir una ideología universal, amplia, conectada con las aspiraciones y necesidades humanas y de marcado contenido emancipador, aunando valores, principios y derechos de las personas: la ideología de los derechos humanos.
Las preocupaciones se mueven, en definitiva, en dos direcciones básicas complementarias: por una parte la de contribuir a que tales grupos experimenten mejorías en su calidad de vida y en su capacidad para hacer frente a las situaciones más extremas y, por otra, que las experimenten en el reconocimiento de sus derechos y, por tanto, en su valoración como personas; todo ello con el objetivo de mejorar su capacidad de hecho para realizar un plan de vida autónomo en condiciones de igualdad, libertad y dignidad.
De la existencia de estos problemas surge la participación del Estado tratando de modificar todas estas externalidades (teoría del estado del bienestar). En este modelo el Mercado se responsabilizaba del crecimiento y el Estado en su papel de corrector de los fallos del sistema económico, trata de modificar las deficiencias mediante la redistribución de la renta y el aseguramiento de los niveles mínimos de vida; tratando de corregir las patologías que el Mercado originaba.
Este sistema se muestra incompleto y entra en crisis, tratando a partir de ese momento de desviar todas las exigencias posibles al mercado, disminuyendo o privatizando servicios públicos, volviendo al sistema de libre competencia. Pero, la crisis del Estado del Bienestar no ha sido únicamente una privatización de servicios, sino que ha dado lugar al replanteamiento del papel del Estado, del Mercado y de la Sociedad Civil.
A partir de este momento surge la división de los agentes sociales en tres grandes campos.
à Iniciativa privada: Entidades que desarrollan su actividad con ánimo de lucro. Se mueve dentro del sistema de libre competencia donde el mercado fija tanto cantidades como precios.
à Iniciativa pública. Formada por las administraciones públicas, los organismos autónomos y las empresas públicas. La financiación de este agente tiene su origen en los fondos públicos. Tanto cantidades como precios se forman tanto por decisiones sociales como políticas.
à Iniciativa social: Engloba una serie de instituciones, asociaciones y entidades sin animo de lucro no gubernamentales.
De esta forma surgen una serie de instituciones que sin pertenecer al sector público persiguen unos objetivos que pretenden incidir en este estado del bienestar. La aparición de las Instituciones sin fines de lucro se debe tanto a fallos del mercado como al fallo del Estado en su función de asegurar una provisión de recursos eficiente (Weisbrod).
Las Instituciones sin fines de lucro, en la sociedad actual tienen un papel muy importante junto al Estado. En un principio las también llamadas Organizaciones no Gubernamentales (ONG) se han desarrollado con vínculos estrechos con él, cuestionándose su autonomía dado que la financiación de gran número de ellas ha dependido directamente de los presupuestos del Estado; llegando a ser organizaciones instrumentales del mismo. Así en los últimos años en España, al igual que en el resto de Europa, este tipo de instituciones han incrementado su dependencia del sector público en detrimento de las fuentes de financiación privadas (por ejemplo las organizaciones que surgen para conseguir subvenciones públicas realizando posteriormente su labor en el tercer mundo). Esta reflexión no quiere decir que las ONG no tengan como fuente de financiación importante en el Estado sino que sus fuentes deberán ser diversas y suficientes de forma que se garantice la autonomía. No debemos olvidar que aunque el voluntariado pueda colaborar con el Estado en la prestación de múltiples servicios que corresponden al sector público en su función universalizadora y de redistribución mantiene espacios propios de actuación.
Las Organizaciones sin fines de lucro deben desarrollar un papel de cobertura allí donde las necesidades no están cubiertas bien sea por el Estado o por el sector Privado, actuando de forma complementaria e independiente de los mismos, especializándose; pero también deben desenvolverse en otros ámbitos de actuación llevando sus características y manera particular de “saber hacer” a los mismos.
Dentro de este tipo de organizaciones, podemos distinguir, a grandes rasgos, dos tipos: Instituciones centradas en la función instrumental o asociaciones para resolver problemas sociales, y organizaciones de tipo expresivo que se dedican a la satisfacción de los miembros de la forman.
En las próximas líneas trataremos de adentrarnos en la especificidad de las Organizaciones sin fines de lucro, Instituciones sin fines de lucro u Organizaciones no Gubernamentales, centrándonos en aquellos aspectos que influyen directamente en su gerencia y gestión.
1.2. EL TERCER SECTOR
La estructura clásica de las sociedades industrializadas capitalistas se forma por la existencia de dos grandes sectores: El sector privado y el sector público. Junto a estos dos coexiste un Sector Privado no Lucrativo o Tercer Sector cuya función es la de producir un cambio en la estructura social a la vez que sirve productos no destinados, en principio, a la venta, para grupos particulares con los recursos obtenidos de pagos voluntarios de los grupos particulares.
El sector público está formado por las Administraciones Públicas, las Empresas Públicas y los Organismos Públicos; cuyo control ejecutan grupos legitimados por el poder político y por tanto en última instancia por la sociedad.
El sector privado “mercantil” esta compuesto por todas las empresas privadas con fines lucrativos. El control pertenece a los propietarios privados.
Junto a estos dos, se discute la existencia del Tercer Sector, formado por un mundo diverso de entidades que no pertenecen a ninguno de los dos grupos anteriores. Por tanto las entidades que lo comprenden quedan definidas de modo “negativo” (aquello que no son). Así y para indicar su diferencia con el Mercado (Business) se habla de Entidades sin fines de lucro (non profit), y para diferenciarlo del Estado (Goverment) sus organizaciones reciben el nombre de no gubernamentales (O.N.G.). (Hodgkinson, 1989; Payton, 1988; Van Til, 1990).
En una primera aproximación, y sin perjuicio de un tratamiento más profundo mas adelante, las diferencias existentes entre las Organizaciones sin fines de lucro con las administraciones públicas y con las empresas privadas pueden establecerse en:
· Las administraciones públicas se nutren de recursos exigidos coactivamente, mientras que las entidades sin fines de lucro se financian con aportaciones voluntarias.
· Las administraciones públicas efectúan operaciones de distribución de la renta y de riqueza.
· Asimismo, las diferencias existentes entre las organizaciones sin fines de lucro y las entidades privadas mercantiles se centran en la existencia de lucro en sus operaciones.
La existencia del Tercer Sector queda seriamente discutida. En los actuales sistemas de economía mixta, o economía social de mercado, las fronteras entre lo privado y lo público quedan diluidas: Por tanto y partiendo de la definición negativa <<No lucrativa – No gubernamental>>, nos encontramos con el problema de delimitación del Tercer Sector y del grupo de instituciones que lo forman. A este dilema hay que añadirle la heterogeneidad de las organizaciones que se integran dentro de la definición Instituciones sin fines de lucro, que en muchos casos contienen entre ellas mas rasgos diferenciadores que comunes.
A su vez, algunas de las entidades que se engloban dentro de este sector, sólo en sentido estricto y literal puede afirmarse que no tienen ánimo de lucro. En cuanto a la independencia de las ONG frente al estado, como ya se ha indicado en la introducción, queda cuestionada, ya que en algunos casos han llegado a ser organizaciones instrumentales del mismo, enturbiando cada vez más esta independencia por la vinculación de este tipo de instituciones al sector público a través de la gestión indirecta y de las subvenciones que reciben del mismo.
Ahora bien, la existencia de estas dificultades a la hora de delimitar el Tercer Sector, no debe conducirnos a negar la existencia de un Universo de Instituciones que tienen unos objetivos comunes dentro de la sociedad civil, con funciones propias:
à Contribuyen a una organización social más pujante capaz de defender sus derechos.
à Son fuentes de innovación y dinamización social.
à Son capaces de prestar servicios que no quedan cubiertos por ninguno de los otros dos sectores, enfrentándose con fallos del mercado y tratando de corregir sus deficiencias.
à Son un puente de comunicación entre el tejido social y las estructuras sociales.
Así podemos definir el Tercer Sector como aquel formado por una serie de Instituciones, altruistas, solidarias y voluntarias, que surgidas de la propia sociedad, pretenden conseguir mediante su actuación sobre el medio social, unos Objetivos múltiples difíciles de medir, dirigidos a la obtención de mejorías en la calidad de vida y reconocimiento de derechos.