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Epifanio Novalbos Valbuena. Veterinario y académico. Hijo ilustre de Granátula

Esta tierra manchega siempre ha contado con una importante cabaña lanar. Quizás por este motivo la Mancha ha sido cuna de ilustres veterinarios. En Granátula el día 7 de abril de 1832 nacía el que había de ser Académico de Medicina por sus conocimientos veterinarios D. Epifanio Novalbos Balbuena.

D. Epifanio era el mayor de siete hermanos fruto del matrimonio de D. Antonio Novalbos Torralba y Dª Baldomera Balbuena Moreno. D. Antonio poseía una herrería junto a su vivienda situada en la calle del Carmen número 7.

Fue bautizado por Espartero, no por D. Baldomero sino por su hermano mayor D. Manuel (la Familia Fernández – Espartero contó con tres sacerdotes e incluso Baldomero curso estos estudios antes de que se incorporara al ejército en Ciudad Real).

A los 13 años moría su padre fruto de un accidente en el taller cuando estaba reparando un trabuco que desconocía que estuviera cargado. No tardó en quedar huérfano completamente quedando al frente del hogar al ser el hermano mayor.

Trabajó como herrero en distintos lugares llegando a Calzada de Calatrava donde presto sus servicios en el taller de los Molinas. Precisamente ésta familia contaba con una tradición veterinaria muy importante (don Eusebio Molina Muñoz, fue veterinario militar; y D. Agustín Molina fue uno de los fundadores del Colegio Oficial de Veterinarios de Ciudad Real) influyendo seguramente en D. Epifanio.

El 29 de octubre de 1855 se matrícula en la Escuela de Veterinaria de Córdoba a los 23 años. Con no pocas dificultades económicas y de preparación previa pasó los dos primeros exámenes obteniendo los dos únicos aprobados de su vida. Sí los dos únicos aprobados porque de aquí en adelante las calificaciones mínimas serían de sobresaliente.

Las dificultades económicas fueron subsanadas en parte al ofrecerle el director de la Escuela la escribanía de la Secretaría para que le ayudase en los trabajos administrativos. Al finalizar el segundo curso optó a una plaza de «alumno pensionado» ayudando en los servicios de clínica.

Mostraba su capacidad para la enseñanza ya en su época de estudiante ya que facilitaba gratuitamente a sus compañeros los apuntes extractados y pasados a limpio.

Obtuvo el título de veterinario de segundo al terminar los 3 años el 16 de junio de 1858. Se matriculó en cuarto curso con siguiendo las máxima calificaciones. Para poder cursar el quinto curso contó con la inestimable ayuda de su protector ya que este curso solo podía cursarse en la Escuela de Madrid y las disponibilidades económicas de D. Epifanio eran mínimas. Antes de terminar el quinto curso opositó a las tres plazas de disectores anatómicos que para todo el territorio español se convocaron (Córdoba, Zaragoza y León) obteniendo el número uno y eligiendo la de Córdoba. Tomó posesión de la plaza el 16 de junio, unos días después de terminar la reválida para obtener el título de veterinario de primera clase.

Su afán de perfección y de obtener conocimientos le llevó a matricularse en 1869 en todas las asignaturas de bachillerato, consiguiendo aprobarlas así como la correspondiente reválida, entrando en posesión del titulo con fecha de 17 de junio de 1870.

Pero no quedó ahí sino que por libre cursó la carrera de Farmacia en la Universidad de Madrid, realizando la reválida y obteniendo el título en 1873.

Una gripe se llevó a D. Epifanio, falleciendo a las tres de la tarde del 28 de febrero de 1901.

Vida profesional

Su vida académica se inició en el curso 1859-60 al lado de su maestro D. Enrique Martín con la enseñanza y disección de la Anatomía en la Escuela de Córdoba.

En julio de 1873 se presenta a las oposiciones para cubrir la plaza de disector anatómico y constructor de piezas anatómicas de la Escuela de Madrid. Entre sus contrincantes se encontraba D. Santiago de la Villa quién obtuvo la plaza y que sería su «bestia negra» ya que ambos concurrirían a multitud de puestos quedando siempre D. Epifanio, sin ningún tipo de recomendaciones que si tenía el Sr. Villa, en segundo lugar aunque eso sí siempre con felicitaciones del tribunal.

Así la Cátedra de Anatomía de la Escuela de Madrid sería ocupada por D. Santiago de la Villa. Nuestro querido Epifanio tuvo que conformarse con ser Catedrático de Física, Química y Ciencias Naturales opositando a la plaza que dejó libre el Sr. Villa al venirse a Madrid a ocupar la cátedra de anatomía, que obtuvo con el voto unánime del tribunal.

En Zaragoza estuvo hasta 1875, hasta que por concurso en este año se trasladó a Madrid lugar dónde estuvo hasta su muerte.

Fue nombrado académico de la Real Sociedad Patriótica de Córdoba y su Reino, de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Letras.

D. Epifanio ocupó el sillón dedicado a la sección de Higiene de La Real Academía de Medicina de Madrid el 28 de junio de 1891 con el discurso «Los Enterozoarios del hombre en relación con la higiene», punto cumbre en su carrera.

Para definir lo que fue la vida de D. Epifanio Novalbos Balbuena reproducimos lo que citó D. Dalmacio García Izcara en su discurso de toma de posesión de la plaza que D. Epifanio dejó vacante tras su fallecimiento «Huérfano de padre y madre desde temprana edad y sin mas bienes de fortuna que la nobleza de su alma y gran apego al trabajo que heredó de sus mayores. Fue uno de esos hombres a quienes no les abate la desgracia, sino que en todo momento disponen su ánimo a luchar valerosamente para vencer las más diversas contrariedades, que la vida material ofrece a los desesperados. Con grandes apuros y privaciones, hizo en la Escuela de Córdoba los estudios, mereciendo las mejores calificaciones en todos los exámenes y alcanzó una plaza de pensionado. Parco en aquellas teorías no muy bien cimentadas, era partidario de las demostraciones prácticas; hablaba poco diciendo mucho y a conciencia; era, en una palabra, modelo de concisión y claridad. El tiempo que le restaba de sus habituales ocupaciones, lo dedicaba a sus discípulos para adiestrarlos en demostraciones prácticas. El magisterio constituía para él un verdadero sacerdocio y por eso le consagraba todos sus afanes. Introdujo en las asignaturas que le estaban confiadas, reformas dignas del mayor encomio y los gabinetes puestos a su cuidado fueron objeto, por su parte, de una revisión prolija y consciente y de un aumento considerable de material. Invertía casi todo el tiempo en labores de enseñanza, por la mañana en la cátedra y por la tarde en el laboratorio, preparando y ordenando lo necesario para la lección inmediata. No descansaba.»

Nuestro homenaje a este hombre que por sus propios méritos llegó a ser todo en el mundo veterinario y académico.

D. Anacleto Meoro, obispo de Almería. Hijo ilustre de Granátula

D. Anacleto Meoro Sánchez nació en Granátula el día de 13 de julio de 1778. A los dos días de nacimiento sus padres D. Antonio y doña Josefa lo bautizaron en la Iglesia de Santa Ana poniéndole el nombre de Anacleto José. Fue bautizado por el prior del hábito de Calatrava D. Alonso Treviño y Carrillo y confirmado a los 4 años junto a sus hermanas Eusebia e Hijinia de manos del arzobispo auxiliar de Toledo y titular de Constantina D. Felipe Pérez de Santa María.

Se licenció como letrado, doctor en cánones, ejerciendo posteriormente en el arzobispado de Toledo y en el obispado de Cartagena diversos cargos de judicatura eclesiástica. Fue vicario capitular y gobernador eclesiástico de ésta última en 1825.

La Reina lo propuso para cubrir la vacante de la diócesis de Almería el 12 de septiembre de 1847. El 16 fue designado mediante un real decreto del Ministerio de Gracia y Justicia como Obispo para Almería, con la condición de una nueva demarcación de la diócesis. Acepta el obispado con dicha condición «confiando no en mis débiles fuerzas sino en los auxilios de la divina providencia«.

El nuncio monseñor Juan Brunelli, arzobispo de Tesalónica, inició el proceso en Madrid el 15 de octubre de 1847, terminando con la aceptación por el Papa Pio IX el 17 de diciembre de 1847. Las bulas las firmó el 24 de diciembre de 1847.

Fue consagrado episcopalmente el 9 de abril de 1848 en el Monasterio de la Encarnación de Madrid por Monseñor Giovanni Brunelli, nuncio de Su Santidad, asistido por D. Manuel Joaquín Tarancón Morón, obispo de Córdoba y D. Gregorio Sánchez Rubio obispo de Osma.

Tomó posesión de la diócesis de Almería el día 16 de abril de 1848, asistiendo las autoridades, corporaciones, nobleza y el pueblo.

El 29 de abril el Sr. Meoro escribe desde Murcia al presidente del Cabildo comunicándole que muy probablemente llegará a Cartagena un vapor que va en dirección al puerto de Almería y su intención de embarcar en él.

Se acuerda que los comisarios del año se encarguen de la preparación del tablado y de todo lo necesario adquiriendo, entre otras cosas, «cohetes para su disparo en los tipos y puntos oportunos a la mayor solemnidad». Siendo escasos los recursos de los que dispone la diócesis se acuerda encargar un pectoral para entregarle el día de su llegada y abonar su costo los capitulares. El día 10 de mayo de 1848 llegó el obispo D. Anacleto Meoro a Almería.

La situación en Almería era caótica. Así, contestando a una carta de Brunelli del 19 de septiembre de 1848, D. Anacleto dice textualmente «Es tristísima la posición en que nos encontramos; acaso en Madrid creerían que exageramos… si vinieran a las provincias verían que es certísimo que por falta de recursos, ni el obispo puede cumplir con su ministerio, ni los párrocos en sus iglesias… unos y otros se ven afligidos con la más espantosa miseria, que los templos se ven arruinarse sin poder repararlos y que el culto se da a Dios del modo más indecente, faltando por necesidad a lo prevenido por sagradas rúbricas, teniendo que usar ornamentos y vasos sagrados que deberían estar recogidos…».

La figura de Don Anacleto Meoro es tanto más impresionante si tenemos en cuenta la avanzada edad con la que llega al episcopado, 69 años y medio, y los achaques de la enfermedad de la que muere a los 85 años. Recibe una diócesis paupérrima después de la vacante más larga de la historia (15 años). No se ha obtenido confirmación de la grave enfermedad que le aquejó, pero por el contenido de una carta al Ayuntamiento de Senés en 1855 deducimos que pudiera ser Párquinson: «y ofrece acudir toda vez que las trémulas manos de V.S.I. enarbole el Estandarte de la religión Católica Apostólica Romana».

Quizás uno de los mejores exponentes del pensamiento de D. Anacleto sea la pastoral que escribió sobre la «Armonía entre la Iglesia y el Estado». En un documento dirigido al nuncio en 1858 le pide su intervención ante el Gobierno para que resuelva en bien de la Religión y de la Iglesia para cumplir esta su misión en la tierra. Dice «que los fieles relajan sus costumbres, se veja la Religión y desprestigia el Santo Misterio». En nueve apartados hace exposición de los problemas existentes:

  • Hay indiferencia, no descreimiento, de verdades y prácticas religiosas. Olvido de las obligaciones cristianas. Usura y concubinatos, arruinando las familias y escandalizando la grey fiel. Los divorcios voluntarios sin intervención de la autoridad eclesiástica son muy frecuentes. Alguna vez va a la autoridad civil como conciliación entre conyugues.

Los días festivos y la cuaresma son escarnecidos. Hay robos sacrílegos y desacatos. Las exhortaciones del prelado y los párrocos son vanas. Las exhortaciones fraternales y suaves no vales. Cuando acudimos a la autoridad civil –dice- nos tratan con urbanidad y deferencia, pero hay un código penal que ata las manos. Desea que el Gobierno de S. M. restablezca disposiciones civiles que apoyen las leyes eclesiásticas y prevengan a las autoridades provinciales que den auxilio eficaz a los prelados, castiguen a los contumaces y corrijan lo necesario.

  • Los apuros del tesoro público son, sin duda, la causa de que no se reparen los templos. En dos de alguna consideración están sin templo parroquial. En otros pueblos y aldeas amenazan ruina, otros apuntalados, otros hundidos por la lluvia. Casi todos están afectados y necesitan reparación. Cuanto más se tarde será más costoso. Esto influye en el retraimiento de los fieles. Hay que urgir al gobierno para que libre fondos.
  • El crecimiento de la población exige aumentos de parroquias y ministros. Se proyecta hacer el arreglo parroquial. Envíe –dice don Anacleto- el expediente al Gobierno a fines de 1855 y principios de 1856. Ruego al nuncio active su planteamiento y ejecución entretanto se le permita que la provisión de los beneficios parroquiales sean en propiedad o en economato, pues aunque este último se me acaba de permitir, me coartan a uno por parroquia con determinadas circunstancias. Tengo pueblos con 4.000 almas con solamente tres sacerdotes.
  • La dotación de coadjutores es tan mezquina y la de párrocos tan insuficiente que los primeros apenas si tienen para vivir y los segundos viven sin independencia y decoro. Urge tratar este asunto.
  • No nos quejamos del pago de haberes del clero en esta provincia, pero es de manera tan independiente que desapareció la disciplina eclesiástica. Por decoro de la Iglesia hay que descartar el sistema. Que se encargue al prelado el cupo y él lo distribuya. Ahora somos meros asalariados del Gobierno, como empleados públicos y expuestos a las vicisitudes políticas.
  • Hay necesidad del establecimiento de órdenes religiosas según el Concordato de la Santa Sede y Su Majestad. Es notoria su necesidad. Aquí urge que devuelvan el Convento de Santo Domingo, hoy instituto, el de los mínimos de Vera, cualquiera de los de San Francisco de Albox, Cuevas o Vélez Rubio. Éste lo arreglaría el pueblo.
  • En la primera desamortización se vendieron, como libres, bienes que tenían cargas pías. En la segunda se han redimido muchas memorias. En el intermedio se recaudaron algunos atrasos aplicables a pías fundaciones y el Gobierno los hizo aplicar a la dotación del clero. Las cargas están sin cumplir, en fraude de los fundadores. Es necesario se lleve a efecto el acuerdo anunciado en el art. 39 del Concordato.
  • Es muy conveniente se deje expedita la provisión de las capellanías.
  • Conforme con los obispos, es necesario la celebración de un concilio nacional, y antes o después los provinciales y diocesanos, para cortar muchos males y arreglar los negocios eclesiásticos y que se respeten las costumbres, aunque no dé todo el fruto apetecido. Quizás no habría libertad de sufragios y de discusión y no creo nos auxilien a mandar su ejecución.

D. Anacleto también protestó ante el Gobierno por la prohibición que éste impuso a los obispos de condenar públicamente los impresos contra el dogma y la moral católica, y prohibió en la diócesis el libro titulado «El puro católico».

Expuso siempre la contrariedad y agravio económico que había supuesto la desamortización de los bienes eclesiales «no creen que sea realmente un preocuparse de los pobres –cita D. Anacleto-, ya que está demostrado que con la desamortización no se beneficiaron estos sino todo lo contrario. Los bienes de la Iglesia además de ayudar a desempeñar bien los obispados y las parroquias, servían para los Establecimientos de Enseñanza Pública, Hospitales y Casas de Beneficencia, para mendigos e imposibilitados de trabajar y sus familias, sin contar los colonos, artesanos y braceros que sustentaban sus largas familias de estos bienes eran para ellos una garantía.»

En 1862 la reina Isabel II visitó Almería y el Cabildo en su visita por toda Andalucía. El Cabildo tomó medidas para preparar la llegada de la reina blanqueando la Catedral y realizando un nuevo dosel y comprando cera para la iluminación del templete, templo y otros. Se agasajó a la reina con luminarias en la fachada de la Catedral y una recepción. La imagen de la Santísima Virgen del Mar fue trasladada, como era tradicional en las grandes fiestas a la Catedral. En ella la Reina rezó ante la Virgen y debió llamarle la atención la pobreza de ropas ya que prometió enviarle un manto nuevo.

Durante el pontificado se erigió en la Catedral la Penitenciaría y se hicieron las obras en el Seminario. Así D. Anacleto afronta la gran obra de ampliación del antiguo edificio, duplicando la capacidad del mismo. La ampliación del edificio le traerá contrariedades, sobre todo en las relaciones con el nuncio Monseñor Brunelli. Estas contrariedades se derivan de su de su afán de utilizar un terreno contiguo de las Concepcionistas utilizando las facultades concedidas a los obispos por diez años por el motu proprio del Papa Pío IX. Después de diversas cartas y refriegas se zanjó la cuestión con la advertencia del nuncio de que le da licencia para la compra a las monjas del terreno con la condición de que entregue a ellas el dinero (14.815 reales).

Pero no terminaron aquí las disputas con las monjas. El monasterio de las claras, al no llegar la comunidad a 20 fue enajenado. Así pasaron a convivir en el monasterio de las Concepcionistas. A su llegada D. Anacleto las encuentra viviendo bajo el mismo techo pero no conviviendo. No conseguirá solucionar este problema sino que la solución le llegará en mandato episcopal. Don Anacleto planteará la unión de las dos comunidades. Adjuntará al nuncio el proyecto enviado a Roma. En éste se proponía hacer de las puras y las claras una sola comunidad, ya que ambas tenían la regla de San Francisco y solamente se distinguían por el hábito y poca cosa. Durante 9 años estuvo peleando D. Anacleto con la nunciatura, que sufrió cambio de titular pasando al Monseñor Barili, terminando con el rechazo definitivo por la Santa Sede –El nuncio le insiste en que se respeten las puras totalmente. Ya le insistió él y el secretario de Estado sobre el tema y ahora el mismo pontífice-.

En la tarde del día 2 de enero de 1864, el deán D. Francisco de Paula Gómez Barragán, convocaba con urgencia un cabildo extraordinario, dando la noticia de que ese mismo día a las dos y media de la tarde había fallecido D. Anacleto Meoro y Sánchez, obispo de la diócesis. Recibió sepultura en la capilla de la Esperanza. En su testamento anunciaba su deseo que se entregase a la Catedral el regalo recibido de SS.MM. los Reyes en su visita a Almería el 20 de octubre de 1862, consistente en una caja en la que se contenían un cáliz, patena y cucharita, todo sobredorado con relieves de mucho mérito.

Recorrido histórico por Granátula

Dentro de la programación cultural de las fiestas del Cristo, en el año 2009 se incluyó una visita histórica por Granátula. De la mano de Juan Manuel Donoso Gómez y de este que les escribe, Juan Jesús Donoso Azañón, nos dimos una vuelta por las calles que rezuman historía.

¿Sabes porque la calle del Santo se llama así? ¿Conoces dónde se ubicaba el molino de viento? ¿Sabes lo que era la casa de la Tercia?

Si te interesa la historia de Granátula mira los siguientes videos, que si bien el sonido era ambiental y de vez en cuando se cruzaban sonidos como el de motos, recogen lo más importante de lo que fue aquella visita.


Historia de la Hermandad del Santo Cristo de la Resurrección

Se ignora la fecha de fundación de esta Hermandad o Cofradía cuyos fines, como sucede en la mayoría de estas instituciones eran de tipo religioso y benéfico, llevando emparejado también el tipo festivo, ya que en la antigüedad la única forma que tenían los pueblos para distraerse sin ser molestados por la autoridad o la inquisición, era apoyarse en la religión.

El dato más antiguo que se posee es del 17 de Noviembre de 1.661, fecha en la que fue bendecida y abierta al culto la Ermita del Calvario, dedicada a la Resurrección del Hijo de Dios, por el Ilmo. Sr. Obispo de Arcadia, y posiblemente levantada por esta Hermandad.

Ermita situada entonces en las afueras de la población, junto al camino (hoy carretera) que conducía y conduce a la ciudad de Almagro, quedando con el transcurso de los años dentro de la población; y al construirse el primer cementerio de Granátula en sus proximidades fue paso obligado por delante de ella de todos los entierros, rezándose así el último responso por el clero parroquial.

En ella se celebró culto en determinadas festividades hasta el año 1.936, en que el fanatismo antirreligioso de entonces asaltó el edificio, fusiló a la imagen del Resucitado, arrojándola después a la noria que había en las inmediaciones (huerto propiedad entonces de D. Carlos Maldonado y. hoy de los herederos de D. Romualdo Donoso) procediéndose días después a la demolición del edificio. En su antiguo solar todavía se sigue instalando (según la tradición y costumbre antigua) el «Huerto de los Olivos » para representar el Prendimiento de Jesús el día de jueves Santo.

Transcurridos los años de la guerra civil (1.936 – 1.939) se reanudó de forma oficiosa el culto al Resucitado en las dos festividades principales (14 de Septiembre y Domingo de Resurrección) Promovido por la devoción de algunos fieles que lo costeaban a sus expensas, celebrándose en la iglesia parroquia una Solemne Misa, ya que no existía ni imagen ni Ermita, hasta que en el año 1.952 se reorganizó la Hermandad con motivo de la donación a la misma de una nueva Imagen del Resucitado por D. Leocadio Azañón Carretero, en cuyo domicilio particular, se acordó quedara depositada dicha Imagen transcurridos los actos litúrgicos en su honor, hasta que con el tiempo pudiera edificarse una nueva Ermita.

Una vez reorganizada la Hermandad, se acuerda seguir con los mismos usos y costumbres». Entre ellos podernos destacar: Los hermanos debían acompañar en el entierro y funeral a los hermanos fallecidos, para lo cual se anunciaba el óbito mediante un toque de tambor que recorría las principales calles de la población al atardecer del día del Fallecimiento. El entierro también iba acompañado del correspondiente toque de tambor al día siguiente con el séquito de todos los hermanos, siendo penalizado con una multa, el que faltara sin causa justificada. Para aquellos hermanos cuyas familias no podían sufragar los gastos reglamentarios del entierro y funeral, la Hermandad los costeaba de sus fondos, pues este era el principal fin benéfico de la Institución, lo que hacía que muchas personas se inscribieran en estas Hermandades, con el fin de tener asegurado entierro y funeral el día de su fallecimiento; siendo por tanto el precedente de las actuales compañías de pompas fúnebres.

Con el escaso remanente ahorrado durante varios años y con los donativos extraordinarios de particulares, Instituciones Oficiales y Cajas de Ahorros, se proyectó levantar una nueva Ermita, en el año 1.982, a donde la piedad de los fieles pudiera venerar la Imagen del Santo Cristo, para lo cual la Corporación Municipal de Granátula presidida por aquellas fechas por D. Francisco Gómez Gómez, cedió en usufructo un pequeño solar de su propiedad, deforma triangular, situada en la calle del Arco, donde se sitúa actualmente la Ermita del Santo Cristo de Resurrección.

Molino de agua Calatrava

Fuera de los yacimientos arqueológicos, y ya en una época más reciente, nos encontramos con un nuevo tipo de molino que no precisa la utilización de la fuerza animal. Nos encontramos ante el

Molino de AGUA. Las primeras referencias de la sustitución de la fuerza humana o animal por la fuerza hidráulica, como fuente de energía para el funcionamiento del molino, la encontramos escrita por Antipates de Salónica, que en el año 84 a. C. ya nos habla de un molino de agua de rueda horizontal. Vitrubio, en el año 25 a. C. en su libro X, descubre la existencia de la rueda vertical movida por agua y aplicada a la molturación del grano (aceña). Posteriormente los árabes lo perfeccionan e introducen un nuevo elemento el Arubah, parte importante en el molino de cubo (en este caso la rueda que mueve el eje es horizontal).

A Granátula, sin dudar por la influencia de los «ingenieros del agua» – los árabes – llegan estos molinos. Era muy fácil de deducir que sí teníamos río ¿por qué no se iban a aprovechar sus aguas?. Y así fue. En la Vega del Jabalón quedaron sepultados para siempre tres sofisticados molinos, que por orden de la corriente fluvial recibieron los nombres de Molino Moro, Molino de Calatrava (fotografía de la derecha) y Molino de Columba.

El molino de agua es un molino rudimentario que se venía utilizando desde las primeras épocas del cultivo, consistía en dos grandes piedras planas y circulares con orificio central por donde pasaba un eje, su funcionamiento es tan interesante como primitivo. El agua se elevaba por una construcción de piedra o mampostería y aprovechando el desnivel del terreno abastece a una alberca alrededor de tres metros de profundidad que empujada por el agua del canal ejercía una gran presión.

Una vez lleno este depósito se abría el saetín o saetilla desde la sala de la molienda y con la presión y potencia del chorro, se movían y giraban violentamente las palas o cucharas del rodezno, y la piedra volandera, unida a él por la maza, en su rozamiento con la fina, molturaba el grano que caía por la tolva, convirtiéndolo en harina.

El esquema de un molino de agua es el siguiente:

Canal, también llamado Caz que era la presa que tomaba las aguas canalizadas del río y las vertía en el cubo o alberca como puede verse en la imagen. El cubo o la alberca estaba construido en piedra o en mampostería. En él se almacenaba el agua y mediante una compuerta se controlaba su salida hacia el rodezno. El conducto que conducía el agua hasta éste se denomina Saetín, y termina en una válvula (botana) que era accionada desde dentro del molino y que regulaba el caudal.

Rodezno o Rodendo: Aspas horizontales a la corriente y al molino. Está emplazado físicamente debajo del molino en el cárcavo (cueva excavada en la parte inferior). Cuando el agua pasa desde el canal empuja las cucharas o palas del interior del rodezno moviendo el eje que transmite el giro a la piedra corredera. El rodezno se apoya en una viga inferior, el sopuente. La altura del sopuente era regulable mediante el levador, que se accionaba desde dentro del molino, permitiendo su engrane o no con la piedra molturadora.

A través de un eje o acial transmitían un movimiento de giro a la muela superior. El acial se ajustaba en su parte superior al orificio central de una pletina de hierro que, a su vez, estaba incrustada en la muela superior; el movimiento de rotación del eje se transmitía a la muela a través de dicha pletina (maza o espada).

La muela inferior estaba anclada en una estructura fija, por encima del rodezno. A dicha base se sujetaba un sistema para regular la altura de la muela superior respecto de la inferior, con el fin de obtener la harina mas o menos fina.

El grano, depositado en la tolva se vertía a un canal que gracias a la vibración hacía caer de forma continua y pausada el grano al círculo central de la muela superior. La separación entre las dos muelas era mayor en la parte central, por donde iba entrando el grano, e iba disminuyendo hacia el exterior, por donde salía la harina. Entorno a las muelas existía un delantal de madera (el harnero) que impedía que la harina se derramase. Esta se vertía por un canal hacia una pileta donde se recogía para su posterior envasado en sacos y transporte. Toda la estructura de madera, desde la tolva de entrada del grano hasta el canal de salida de la harina, se sometía a un movimiento vibratorio, que ayudaba a la entrada del grano y a verter la harina al harnero.

Las estrías de la muela superior se desgastaban por el uso y se tenían que cincelar periódicamente. Para mover y voltear la muela se contaba con el dispositivo llamado cabria. Sobre la estructura en la que descansaban las muelas se levantaba una percha en ángulo, reforzado con un cartabón. Al final del brazo de la percha se colgaba unas pinzas de hierro que se cogían a los orificios esculpidos en los laterales de la muela. Con el peso, las pinzas se cerraban sobre la muela. La muela era izada y volteada para proceder a su reparación.

Por último y antes de proceder a su envasado la harina era preparada eliminando posibles impurezas y granos no machacados adecuadamente. Esta operación denominada criba se efectuaba en el cedazo que consta de un rodillo con palas giratorio (semejante al que actualmente llevan las modernas segadoras), cerniendo la harina molturada.

Y cómo no podía ser de otra forma el agua era devuelta a la naturaleza pudiendo ser reutilizada otra vez en otro molino corriente abajo. En la siguiente fotografía podemos ver la boca de salida del agua del molino Calatrava.

Sobre la antigua ermita del Santo Cristo de la Resurreccion

Las personas más ancianas han conocido la ermita del Santo Cristo en la actual calle del Duque de la Victoria, algo más adelante de la intersección con el camino de la Fuente. Esta ermita fue destruida durante la guerra civil, al igual que las imágenes del Santo Cristo y de Nuestra Señora de la Concepción. Históricamente se conocía por el nombre del Calvario, en cuanto allí existían tres cruces de piedra al modo del Calvario y se representaba la crucifixión de Cristo.

Los primeros datos que se conservan acerca de este Calvario son de 1593, ya que hablando de la cofradía de la Santa Veracruz, los Visitadores de la Orden mandan a esta cofradía: «Otrosí os mandamos que tengáis mucho cuidado en el sostenimiento y reparos del Calvario del dicho lugar que se hizo a costa de la dicha cofradía para que siempre esté bien tratado y decente». Probablemente por estos años sólo existirían las tres cruces antes mencionadas, sin ermita ni imagen alguna. Consta que a finales del siglo XVI, y luego el siglo XVII, iba allí la procesión penitencial de la cofradía de la Santa Cruz, el Jueves Santo por la tarde; el Viernes Santo por la tarde iba en procesión la cofradía de la Soledad, recorriendo las estaciones del ViaCrucis, y en este Calvario rezaban – escenificaban varias estaciones, entre ellas la Crucifixión, marchando la procesión hacia otras cruces que estaban más adelante hasta finalizar el recorrido.

Hervás, en 1882, habla de la ermita del «Calvario, dedicada a la Resurrección del Hijo de Dios, y abierta al culto por el Ilmo. Obispo de Arcadia el 17 de noviembre de 1661». Muy probablemente fue construida a costa de la cofradía de la Vera Cruz en 1661, en una época en la que se construyeron otras ermitas como la de San Blas o S. Sebastián, y de esta fecha sería la imagen del Santo Cristo. De este siglo XVII apenas hay datos de esta ermita; tan sólo hay someras menciones en los testamentos (como el de la mujer de Francisco Cañizares, que deja en 1664 «otra misa al santo Cristo de la Resurrección») o bien en las visitas que se hacían a los pueblos, que mencionan «ermita de la resurrección», la cual se dice que «es pequeña, y está extramuros» o bien «ermita de la Vera Cruz, extramuros».

Desde mediados del siglo XVII hasta 1936 apenas hay más datos de la ermita. Su superficie era de 115 m2; presidía la ermita la imagen del Santo Cristo, sin otra imagen hasta comienzos del S.XX, en que se lleva allí la imagen de la Concepción (a la que tanto rezaba Marino «el barbero»). Muchas personas dejan misas en el siglo XVII y XVIII a esta imagen, y alguno, 10 celemines de tierra en la Veredilla porque le dijeran misas en su altar.

Parece que no existía cofradía del Santo Cristo hasta mediados del S.XIX, ya que la fiesta del 14 de septiembre era del Stmo. Cristo de las Ánimas, advocación y cofradía que nada tenían que ver con el Cristo de la Resurrección. Hasta bien entrado el S.XIX, en que se crea la cofradía del Santo Cristo de la Resurrección, el reparo y limpieza de la ermita eran a cargo del administrador de la Fábrica de esta ermita, para pasar posteriormente a cargo del capitán de la cofradía.

En el S.XIX se van arruinando el resto de ermitas, pero esta ermita no se arruina o vende. El porqué hay que buscarlo en dos factores: por un lado es una ermita pequeña, que se puede sostener y reparar sin apenas gastos; pero sobre todo, se mantiene porque hacia 1830 se construye el cementerio a su lado (Cementerio Viejo).

La ermita sirve entonces como sala de autopsias, o bien donde se dejan los cadáveres de los «desgraciados» o en caso de ser forasteros. Así se dice de un faccioso muerto por disparos de bala «…cargasen el cadáver en una mula que se había llevado al efecto, y practicado así se condujo a esta población, depositándolo en la Ermita del Santo Cristo de la Resurrección, interim transcurrían las horas legales para el sepelio…»

Hasta 1936 se celebraban en esta ermita las vísperas, misa y procesión del Santo Cristo en el 14 de septiembre, al igual que la salida de la procesión del Domingo de Resurrección o la entrada en el día de San Marcos. Delante de la ermita también se escenificaba el Prendimiento, para lo cual se montaba el huerto de los olivos, que es lo único que queda de todas las representaciones religiosas de Semana Santa que se hacían en este paraje al menos desde el S.XVI.

Nota al dibujo: así reflejó el escribano en 1752 la ermita del Calvario o del Santo Cristo de la Resurrección. En el dibujo aparecen las tres cruces del Calvario, al igual que varios olivos. ¿Estaban plantados allí los olivos o el escribano refleja un huerto que se montaba en Semana Santa? De todas maneras, algo le debió impactar de esta ermita para reflejarla tan fielmente, cosa que no hace con el resto del pueblo.

Excavaciones en Oreto. Aparecen los restos de la iglesia Calatrava que hizo rivalidad con Toledo

Os dejo el artículo retwiteado del períodico Lanza sobre los hallazgos en Oreto