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De “SIKKA” a ZUQUECA: Un topónimo caminero de Oreto (Granátula de Calatrava)

Os dejo este artículo de ANA M. GARCÉS TARRAGONA (a quien quiero hacer este pequeño homenaje desde aquí, por su vida dedicada a las excavaciones de Oreto en Granátula) y PEDRO J. RIPOLL VIVANCOS ripicorreo@gmail.com

El artículo está disponible aquí Microsoft Word – azuqueca09pdf.doc (biblioarqueologia.com)

Entresaco algunas partes del documento e imágenes

Zuqueca (Granátula de Calatrava, prov. Ciudad Real) representa un conjunto arqueológico de primer orden a nivel regional en Castilla-La Mancha. Las fuentes coinciden al exponer una continuidad de poblamiento en este lugar prácticamente ininterrumpida desde, al menos, la época hispanorromana (GARCÉS et alli, 2000; 2009). Así lo indica la hipótesis de un templo romano localizable en el entorno periurbano de la ciudad de Oreto, con evidencias de una necrópolis tardorromana que pervive en época hispanovisigoda y, quizás, durante los primeros momentos de ocupación beréber, con los mozárabes; un baptisterio tardorromano; un edificio de carácter religioso de época visigoda; los restos islámicos hallados recientemente, entre los que se documentan un complejo palaciego con su baño; y las complejas descripciones del santuario tras la reconquista.

En el presente análisis se desglosan las conclusiones de un estudio para el cual se ha tenido muy presente que los elementos se definen, tanto por su significante en el contexto histórico y geográfico de la raíz árabe andalusí >skk< como por su significado, en relación a la evolución de su poblamiento y las vías que articulan las comunicaciones, profundizando en la correcta definición en torno a la familia de topónimos afines.

Ubicación geográfica

Entre el Cerro Domínguez, pausible ubicación de la Oreto iberorromana, y el de Los Obispos, con la vega del río Jabalón al Norte, se alza el santuario de Nuestra Señora de Oreto y Zuqueca, en el actual término municipal de Granátula de Calatrava (CNIG, 2002: Hoja 811, UTM ED-50: x=437720, y=4290600, Huso=30; IGE, 1887: Hoja 811; Lámina 02, Fig.02a).

El área tiene una ubicación privilegiada en el sistema de comunicaciones, ya que conforma una verdadera encrucijada de caminos y de vías pecuarias que unen el Alto Guadalquivir con la submeseta a través de los pasos de Sierra Morena y el Oeste peninsular con el Levante, favoreciendo su apertura a las corrientes culturales. En la zona se localizan además una serie de asentamientos agropecuarios de origen hispanorromano, situados en la fértil vega del Jabalón y articulados en torno al eje de comunicación entre los dos principales núcleos del territorio: la Caracuel romana (Carcuvium) y el propio Cerro Domínguez (Oretum). Las noticias correspondientes a restos arqueológicos en el entorno se remontan ya al siglo XVI, con el hallazgo en el cercano Cerro de Los Obispos de una lápida funeraria correspondiente a uno de los obispos de Oretum (VARIOS, 1600; HERVÁS, 1882); o la existencia del puente e inscripción romana de Baebio, sobre el Jabalón.

Descripción histórica

El yacimiento arqueológico de “Oreto y Zuqueca”, la Zuqueca de este artículo, se encuentra situado en el llano, al pie del Cerro Domínguez, en el actual santuario mariano homónimo (Lámina 01, Fig. 01c). Manifiesta éste una compleja evolución histórica, desde el siglo IV hasta la actualidad, seleccionando para el presente estudio el periodo comprendido hasta el siglo XII, en el que se suceden los tres topónimos mencionados por diversas fuentes para la zona (Oretum/Oreto, >Urîth< y Zuqueca).

Entre el siglo IV al VI, época plenamente romana, se mantiene el topónimo de Oretum Germanorum, o simplemente Oreto, como vestigio de su antecedente desde el siglo IV a.C al VI d.C, en el Cerro Domínguez y al que no nos referiremos en mayor profundidad, por escasez de espacio, pese a que Manuel Retuerce lo referencia, atestiguando en él presencia de cerámica islámica (RETUERCE, 1998: II, 18).

Del material encontrado en el interior del yacimiento no existen fuentes escritas que permitan su interpretación, salvo los testimonios obtenidos mediante las investigaciones arqueológicas realizadas desde 1996 a través de la financiación de la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Los restos in situ de mayor antigüedad pertenecen a una serie de tumbas, dispersas principalmente en la parte norte del yacimiento; restos de dos pequeños asentamientos de hábitat, uno localizado próximo al actual santuario, al Norte del mismo, del que se tiene escasa información, y otro más alejado, al Sur; aunque el testimonio material más importante de esa época es una pila bautismal por inmersión, fechada en el siglo IV, que ya indica la cristianización del lugar.

Se ha comprobado, por los materiales cerámicos encontrados, que el ocaso de los asentamientos descritos se inició, posiblemente, a finales del siglo IV, agravándose quizá en un momento ulterior con la amenaza de las invasiones godas, que debieron afectar al poblamiento rural. El pequeño hábitat meridional debió de quedar al menos semiabandonado, ya que no existe ninguna información documental ni material sobre una posible reocupación concreta de este espacio hasta mucho después.

Tampoco hay noticia que confirme la presencia visigoda hasta el III Concilio de Toledo, en el año 589, donde se menciona la existencia de Oreto como obispado. Las tierras de Oreto, y de toda la Oretania, quedaron dentro del área de influencia visigoda debido al carácter estratégico de la zona, con lo que Oreto se convirtió en parte del reino visigodo, aunque la población debió de seguir siendo mayoritariamente hispanorromana.

Queda confirmada la localización del obispado de Oreto como ciudad con sede episcopal por la aparición de la referida lápida funeraria, correspondiente al obispo Amador, encontrada a poca distancia del yacimiento, lo que es indicativo de la proximidad de la ciudad. Hoy en día ésta puede verse en la iglesia parroquial de la localidad.

Asimismo, resulta llamativo que Suavila o Suanila (según la fuente que se consulte), uno de los obispos conocidos, merced a su participación en el V y VI Concilio de Toledo, porte un nombre de ascendencia claramente visigoda, lo que podría evidenciar un control directo por parte de la nobleza visigoda de los cargos de mayor responsabilidad en el territorio, en detrimento de la aristocracia local; o bien, por el contrario, un fenómeno de fuerte asimilación cultural de esta última para perpetuarse en el poder, teniendo presente que el resto de obispos conocidos cuentan con nombre hispanorromano.

Pese a que la ciudad episcopal de Oreto aún no se ha localizado, las sucesivas campañas de excavaciones realizadas desde el año 1996, han puesto de manifiesto una necrópolis de esta época con cerca de 500 tumbas, de tipología muy variada. Siguiendo el modelo general, este cementerio se debió situar fuera de la ciudad, ocupando el espacio religioso y funerario de época romana. Entre los restos arquitectónicos localizados durante las excavaciones,
además de las tumbas señaladas, se ha excavado un gran edificio religioso-funerario de planta rectangular tripartita que, no sólo se superpuso y rompió las tumbas de época tardorromana, sino que también amortizó física y ritualmente la pila bautismal ya mencionada. El pequeño núcleo de hábitat existente al sur, ya irreconocible debido al prolongado abandono, perdió su identidad cuando las nuevas tumbas se superpusieron sobre los restos de sus muros y los rellenos producidos por los tapiales de las estructuras.

El hallazgo de una serie de tumbas colectivas de época visigoda, con los restos amontonados o incluso impregnados de cal, localizadas principalmente al norte del área excavada, debe de corresponder con las graves crisis documentadas de finales del siglo VII.

A pesar de la explicación generalista en torno al progresivo abandono urbano, o al menos olvido, en el que entraron las antiguas ciudades desde el siglo VII, se tiene constancia que el episcopado oretano subsistía aún en el siglo VIII, de modo que la ciudad seguía manteniendo su importancia y su nombre definía a todo el distrito.

En el siglo VIII, los primeros conquistadores musulmanes ocuparon las antiguas ciudades episcopales, buscando la asimilación entre el >´âmil< islámico y el obispo. En el caso de Oreto, las fuentes mencionan a la ciudad, tanto con el nombre de Oretum como con su transcripción al árabe > Urîth <, desprendiéndose de su atento análisis un posible asentamiento para esta zona de contingentes beréberes sobre un substrato hispanorromanovisigótico. En las excavaciones queda constatada la existencia de una primera serie de nuevas estructuras de hábitat, asentadas directamente sobre las tumbas de época visigoda, datables en la segunda mitad del siglo VIII, con un marcado carácter oficial, con un complejo palatino (Lámina 01, Fig. 01c) que incluye su correspondiente baño (>hammam<).

Entre los materiales hallados hasta el momento, destacan una serie de ollas-trípodes (GARCÉS et alii, 2009; Lámina 01, Fig. 01c), definidas como “elemento guía” para la época emiral en el contexto de los hallazgos efectuados en la zona giennense del Alto Guadalquivir (CASTILLO, 1998; SALVATIERRA & CASTILLO, 2000), rastreables también al sur de Toledo (CABALLERO et alii, 2003), y que corroboran indudablemente unas intensas relaciones entre ambas vertientes de Sierra Morena, basadas en vías de comunicación previas, justificando así la posible definición para esos momentos históricos de una epi-oretania.

Sobre estas primeras estructuras, a partir de la segunda mitad del siglo IX, coincidiendo con el cambio de capitalidad para el territorio, impuesto por Muhammad I con la refundación después del 854 de Calatrava la Vieja (Carrión de Calatrava, prov. Ciudad Real), se documenta en el yacimiento una segunda fase islámica, con la amortización de parte de las estructuras precedentes, y con la construcción de un amplio complejo de hábitat dotado también de elementos de representación, que mantiene en uso el baño. Entre los restos cerámicos asociados, siguen presentes las ollas-trípodes, junto a un conjunto datable en la segunda mitad del siglo IX.

La localización en el propio santuario de un arco de herradura islámico (Lámina 01, Fig. 01c), actualmente en avanzada fase de estudio por los autores, merced a la cofinanciación de la administración, evidencian la importancia del enclave.

Las medidas de Estado emprendidas por Muhammad I, con la mencionada pérdida de la capitalidad por parte de > Urîth < en beneficio de Calatrava la Vieja, conllevaron inevitablemente una nueva articulación en importancia de la red de comunicaciones. La antigua ruta utilizada entre la metrópolis cordobesa, el valle del Guadiana y Toledo, atravesando Sierra Morena por los pasos del Alto Guadalquivir, se desplazó hacia Poniente, reforzándose el tramo del eje axial Peninsular que unía Córdoba, por el Valle de Alcudia y Caracuel, con la ciudad de Calatrava la Vieja, su vado sobre el Guadiana, en busca de Toledo, sin necesidad de desviarse hacia el Este por la otrora capital oretana: Zuqueca.

A pesar de la rearticulación de las comunicaciones, el hecho constatado es que Zuqueca siguiría manteniendo un importante rango a otro nivel: en el área septentrional del paso hacia tierras giennenses, franqueando uno de los vados posibles sobre el Jabalón. La ubicación próxima de los castillos de Salvatierra, primero, y posteriormente del de Calatrava la Nueva, junto con la localización sobre el Cerro Domínguez de una pequeña fortificación medieval, deficientemente estudiada; la descripción de las grandes campañas militares de Alarcos o las Navas de Tolosa; o la presencia de topónimos, como “Cañada de la Plata” o “La Calzada” (Calzada de Calatrava, prov. Ciudad Real), así lo evidencian hasta finales de la Edad Media.

Conclusiones

El significado del topónimo en árabe, teniendo presente el análisis y evolución de las distintas grafías analizadas, desde sus primeras menciones en fuentes andalusíes hasta época moderna, la correspondencia del conjunto de enclaves estudiados con vías de comunicación, cuyas noticias se remontan en su mayoría a época romana, y la constatación de la difusión del topónimo árabe no sólo por la geografía nacional, corrobora, como adelantábamos a título de hipótesis al principio de este estudio, la identificación del mismo con el diminutivo árabe de >sikka<, con el valor de camino con carácter secundario, atajo, desvío o caminejo, en contraposición a los caminos con mayor entidad, vías o calzadas principales de época islámica, herederos todos ellos en buena medida de anteriores vías de comunicación en la zona central de la Península. Sin descartar que, por supuesto, al estar refiriéndose a un punto
concreto de dichas vías de comunicación, designen paralelamente, y por extensión, un lugar de especial referencia en el itinerario caminero de las mismas, coincidente con un enclave de la época con posibilidades de fácil aguada y con la existencia de vados en los cauces señalados, y no una “callejuela” o “zoquillo”.

Aplicando las teorías en torno a la articulación de las comunicaciones en época islámica expuestas por Juan Zozaya (ZOZAYA, 1987: 219 y ss; Lámina 03, Fig. 03a), al que agradecemos también desde estas líneas su infinita paciencia ante las dudas que se han ido suscitando durante la redacción del presente artículo; su situación geográfica, junto a la entidad y evolución de los restos arqueológicos hallados; y la relación con el poblamiento circundante, el enclave del actual yacimiento de “Oreto y Zuqueca” pasó de ser un punto caminero de primera magnitud, en tiempos de la > Urîth < islámica, a ser un elemento referencial de segundo orden en el camino, ya en época medieval cristiana, eclipsada por la proximidad de los castillos de Salvatierra, primero, y Calatrava la Nueva, después, a principios del siglo XIII, pasando posiblemente a denominarse Zuqueca, en algún momento, con posterioridad a mediados del siglo IX o ya entrado el X.

Recordar que podéis leer el documento completo en Microsoft Word – azuqueca09pdf.doc (biblioarqueologia.com)