Continuando con la serie sobre Espartero os dejo este texto, del que se pueden sacar conclusiones sobre la política y la forma de gobernar, terminando en «legislar menos y gobernar más».
«No hay que temer a las revoluciones, ni a las reacciones, si los Gobiernos son previsores y prudentes, pues se harán imposibles por falta de objeto. Las revoluciones han querido ir muy adelante y las reacciones muy atrás. Unas y otras son revoluciones, avanzando o retrocediendo; pero unas y otras se pararán en donde se detengan las subsistencias, pues que, al fin, lo mismo el que quiere más, que él quiere menos, aparte del patriotismo que no negaremos, ambos tienen necesidad de comer. El caso es que no coman unos a costa de otros. Esto es lo que hay que evitar y hacer que todo el que pueda se lo gane, y esto se consigue con un sistema de libertad y de igualdad para todos. Con la abolición del privilegio, con la libertad de la propiedad, y con trabajo siempre abierto en que poder ganar un jornal proporcionado, habrá pan para sostener la familia, paz en el hogar doméstico, fuerza en el individuo y vigor en la sociedad. La holganza, entonces, no tendrá razón justificada o disculpable de ser, y las revoluciones y reacciones ni tienen objeto, ni hay quien las haga; y si hay alguno, no tiene quien le siga, a no ser un perdido que nada puede con una sociedad bien cimentada. Todo esto lo conocen perfectamente algunos emperadores y reyes de Europa, y otros lo van conociendo. Toda la Alemania, y especialmente la Prusia, han comprendido lo que puede la libertad y lo que vale el progreso. Allá marcha Austria desengañada de viejas escuelas y de lo poco que sirvieron sus círculos de hierro. No tardara Rusia en seguir un camino ancho en armonía con el siglo y la inteligencia que le distingue. Pasos ha dado ya, aboliendo la servidumbre. Este es un progreso precursor de otros progresos. Todo marcha ya, y bien inútil sería el intento de detener el movimiento, y bien insensatos los que pretendiesen hacer que el tiempo no pase, pues pasara y aplastara al necio que se oponga. Lo que hay que hacer es no oponerme a la corriente que me arrastra y que, si logro detener un día, en otro vendrá con más ímpetu, y no podré repetir el esfuerzo, sino dirigirla, y el que mejor dirige, es el que mejor gobierna. No detengáis al niño en sus medros o crecimiento, porque le destrozáis en su naturaleza y le llenáis de achaques e imperfecciones. No os empeñéis en hacer del viejo un muchacho, porque le precipitáis en la tumba. Dejad libertad y las cosas se arreglarán por sí mismas. Dejad obrar al interés y no os empeñéis en saber más que él, dándole reglas y preceptos que no necesita, y que le embarazan y confunden. Legislad menos, y gobernareis más»