Nuevo libro: Comunicación y Tercer Sector de Acción Social

Os dejo mi última publicación. Participo en un capítulo con dos colegas, Javier Corral de la Universidad del País Vasco y Julio Moreno de la Universidad Nacional a Distancia, sobre el Tercer Sector.

Ante una amplia literatura académica y profesional sobre cómo comprender y gestionar la reputación en las organizaciones, esta obra discute desde varios puntos de vista sobre cómo concebir esa reputación en entidades tan determinantes en la actualidad como las que pertenecen al Tercer Sector de Acción Social (TSAS). La sociedad civil, los líderes de opinión y los posibles grupos de interés confieren un alto grado de reconocimiento a la labor del TSAS, por lo que la comunicación se convierte en palanca estratégica y fundamental para organizaciones cuya identidad es, en primer término, ayudar a seres humanos vulnerables, o combatir situaciones de injusticia. Treinta autores confrontan cuestiones inherentes a la reputación de las ONG como responsabilidad y transparencia, profesionalización de la gestión de la comunicación o diplomacia corporativa y humanitaria. Esta miscelánea acaba con un acento crítico sobre la digitalización, la creatividad y la transgresión en las narrativas transmediáticas de las ONG, y en la necesidad o no de establecer métricas de una reputación tan específica como la de las entidades sin ánimo de lucro.

El Oro de las Eras

Colaboración de Eulogio Carretero Bordallo

Están en nuestro vocabulario y en nuestro recuerdo, porque son signos y formas del pensamiento; pero sólo son territorios del pasado y de la memoria, ya no existen.

Las eras. ¿Qué son las eras? Estamos tan familiarizados en nombrarlas tan asiduamente, que creemos que aún existen, y no nos hemos dado cuenta de que las hemos perdido. Siguen estando en nuestro vocabulario y en nuestro recuerdo, porque son signos y formas del pensamiento; pero sólo son territorios del pasado y de la memoria, ya no existen. Las próximas generaciones no tendrán motivos para hablar de ellas, habrán desaparecido hasta de su vocabulario. Ellos perdieron (los signos y las formas) la ocasión y la posibilidad de plantearse y de forjarse el pasado de este pueblo desde estos sutiles y enigmáticos empedrados. Ellos perdieron el término y la particularidad sobre estos lugares, como nosotros fuimos perdiendo la costumbre de trillar las parvas y de aventar el grano en estos espacios y en esos atardeceres, aprovechando ese sol más débil en los meses de estío y bajo esa luz larga, que se prolongaba en estos parajes hasta anochecer; momentos favorables para realizar tan laboriosas faenas. Para concluir ayudados de bieldos, horcas, palas, serillas, espuertas, harneros, fanegas…, en los dorados montones de grano, colosales y gigantescos, expuestos en medio de las eras, y las bandadas de pájaros revoloteando sobre ellos, celebrándolo, cebados y embebidos en el alimento fácil.

Granátula: su significado, Pequeñas Paneras o Graneros. ¿En dónde se conseguía llevar todo esto a cabo? ¿En qué fábricas, con qué maquinarias? Nuestros antepasados no tenían estas cosechadoras ni tanto adelanto como hoy tenemos, “que nos facilitan la vida y nos hacen renegar del pasado”. ¡Eran más laboriosos y más artesanos! Tenían los brazos fuertes, la tez curtida de soles y las manos grandes, para segar las mieses y atar en haces los campos; y estas pequeñas eras, en donde desempeñar y poder llevar a cabo tan laboriosa tarea. Estas pequeñas eras, que cada cual hemos ido heredando como legado de los nuestros y como testimonio del pasado.

¿Cómo fue, cuándo pudo haber sucedido? ¿En qué descuido, en qué momento de torpeza pudimos llegar a cometer tal fechoría, gobernados por qué instinto inconsciente y destructor? Si nuestros progenitores pudiesen ver en qué hemos convertido tan fidedigno paraje, ¡qué espanto! Cómo hemos podido llegar a este estado de indiferencia, de menosprecio y de destrucción.

Cómo hemos podido olvidar tanta tradición y tanta cultura como duerme en estas eras, tanto esfuerzo y tanta batalla como se ha librado en estos empedrados y en estos campos. ¡Qué espanto! Todo ha quedado sepultado y olvidado como si nada de esto hubiese existido. Qué pobres y qué ingratos somos. ¡Qué miserables! Hemos destruido lo poco que teníamos, lo poco que nos quedaba, los signos de la memoria y del pasado, nuestro legado más inmediato. Hoy una caseta mañana otra, hoy una chabola mañana un cobertizo. He aquí nuestro panorama, ingenuamente destruido, consentido y deliberado por nuestros benefactores y gobernantes, este enigmático paraje sin igual en toda la provincia. Quiero lamentar con todos tan semejante pérdida. Un pueblo que no considera su cultura y destruye sus signos (señas de identidad de su pasado) se vuelve embrutecido y bárbaro.

Un pueblo como Granátula, con su tradición, su historia, su cultura: en cuyas tierras moraron romanos, visigodos y mauritanos; y tuvo hijos tan ilustres como Anacleto José Meoro, Agustín López Carretero, y el tan insigne y popular General Espartero…, no puede ser tan ingrato y tan desconsiderado. Toda esa cultura pasada del mundo labriego y pastoril, representada tanto en la literatura como en la pintura y escultura de nuestros artistas, tiene su reflejo y se sobreentiende con la visión de estas eras y estos campos, cómo explicarlo de otra manera. Su pérdida es una oclusión de signos, y una transformación de referencias. Un Parque Natural es lo que se merece este espacio, un parque de reconocimiento. Bien se podía haber respetado y haberse convertido en un lugar representativo, donde habernos sentido orgullosos de nuestra cultura, como homenaje a nuestros antepasados. ¡Lamentable! De nunca sus alcaldes fueron considerados con la cultura de nuestro pueblo. Quiero manifestar aquí mi más profundo rechazo a esta brutal hegemonía y atropello. No quiero ser partícipe de esta barbarie desencadenada en este paraje insólito de las eras.

“Está bien” que hayamos transformado los pajares, los graneros y las cuadras de las casas en nuevos habitáculos; pero este espacio a las salidas del pueblo, a poniente y ante la cercanía de los cerros, estas eras tan estratégicamente situadas y tan elocuentemente establecidas y configuradas, eran un espacio protegido, reservado, un lugar idóneo y privilegiado por cualquiera que supiera apreciar nuestro entorno, con una gran carga de riqueza, cultural y de pasado. No nos pertenecía su desagravio y su profanación. No se merecían este trato, tan desconsiderado por parte de los hijos de Granátula…

Toque de campanas en Granátula

Os dejo el video que Juan Manuel subió con el toque de campanas de nuestra iglesia de Santa Ana. Un homenaje al que fue sacristán durante tanto tiempo, Matías.

1. Ave María. 2. Ángelus o “Toque de Puchero”. 3. Vísperas. 4. Oraciones. 5. Ánimas. 6. Tránsito. 7. Doble. 8. Señal de Muerte Adulto. 9. Señal Muerte Niño. 10. Entierro Niño. 11. Honras. 12. Entierro Adulto. 13. Bautizo. 14. Boda. 15. Misa Diaria (Tercia). 16. Misa de Domingo (tercer toque). 17. Repique. 18. Repique II. 19. Fuego o Arrebato. 20. Repique III.

El Quijote, capítulo V

Último capítulo de la serie de RTVE.

Don Quijote decide ayudar a Dorotea a recuperar su reino y lucha contra los pellejos de vino creyendo que son gigantes. La Santa Hermandad detiene a Don Quijote y, con la complicidad del cura y el barbero, le mandan engañado a su pueblo.

El Quijote, capítulo III

Continuamos con la serie del Quijote.

Don Quijote lucha contra las ovejas pensando que son ejércitos, tambien detiene un cortejo funerario de un noble pensando que son endemoniados. Sancho Panza se atemoriza en el episodio de la rueda de batanes y encuentran una cuerda de cautivos a los que Don Quijote libera.

 

El Quijote, capítulo II

Os dejo la serie que hizo RTVE sobre el Quijote.

Capítulo 2: Rocinante tiene una aventura amorosa de la que sale apaleado al igual que su dueño. D. Quijote y Sancho llegan a una venta en donde vuelven a ser apaleados y Sancho es Manteado.

El Quijote, capítulo I

Os dejo la serie que hizo RTVE sobre el Quijote.

Capítulo 1 de la serie dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón y protagonizada por Fernando Rey y Alfredo Landa.

Zygmunt Bauman, cuando el conocimiento es una mercancía

Os dejo este artículo de Zygmunt Bauman

La imagen del conocimiento reflejaba que el compromiso y la visión de la educación eran una réplica de las tareas que ese compromiso fijó en la agenda moderna. El conocimiento tenía valor puesto que se esperaba que durara, así como la educación tenía valor en la medida en que ofreciera conocimiento de valor duradero. Ya fuera que se la juzgara como un episodio aislado, o bien que se la considerara una empresa de toda una vida, la educación debía encararse como la adquisición de un producto que, como todas las demás posesiones, podía y debía atesorarse y conservarse para siempre.

Así llegamos al primero de los múltiples retos que la educación contemporánea debe afrontar y soportar. En nuestra «modernidad líquida», las posesiones duraderas, los productos que supuestamente uno compraba una vez y ya no reemplazaba nunca más —y que obviamente no se concebían para ser consumidos una única vez—, han perdido su antiguo encanto. Considerados alguna vez como activos ventajosos, hoy tienden a verse como pasivos. Los que alguna vez fueron objetos de deseo se transformaron en objetos de resquemor. ¿Por qué? Porque el «mundo vital» de la juventud contemporánea, compuesto desmañadamente con porciones de sus experiencias vitales, ya no se parece a los pasadizos ordenados, sólidos y «aprendibles» de los laberintos «de ratones de laboratorio» que hace medio siglo se utilizaban para explorar los misterios de la buena adaptación a través del aprendizaje. John Kotter , profesor de la Harvard Business School, aconseja a sus lectores que eviten quedar atrapados en empleos de larga duración del tipo «puesto permanente» y, en realidad, desaconseja desarrollar una lealtad institucional o dejarse absorber demasiado en cualquier empleo durante un tiempo prolongado. No debe sorprendernos, pues, que el panadero Rico se lamentara ante Sennett de lo dificultoso que le resultaba explicar qué podía significar un compromiso .

La historia de la educación está plagada de períodos críticos en los cuales se hizo evidente que las premisas y estrategias probadas y aparentemente confiables habían perdido contacto con la realidad y exigían ajustes o una reforma. Con todo, aparentemente la crisis actual es diferente de las del pasado. Los retos actuales están golpeando duramente la esencia misma de la idea de educación tal como se la concibió en el umbral de la larga historia de la civilización: hoy está en tela de juicio lo invariable de la idea, las características constitutivas de la educación que hasta ahora habían soportado todos los retos del pasado y habían emergido ilesas de todas las crisis. Me refiero a los supuestos nunca antes cuestionados y mucho menos sospechosos de haber perdido vigencia, con lo cual, necesariamente, deberían reexaminarse y reemplazarse.

En el mundo de la modernidad líquida, la solidez de las cosas, como ocurre con la solidez de los vínculos humanos, se interpreta como una amenaza. Cualquier juramento de lealtad, cualquier compromiso a largo plazo (y mucho más un compromiso eterno) auguran un futuro cargado de obligaciones que (inevitablemente) restringiría la libertad de movimiento y reduciría la capacidad de aprovechar las nuevas y todavía desconocidas oportunidades en el momento en que (inevitablemente) se presenten. La perspectiva de cargar con una responsabilidad de por vida se desdeña como algo repulsivo y alarmante.

Hoy se sabe que las cosas más preciadas envejecen rápido, que pierden su brillo en un instante y que súbitamente y casi sin que medie advertencia alguna, se transforman de emblema de honor en estigma de vergüenza. Los editores de las lustrosas revistas de moda saben tomar bien el pulso de la época: junto con la información sobre las nuevas tendencias acerca de «lo que hay que hacer» y «lo que hay que tener», proporcionan regularmente a sus lectores consejo sobre lo que «ya no se usa» y debe descartarse. Además, hoy se espera que ni siquiera los hábitos que supuestamente habrían de durar un poco más permanezcan inalterables. Un anuncio reciente de oferta de teléfonos móviles atrae a los curtidos usuarios de teléfonos con esta exhortación: «Usted ya no puede presentarse en público con ese móvil que tiene ahora… vea los nuevos modelos». Nuestro mundo recuerda cada vez más la «ciudad invisible» de Leonia de Italo Calvino, donde «la opulencia puede medirse, no tanto por las cosas que se fabrican, se venden y se compran cada día; [… ] sino, antes bien, por las cosas que se tiran diariamente para dejar lugar a las nuevas». La alegría de «deshacerse» de las cosas, de descartarlas, de arrojarlas al cubo de la basura, es la verdadera pasión de nuestro mundo.

La capacidad de durar mucho tiempo y servir indefinidamente a su propietario ya no juega a favor de un producto. Se espera que las cosas, como los vínculos, sirvan sólo durante un «lapso determinado» y luego se hagan pedazos; que, cuando —tarde o temprano, pero mejor temprano— hayan agotado su vida útil, sean desechadas. Por lo tanto hay que evitar las posesiones, y particularmente las posesiones de larga duración de las que no es fácil librarse. El consumismo de hoy no se define por la acumulación de cosas, sino por el breve goce de esas cosas. Por lo tanto, ¿por qué el «caudal de conocimientos» adquiridos durante los años pasados en el colegio o en la universidad habría de ser la excepción a esa regla universal? En el torbellino de cambios, el conocimiento se ajusta al uso instantáneo y se concibe para que se utilice una sola vez. Los conocimientos listos para el uso instantáneo e instantáneamente desechables de ese estilo que prometen los programas de software —que aparecen y desaparecen de las estanterías de las tiendas en una sucesión cada vez más acelerada —, resultan mucho más atractivos.

Todo este encogimiento del lapso de vida del saber, provocado por un «contagio» completo —por el impacto de degradar la durabilidad de la posición, alguna vez venerable, que ocupaba en la jerarquía de valores—, está exacerbado por la mercantilización del conocimiento y del acceso al conocimiento.

Hoy el conocimiento es una mercancía; al menos se ha fundido en el molde de la mercancía y se incita a seguir formándose en concordancia con el modelo de la mercancía. Hoy es posible patentar pequeñas porciones de conocimiento con el propósito de impedir las réplicas, al tiempo que otras porciones —que no entran en el marco de las leyes de la patente— constituyen secretos cuidadosamente guardados mientras están aún en el proceso de desarrollo (como un nuevo modelo de automóvil antes de que se exhiba en el salón del año siguiente), siguiendo la bien fundada creencia de que, como en el caso de cualquier otra mercancía, el valor comercial refleja lo que diferencia al producto de los ya existentes antes que la calidad del producto en su conjunto. Lo que diferencia al producto, por regla general, es de corta vida, pues el impacto de la novedad se desgasta rápidamente. Por lo tanto, el destino de la mercancía es perder valor de mercado velozmente y ser reemplazada por otras versiones «nuevas y mejoradas» que pretenden tener nuevas características diferenciales, tan transitorias como las de los productos que acaban de ser desechados porque ya perdieron su momentáneo poder de seducción. Concentrar el valor en lo diferencial es una manera de devaluar, oblicuamente, el resto del conjunto, el resto que no ha sido afectado por el cambio, el resto que «sigue siendo igual».

Así es como se desalienta la idea de que la educación puede ser un «producto» que uno gana y conserva, atesora y protege y, ciertamente, ya son pocos los que hablan a favor de la educación institucionalizada. Antes, para convencer a sus hijos de los beneficios del aprendizaje, los padres y madres solían decirles: «Nadie podrá nunca quitarte lo que has aprendido». Semejante consejo puede haber sido una promesa alentadora para aquellos niños a los que se les enseñaba a construir sus vidas como casas —desde los cimientos hasta el techo, mientras en ese proceso iban acumulando el mobiliario—, pero lo más probable es que la juventud contemporánea lo considere una perspectiva aterradora. Hoy los compromisos tienden a ser muy mal vistos, salvo que contengan una cláusula de «hasta nuevo aviso». En una cantidad cada vez mayor de ciudades de Estados Unidos, los permisos para construir sólo se entregan junto con su correspondiente permiso de demolición…

 

La época de Baldomero Espartero: La vuelta de los borbones

Continuando con los vídeos de la magnífica serie documental Memoria de España de RTVE, os dejo el de la vuelta de los borbones. Ya con Espartero apartado del poder y después de ver como tuvo que exiliarse Isabel II, y después de los intentos de nombrar a un nuevo rey, proponiendo Prim al propio Espartero, y con el intento fallido de Amadeo de Saboya y con las repúblicas en la puerta de España, se produce la vuelta de los borbones. La propia Isabel II escribió a Espartero solicitando su intercesión para que su hijo Alfonso XII regresase al trono (podéis ver la carta en mi libro sobre Baldomero).

Por cierto que una de las primeras visitas que hizo Alfonso XII retornado al trono de vuelta de batallar en la tercera guerra carlista fue a Baldomero Espartero. Y curiosamente Baldomero impuso la Gran Cruz de San Fernando en la pechera del rey Alfonso.

Aquí os dejo el capítulo:

La caída de la Regencia de Baldomero Espartero

Os dejo este video sobre la sublevación de Barcelona y de la caída de su Regencia.

En buena parte de lo que dice estoy de acuerdo y en buena parte no, pero me parece resumen interesante.

La Regencia de Espartero nació muerta al negarse a repartir políticamente cargos, lo que incluía a su propio partido progresista. Además su carácter militar autoritario, que le llevaba a la consideración de que «si hay que hacer algo se hace» y su odio a las componendas políticas le llevo a conseguir a que todo el arco político se pusiera en contra. Si a esto le sumamos el odio que la iglesia tuvo a Espartero por su política, ya que Espartero estimó que el poder que tenía la iglesia debía quedarse dentro del ámbito religioso, dejando el poder de la ciudadanía en la representación política lo que le llevó a limitar el poder de la misma, suprimir el tribunal de Rota, vender los bienes que amasaba el clero secular, y promulgar leyes limitando el poder que tenía.

Además en Cataluña hubo el levantamiento contra el gobierno, por motivos económicos propios en aquella parte de España donde ese estaba desarrollando la industria textil, contra el tratado con Inglaterra de libre comercio lo que permitía la importación. Mientras Espartero pretendía que «vestir» a los españoles, los empresarios catalanes pretendían blindar el monopolio, siendo esto lo que realmente estaba en juego. Espartero sacó la vena de General y acudió s sofocar la revuelta a las armas. Un error que sumado a la conspiración que le rodeaba dio la puntilla a su regencia.

Si a esto le sumamos que María Cristina, después de haberle dejado a sus hijas, abandonándolas y huyendo fuera de España, se dedicó a mover los hilos para derrocar a Espartero, montando un gobierno provisional en la sombra. María Cristina fue a Roma donde tanteó si apoyaría un alzamiento carlista contra Espartero a la vez que compraba un título italiano para su marido Muñoz. Después fue a Francia donde puso el centro político de conspiraciones e intrigas para derrocar a Espartero, reuniéndose con Narváez, O’Donnell y Martínez de la Rosa.

La popularidad de Espartero había caído y todos los partidos, incluyendo el suyo, se pusieron en su contra. Baldomero se reunió con Narváez para pactar su salida hacia el exilio, pacto que tampoco se cumplió ya que Concha se encargó de perseguirlo por España disparando al carruaje que llevó a Espartero, pensando que estaba dentro. Narváez además extendió una orden secreta por la que se debía pasar a Espartero por las armas si volvía a España sin mediar más tiempo que el necesario para su reconocimiento.

Sobre la mayoría de edad de Isabel II y los gobiernos que se nombraron, solo me cabe decir que hubo varios gobiernos en un año, concretamente tres. A los progresistas les cegó el poder, la ambición y la tontería, ya que se dejaron nombrar por Narváez, quien controlaba las cortes. Narváez había planificado perfectamente dejar en ridículo al partido progresista mostrando  a sus gobiernos ineficaces ante el pueblo español. Cosa que se produjo por los gobiernos progresistas presididos por Salustiano Olózaga, González Bravo y Joaquín María López, que fueron cayendo hasta llegar al gobierno moderado buscado por Narváez.

Una parte de la historia que hay que conocer. Donde los políticos se dedicaron a politiquear en lugar a hacer que España fuera día a día más próspera. Y a pesar de todo ello España evoluciono. Claro que todo esto que ahora digo seguro que les suena también en nuestros días.

La época de Baldomero Espartero: Vivan las Caenas

Continuando con la época de Espartero os dejo el video de RTVE de Memoria de España titulado «Vivan Las Caenas». El pueblo enardecido clamaba por la vuelta del rey Fernando VII desde el destierro en Bayona. El que luego sería odiado y denominado «felón», en aquel momento hizo su entrada en Madrid con la población enardecida, quienes desengancharon los caballos del carruaje en el que venía el rey y, cual burros o mulas, empujaron el carruaje en la entrada triunfal en la capital.

 

 

La Regencia de Baldomero Espartero

LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840-1843)

La constitución del Ministerio-Regencia bajo la dirección de Espartero el 16-10-1840, significó un cambio de rumbo en la situación por la que atravesaba España. Una vez que quedó abolida la fatídica ley de ayuntamientos; la fama y el apoyo popular del nuevo mandatario contribuyeron al inmediato repliegue del proceso revolucionario y a que la situación política del país comenzara a discurrir por los cauces de la normalidad; a pesar de las exigencias de sectores radicales del progresismo, pronto desautorizados por Espartero, que pretendían cambios y reformas políticas al margen del texto constitucional.

En la cúspide de su gloria el primer problema político, al que tuvo que hacer frente el jefe del gabinete, fue poner en vigor una nueva regencia de acuerdo con lo que establecía la propia Constitución de 1837 (según la cual, en sus artículos 57 y 60, la regencia podía ser desempeñada por 1,3 ó 5 personas según decisión parlamentaria, a quién también correspondía su decisión), circunstancia que marcó el inicio de una lenta pero progresiva erosión política cuyo final fue su caída del poder. Como buen militar y en consonancia con unas lógicas apetencias de prestigio y poder pretendía ser elevado al cargo de Regente único en contra de una importante facción de su partido, que se inclinaba por la regencia de tres. La votación conjunta del Congreso (con mayoría progresista) y Senado (con mayoría moderada) el 20-5-1841 se decidió por la regencia unitaria y por la persona de Espartero (179 votos), gracias a la decisión de los moderados de apoyar su candidatura en detrimento de la de Agustín Argüelles (103 votos). La decisión de los senadores moderados estaba perfectamente orientada al despresdtigio del general, cuyo orgullo e incapacidad política conocían y esperaban su rápido deterioro político si gobernaba en solitario en lugar de asociado a otras personalidades del progresismo con mayor capacidad y pericia en la cosa política.

Los problemas de la Regencia de Espartero: A pesar de la fama y predicamento popular del nuevo Regente, pocos gobernantes han sufrido un proceso de desprestigio político tan rápido y radical como el que vivió este en sus poco más de dos años de mandato (el pueblo español que había proclamado a Espartero como su ídolo, pasó en poco tiempo “de la ideolatría al entusiasmo, del entusiasmo a la adhesión, de la adhesión al respeto, del respeto a la indiferencia, de la indiferencia al odio, y del odio a lanzarlo a tierras extrañas donde pudiera entregarse al olvido de sus funestos errores o al melancólico recuerdo de sus glorias pasadas”),

La designación de regente había fracturado el partido progresista en dos facciones (unitarios y trinitarios); unas diferencias que se fueron ahondando a medida que el Regente en simpleza militar (creía que la labor y las funciones de un jefe de estado no excluían su capacidad de mando y decisión), comenzó a implicarse en la constitución de ministerios sin tener en cuenta los deseos y opiniones de los principales dirigentes del partido y a nombrar para los principales puestos de la milicia a militares pertenecientes a su cículo de allegados (los “Ayacuchos”) saltándose escalafones y méritos militares; lo que levantó el consiguiente malestar entre muchos generales que pronto pasaron a la oposición y, en su mayoría, a integrarse en una organización secreta antiesparterista (“la Orden Militar Española”) dirigida por el “gran espadón” de los moderados: Ramón Mª Narváez y financiada por María Cristina desde el exilio parisino. Un acontecimiento relacionado con la actuación de elementos del ejército vino a provocar un estado de opinión generalizado contra Espartero. En octubre de 1841, fracasó un intento de golpe castrense contra el Regente en el que estaba implicados generales del prestigio O´Donell, Concha, Montes de Oca y Diego de León; la aventura terminó con la condena y ajusticiamiento de este último el 15-10-1841, a pesar de las unánimes voces que se levantaron en todo el país para que Espartero amnistiara al afamado héroe de Belascoaín, sin duda uno de los generales del ejército español más queridos y admirados por el pueblo (viva Isabel II gritaba mientras moría).

Así pues la actividad de la oposición no tardó en encontrar terreno abonado, ensanchándose paulatinamente sus bases a medida que transcurría el periodo y como consecuencia de los continuos desaciertos de la política gubernamental. Las ya de por sí tensas relaciones entre la Santa Sede el régimen liberal español desde que en 1835 abandonara España el Nuncio de su Santidad, alcanzaron su punto álgido con la política anticlerical del gobierno y, en concreto, el relanzamiento y ampliación del proceso desamortizador (se aceleran las medidas progresistas y así se completa la desamortización con la expropiación y venta de los inmuebles que la Iglesia tenía en la ciudades), la renovada obligación de juramento constitucional al clero y el proyecto de Ley de Jurisdicción eclesiástica del 13-12-81; lo que provocó una serie de episodios que llevaron a la práctica ruptura de las relaciones entre Madrid y Roma (una denuncia papal por el estado de cosas por el que estaba atravesando la Iglesia en España, fue considerada por el ministro de justicia como una “declaración de guerra contra la seguridad pública y la Constitución” procediendo de inmediato a la supresión de la Congregación para la Propagación de la Fe; lo que dio pie para que el Papa respondiera con una encíclica condenatoria 22-2-1842), y al creciente malestar entre los católicos españoles.

El progresivo debilitamiento del apoyo social a Espartero sufrió un brusco acelerón como consecuencia de la política económica desplegada por sus gabinetes. En este sentido hay que situar el origen del conflicto en la relativa liberalización de las importaciones de productos manufacturados que recogía la polémica ley de Aranceles de 1841, normativa que venía a sustituir la de 1825 y claramente contraria a los intereses de la burguesía industrial catalana que veía en la relativa liberización de los textiles británicos, la ruina de la industria nacional al abrirse el mercado español a tales productos.

El malestar de los catalanes se extendió por todo el país para adquirir perfiles de agitación social cuando se corrió la noticia de que el Regente iba a sancionar un tratado comercial con Inglaterra en el que, entre otras cuestiones, se contemplaba la cesión de algunos enclaves territoriales en la Guinea española. (algunos islotes deshabitados para establecer carbonerías).

En los últimos meses de 1842, la ciudad de Barcelona, cuya actividad económica se vio paralizada como consecuencia de la crisis general que entonces afectaba a toda Europa, fue escenario de un movimiento subversivo contra el gobierno del Estado a cuya política arancelaria se achacaban todos los males por los que atravesaba Barcelona.

La contundente respuesta de Espartero no se hizo esperar; el 3 de diciembre de 1842 él mismo personalmente dirigió la represión del alzamiento sometiendo a la ciudad a un bombardeo sistemático desde Monjuic (400 edificios destruidos o incendiados), y una vez controlada la situación, impuso una contribución especial a los barceloneses. La implacable actitud del Duque de la Victoria, dispuesto a sentar el principio de autoridad en buena lógica castrense a cualquier precio, arruinó su prestigio político al perder desde ese momento el apoyo incondicional que le había dispensado la influyente burguesía industrial catalana, cuyos elementos mas significativos pasaron a engrosar el partido Moderado.

Disueltas las Cortes en enero de 1843 y celebradas elecciones; la inestabilidad política que vivía España lejos de desaparecer fue creciendo ante la cada vez mayor incapacidad de Espartero para formar gobiernos estables por el rechazo de los dirigentes progresistas a brindarle su apoyo parlamentario (fracaso del ministro Rodil, dimisión de José María López y oposición frontal al gabinete Gómez Becerra). El enfrentamiento entre el poder ejecutivo y el congreso de los diputados hizo que progresistas y moderados cerraran filas contra el Regente, después del famoso “Dios salve al país, Dios salve a la Reina” con que concluyó un demoledor discurso el 20 de mayo de 1843. La inmediata clausura y disolución de las Cortes por parte del gobierno fue la señal para que se generalizara un movimiento revolucionario en las principales capitales del reino, en el que moderados y progresistas hacían causa común en el objetivo prioritario de expulsar al Regente del poder. El enfrentamiento entre fuerzas militares al mando del general Narváez y un ejército comandado por el general esparterista Seoane en Torrejón de Ardoz el 21-7-1843 decidió la suerte del alzamiento y el obligado exilio a Inglaterra del Duque de la Victoria.