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Términos del encaje de bolillos

Acerico.- Pequeña almohadilla cuadrangular aplanada, llena de serrín y de diez a quince centímetros de lado. Sujeta con un alfiler en la parte superior derecha de la almohadilla, se pinchan alfileres y agujas para no perderlas al trabajar o acabada la labor.

Aguja.- Clavillo fino, con punta en un extremo y cabecilla en el otro. De varios tamaños, se colocan en el acerico, usándolas según avanza la labor. Metidas en los puntos del picao, sujetan el cruce de los hilos. Son largas, finas e inoxidables, para no manchar la hebra, y con cabecilla de pasta negra, blanca, amarilla… Se distinguen la agujilla, la agujilla fina corta, la agujilla fina larga y el agujón.

Alfileres.- De cuatro a cinco centímetros de longitud, fijan el picao a la almohadilla sobre la que se hace el encaje.

Almohadilla, mundillo o telar.- Cojín generalmente cilíndrico, alargado, aplanado y relleno de paja (de centeno), crín u otro material (trapos) fácil de atravesar por alfileres. Se forra con papel fuerte o tela y se cubre de una funda que se quita para lavarla. Oscilan entre sesenta y setenta centímetros de largo por veinte centímetros de diámetro (ancho). En ella, se coloca tenso el picao. Para hacer el encaje, reposa sobre una silla, pared o escalerilla, en la parte superior, y en las rodillas de la encajera, en la inferior. La inclinación provoca tensión en los bolillos y permite ver el conjunto.

Aplicación.- Encaje de imitación de los encajes genuinos, pero con alguna parte obtenida mecánicamente.

Baraja de bolillos.- Número indeterminado de bolillos de igual forma y tamaño.

Bolillos.- palitos como mangos o contrapesos de madera pulida, hueso o marfil. La parte superior semeja una bobina o carrete, prolongado en forma de mango para su fácil manejo, que se pone en el cabo inferior de cada hilo, mientras la punta se prende en la almohadilla. Se compone de mango (parte que coge la encajera para moverlos); caja (donde enrollar el hilo) y cabeza (sujeta el hilo y evita su desrrolle). De quince a dieciséis centímetros y trece a catorce gramos, los de blonda (diez centímetros) son menores, pues el finísimo hilo no soporta el peso del bolillo normal. Unidos en el cabo inferior de cada hilo, la encajera facilita su cruce y teje según el dibujo. Las vueltas y cruces se sujetan con agujas que, a través del cartón, se clavan en la almohadilla.

Bolillos (encaje de).- tejido fabricado sobre un patrón de cartón que se sujeta en una almohadilla y se realiza con varias hebras que se arrollan a unos bolillos que se cruzan entre sí y forman torsiones, tramados y trenzados.

Bolsillo.- pequeña bolsa de tela, algo mayor que los bolillos, cerrada con un cordón o hilo grueso que, a su vez, rodea toda la almohadilla. Sujeta en la parte superior izquierda de ésta, guarda los bolillos y la bobina del hilo.

Cabeza.- remate del encaje en el extremo que no se une a las prendas. Puede llamarse borde inferior o derecho, según se coloque horizontal o verticalmente.

Campo.- fondo de los encajes que se realiza simultáneamente con los nutridos o elementos planos.

Corona.- remate del borde del encaje llamado cabeza.

Cortar.- quitar bolillos de la almohadilla, según avanza la labor.

Cruces.- entrecruzamiento de varias guías para formar arañas o vilanos. Con sólo dos guías, se llama torsión.

Embolillar.- enrollar el hilo en el bolillo.

Engrudo.- mezcla de harina y agua para fijar el picao a la almohadilla.

Entredos.- encaje sin pie ni puntilla que va entre dos telas.

Escalerilla.- estructura trapezoidal de madera, consistente en una pequeña barra de unos veinticinco centímetros de longitud, de la que parten hacia abajo otras dos, mayores que la anterior, hasta alcanzar los sesenta y nueve centímetros. Se unen con un listón a la mitad de la altura. En ella, se apoya la parte superior de la almohadilla.

Escurridor.- trozo de cartón o de hule que rodea la parte superior-anterior de la almohadilla. Colocado bajo los bolillos, evita el roce de éstos con la almohadilla.

Fondo.- zona no decorada del encaje sobre la que se monta o inserta la parte ornamentada.

Macillo.- acción de arrollar todos los hilos para alzar el encaje y continuar la labor o, cuando se acaba, arrollar todos los hilos en un agujón para que no se mezclen.

Mandril.- instrumento punzante para hacer los agujeros del picao y componer el dibujo.

Patas (del encaje).- extremo del encaje.

Picao, dibujo o patrón.- cartulina o papel en el que se imprime el diseño a conseguir y que interpreta la encajera en la confección. Consistente y flexible para su adaptación a la superficie curva de la almohadilla, se sujeta en los extremos con alfileres o engrudo. En algunos pueblos, los colocan en ambas caras de la almohadilla y, al acabar uno, le dan la vuelta a la almohadilla para hacer el otro. Los agujeros picados indican dónde colocar los alfileres que sostienen los puntos.

Pega.- unión de una parte con otra del encaje.

Pie.- extremo del encaje que sirve para unirle a la prenda que va a guarnecer. Se denomina también borde superior.

Punteras.- nombre que también se da a las encajeras.

Puntilla.- banda de encaje con dos bordes diferenciados: cbeza y pie. Es más bien estrecha.

Rollo (de encaje).- trozo seguido de encaje o encaje ya realizado.

Sentar.- alzar el encaje una vez terminado para seguir la labor.

Tapador.- tela algo mayor que la almohadilla sujeta a sus lados con agujas o alfileres. Protege la almohadilla con los bolillos y el encaje al dejar el trabajo para evitar que se ensucie.

Tupido.- todo relleno de hilo, sin huecos o vacíos.

Vara.- medida de longitud que equivale a un metro de longitud.

Vena.- adorno o remate del encaje con hilo más fuerte del normal.

Ventanas.- adorno o decoración de los bolillos de pastor.

El encaje de bolillos en Granátula

El Encaje de Bolillos, artesanía, arte tejido en hilo elaborado en nuestra tierra. El encaje de bolillos que brota de las manos de nuestras queridas Granatuleñas, y en todo el Campo de Calatrava, mujeres que en la almohadilla cruzan los hilos, clavan las agujillas y hacen renacer en nuestros oídos ese resonar de los palillos que prestan su apellido a esta preciada artesanía.

Cuándo y dónde nació el encaje de bolillos ha sido y, prácticamente, sigue siendo un pequeño misterio. Las múltiples teorías discuten su aparición desde los siglos XVI o XVII hasta fechas muy anteriores. Y, de igual modo, tradicionalmente, se ha asignado a Asiria la creación de las pasamanerías y de todos los trabajos artísticos de nudos precursores de los encajes a la aguja y, a Egipto, la invención de los encajes de bolillos. Aunque, otras tesis otorgan el mérito a Grecia, desde donde se difundió por el Mediterráneo, fundamentalmente a Italia, Persia y Arabia.

Orígenes tan difusos han permitido que España, Italia y Flandes mantengan, desde antiguo, una larga disputa por atribuirse la invención de esta labor. No obstante, se sabe que, desde el siglo XV, largas caravanas de mercaderes iban de Auvernia a España; de ésta, a Italia y, de allí, a Flandes (y a la inversa) comprando y vendiendo encajes por donde pasaban. Diversos estudios atribuyen la aparición del Encaje en la Mancha a la implantación en Almagro de los Fugger, Fúcares en la lengua Castellana, aquellos banqueros holandeses que llegaron a España y que se acomodaron en Almagro haciendo negocio no sólo con la banca sino también con las minas de azogue.

En la actualidad, diversos documentos demuestran la existencia de un encaje español en épocas remotas, con anterioridad a otros países europeos. Tan antiguos como los tejidos del ajuar funerario de la Cueva de los Murciélagos, en Albuños (Granada), donde se encontraron más de cincuenta esqueletos vestidos con atuendos de esparto realizados con tejidos especiales. O las pinturas rupestres del Paleolítico que presentan figuras humanas con adornos flotantes, a modo de flecos. que debieron hacerse con tejidos de fibras vegetales, cabellos y correas y desarrollaban nuevas técnicas (trenzado, punto de malla y costura).

Desde ese momento, el encaje recibió diversas denominaciones. Los más antiguos, hechos con fibras y destinados a la decoración, hacen referencia al género pasamanería, cuya técnica agrupaba torsiones, cruces, trenzas, tramados y guipures, a los que se unieron, más tarde, puntos anudados y bucleados. Más tarde, en la Edad Media y el Renacimiento se utilizaron los vocablos randa y cairel. Precisamente, del siglo XI, un trozo de tela de la casulla de Santo Domingo de Silos evidencia el desarrollo de los encajes de oro y, concretamente, posee uno de guipur, de hilos metálicos, en forma de franja.

La palabra encaje, como tal, no hizo su aparición hasta la primera mitad del siglo XVI, y quería significar «una labor tramada, encajada entre dos telas». Fueron momentos en los que el uso del encaje se extendió por todas las clases sociales (siglos XV, XVI y XVII), hasta el punto que los reyes promulgaron un decreto para limitarlos. Así, en la primera mitad del siglo XVII, Felipe III prohibió el uso de blondas y encajes, lo que hizo decaer la producción y el comercio, sobre todo, en La Mancha. Y Carlos II, en 1667, dispuso incrementar la introducción de géneros extranjeros.

En el siglo XVIII, el encaje de bolillos se vio amenazado por las máquinas capaces de reproducir sus modelos, mas no fue hasta los primeros años del XIX cuando un tejedor de Lyon, José María Jacquard, inventó una máquina de tejer encajes. Los primeros sólo eran fondos que se adornaban posteriormente a mano; pero, luego, consiguió obtener encajes donde se incluía la decoración.