La Piedra donde Aró Cristo

En el Cerro San Blas podemos ver otro de los valores arqueológicos de Granátula. Hay una piedra con unos surcos y rizaduras que cuando fueron vistas por nuestros antepasados, unas líneas paralelas en una rocas durísima, acudió a la devoción y la llamó la piedra donde aró Cristo, seguramente no encontrando otra explicación al fenómeno de unos surcos en la roca.
Hoy sabemos que es una rizadura, o como los ingleses llaman «ripple marks». Es  un fósil de lo que fueron olas en la arena de la playa, esas ondulaciones que quedan con el vaivén de la marea. ¿Y esto como es posible? Pues porque hace como unos 500 millones de años, en la Era Primaria, y hasta la Terciaría, esta zona fue varias veces litoral, antes de las erupciones volcánicas de los volcanes que rodean Granátula descargasen sus cenizas e hicieran de manto protector, lo que permitíó endurecerse y hacerse piedra. Y es que no podemos olvidar que Granátula está dentro de un volcán, en un maar.
Estamos ante la tierra madre de antes de la actividad volcánica, ahora fosilizada, de lo que fuera una playa, pues el mar en aquellos lejanos días bañaba con sus olas lo que hoy son sierras en el borde de La Mancha. Y es que ha habido varios episodios que han dejado el término municipal bajo las aguas del mar, cubriéndolo totalmente. Y en otras ocasiones en su borde, en lo que fue playa.
Como dice mi amigo Juan Manuel Donoso Gómez, @jumadogo, son aún apreciables en varias zonas del término evidencias de que tuvo playa y ambiente marino desde hace cientos de millones de años. La piedra donde aró Cristo (rizadura de oleaje de la playa), las piedras calizas (precipitación masiva de CO₂ en mares tropicales y poco profundos que dan lugar al Carbonato Cálcico, junto con restos de conchas y esqueletos de moluscos marinos)  diversos fósiles del entorno (trilobites, ammonites, tronco de pino fosilizado u otros moluscos) o las cruzianas (huellas o rastros fosilizados de animales) son muestra de ello.
En la Era Primaria, y en el Ordívico Inferior, entorno a los 465-470 millones de años se produjo en esta zona una gran actividad de estos animales en los fondos marinos que quedó fosilizada con el paso de millones de años en la cuarcita Armoricana. El origen de la cuarcita está en las antiguas arenas litorales depositadas en un mar que inundaba la zona de Granátula. Estas arenas fueron sometidas a fuertes tensiones hace unos 320 millones de años (orogenia Hercínica, a finales del Carbonífero sobre todo). Estos sedimentos por la presión y elevada temperaturas se transformaron en rocas metamórficas: las arenas en cuarcitas (afloran en las partes altas de las serratas de Granátula, donde se encuentran cruzianas) y las arcillas en pizarras (por ej. en la zona del embalse del río Fresnedas, en Calzada de Calatrava, donde se encuentran fósiles de algunos moluscos y artrópodos). Estas enormes tensiones que duran millones de años van dando lugar a la transformación de esos rastros fósiles en cruzianas o icnofósiles. Por tanto, son vestigios de la actividad biológica conservados en las cuarcitas, no restos de organimos. En Granátula apenas se conservan algunos fósiles, y algunos de ellos pueden provenir del comercio o transporte intencionados (pequeños moluscos). Por ej. en el yacimiento de Oreto y Zuqueca, en diversas tumbas de la necrópolis visitoda (s. V-VIII d. C.) han aparecido algunos o alguna cruziana de bloques que cubren algunas tumbas.
Y es que nuestro entorno ofrece tantas cosas por ver, que esta no deja de ser una más. Ya sabéis los lugareños donde está el Cerro San Blas. Para los que no sólo tenéis que ir, entrando desde Almagro por la calle Duque de la Victoria, girar a la derecha en la primera calle y continuar por la calle y camino que llevan al Bombo, el depósito del agua. Continuar hacia el cerro y pasando la ermita de San Blas, seguir subiendo en línea recta hacia el depósito del agua. Y arriba está una llanura llena de piedras rectangulares, mas o menos grandes bloques de piedra, y entre ellos La Piedra donde Aró Cristo, esa playa fosilizada.

Os dejo el enlace al blog de Juan Manuel Donoso Gómez, donde puedes conocer más sobre los fósiles de Granátula de Calatrava (Blog): Cuando Granátula tuvo playa

Mi pequeño homenaje a Cervantes y al Quijote

Quien me conoce sabe que siempre llevo a mi pueblo y a La Mancha en el corazón. Hace unos días que leyendo sobre el Quijote y la música, y me encontré con este magnífico video elaborado por el Museo de las Bellas Artes de Valencia. Y no pude resistirme a incluirlo en mi página, y compartirlo con todo el que me visita.

En homenaje a Cervantes. En mi opinión el más grande escritor. Y es que el 23 de abril se conmemora tanto la muerte de Cervantes como de otro genial escritor Shakespeare.

Duelos y quebrantos

Ingredientes:
Huevos, panceta de cerdo, jamón, sesos de cordero, manteca de cerdo, un chorrito de aceite de oliva, manteca, sal y pimienta.

Preparación:
En un cazo encallaremos los sesos y con un poco de manteca los saltearemos. En una sarten echaremos un chorro de aceite de oliva de forma que sólo cubra el fondo de la misma, y en ella freiremos el tocino y el jamon en trozos. Batimos y salpimentamos los huevos y lo añadimos a todo lo anterior. Nuestra sugerencia es servir con unos tostones de pan frito.

Tortas de azúcar

Hoy toca la receta de estas tortas manchegas, las tortas de azúcar. Esas tortas «redondas» que tenía Antonio y Conso en la panedería.

Ingredientes:
–   500g de harina de fuerza
–   200ml de agua templada
–   150ml de aceite de oliva virgen
–   40ml de licor de anís
–   1 huevo M
–   60g azúcar
–   1 cucharadita de matalahúva , anís en grano
–   1 cucharadita rasa de canela molida
–   una pizca de sal
–   7g de levadura seca de panadero o 25g de fresca
–   aceite para pincelar
–   azúcar para espolvorear.

El Trenillo

Imáganes del trenillo que pasaba por Granátula de Calatrava camino de Montanchuelos. Juan José del pueblo vecino de Granátula ha publicado un libro con la historia de esta línea de ferrocarril que tenía estación muy cerca de Oreto.

Os dejo el video.

Molino de viento de Granátula

Molino de viento. Ahí están sus escasas ruinas aunque ni los más ancianos del lugar recuerdan su funcionamiento.

La rueda hidráulica dio lugar al molino harinero activado por el agua. Pero surge a la par la necesidad de aprovechar otra de las fuentes de la naturaleza, la energía eólica. El primer molino de viento fue ideado por Herón ( 20 a 62 d. C.) y servía para mover los fuelles de un órgano.

Los persas, a partir del siglo VII, ya poseían molinos para riego y molienda, formados por alas montadas sobre un palo vertical, cuyo extremo inferior movía una molienda. Estos molinos se difundieron por los países árabes y fueron llevados a Europa por los cruzados. Entre los siglos XI y XIII se difundieron por Europa. A nuestra Mancha llego en 1575.

Constaban de una construcción cilíndrica con muros de piedra revocados de cal, en los que se abrían los huecos de la puerta y alguna ventana. En la parte superior la cubierta es de madera superpuesta formando un cono. De la misma un cuerpo prismático, también de madera, sirve para soportar el eje de las aspas, y en el punto diametralmente opuesto, un fuste inclinado formado por un tronco de madera con el que se orienta el eje hacia la dirección del viento; este fuste se fija al suelo con cuerdas y estacas. Las aspas están formadas por dos troncos cruzados en ángulo recto; añadiendo a esta estructura principal otras tablas en forma de cuadrícula con formas alabeadas a las que se atan las velas.

El viento al incidir sobre las velas hace girar las aspas, movimiento que se trasmite, mediante un engranaje a un eje vertical – coincidente con el de la edificación- que mueve una gran piedra circular sobre otra fija.

Por desgracia los restos del Molino de Viento que hubo en Granátula son escasos. Sólo se conserva la parte inferior de las paredes circulares del Molino, formado por hileras de piedras y una piedra molinera, que está partida por la mitad (véase la fotografía superior). No quedan restos ni del cono superior, ni de las aspas ni de los engranajes que formaban la maquinaria del molino.

Restos del molino de Viento

Reproducción del molino en su emplazamiento original. Fotografía tomada desde la calle del Santo

Relacionado con los molinos, tanto de agua como de viento, estaba la necesidad de encontrar la materia prima adecuada para poder tallar las piedras molturadoras. Muy cerca de la antigua estación del Trenillo de Granátula encontramos la cantera de donde se extrajeron. Aún hoy en día puede observarse sin acabar la talla circular de una piedra sin cortar, lo que posiblemente sería una piedra solera.

 

Epifanio Novalbos Valbuena. Veterinario y académico. Hijo ilustre de Granátula

Esta tierra manchega siempre ha contado con una importante cabaña lanar. Quizás por este motivo la Mancha ha sido cuna de ilustres veterinarios. En Granátula el día 7 de abril de 1832 nacía el que había de ser Académico de Medicina por sus conocimientos veterinarios D. Epifanio Novalbos Balbuena.

D. Epifanio era el mayor de siete hermanos fruto del matrimonio de D. Antonio Novalbos Torralba y Dª Baldomera Balbuena Moreno. D. Antonio poseía una herrería junto a su vivienda situada en la calle del Carmen número 7.

Fue bautizado por Espartero, no por D. Baldomero sino por su hermano mayor D. Manuel (la Familia Fernández – Espartero contó con tres sacerdotes e incluso Baldomero curso estos estudios antes de que se incorporara al ejército en Ciudad Real).

A los 13 años moría su padre fruto de un accidente en el taller cuando estaba reparando un trabuco que desconocía que estuviera cargado. No tardó en quedar huérfano completamente quedando al frente del hogar al ser el hermano mayor.

Trabajó como herrero en distintos lugares llegando a Calzada de Calatrava donde presto sus servicios en el taller de los Molinas. Precisamente ésta familia contaba con una tradición veterinaria muy importante (don Eusebio Molina Muñoz, fue veterinario militar; y D. Agustín Molina fue uno de los fundadores del Colegio Oficial de Veterinarios de Ciudad Real) influyendo seguramente en D. Epifanio.

El 29 de octubre de 1855 se matrícula en la Escuela de Veterinaria de Córdoba a los 23 años. Con no pocas dificultades económicas y de preparación previa pasó los dos primeros exámenes obteniendo los dos únicos aprobados de su vida. Sí los dos únicos aprobados porque de aquí en adelante las calificaciones mínimas serían de sobresaliente.

Las dificultades económicas fueron subsanadas en parte al ofrecerle el director de la Escuela la escribanía de la Secretaría para que le ayudase en los trabajos administrativos. Al finalizar el segundo curso optó a una plaza de «alumno pensionado» ayudando en los servicios de clínica.

Mostraba su capacidad para la enseñanza ya en su época de estudiante ya que facilitaba gratuitamente a sus compañeros los apuntes extractados y pasados a limpio.

Obtuvo el título de veterinario de segundo al terminar los 3 años el 16 de junio de 1858. Se matriculó en cuarto curso con siguiendo las máxima calificaciones. Para poder cursar el quinto curso contó con la inestimable ayuda de su protector ya que este curso solo podía cursarse en la Escuela de Madrid y las disponibilidades económicas de D. Epifanio eran mínimas. Antes de terminar el quinto curso opositó a las tres plazas de disectores anatómicos que para todo el territorio español se convocaron (Córdoba, Zaragoza y León) obteniendo el número uno y eligiendo la de Córdoba. Tomó posesión de la plaza el 16 de junio, unos días después de terminar la reválida para obtener el título de veterinario de primera clase.

Su afán de perfección y de obtener conocimientos le llevó a matricularse en 1869 en todas las asignaturas de bachillerato, consiguiendo aprobarlas así como la correspondiente reválida, entrando en posesión del titulo con fecha de 17 de junio de 1870.

Pero no quedó ahí sino que por libre cursó la carrera de Farmacia en la Universidad de Madrid, realizando la reválida y obteniendo el título en 1873.

Una gripe se llevó a D. Epifanio, falleciendo a las tres de la tarde del 28 de febrero de 1901.

Vida profesional

Su vida académica se inició en el curso 1859-60 al lado de su maestro D. Enrique Martín con la enseñanza y disección de la Anatomía en la Escuela de Córdoba.

En julio de 1873 se presenta a las oposiciones para cubrir la plaza de disector anatómico y constructor de piezas anatómicas de la Escuela de Madrid. Entre sus contrincantes se encontraba D. Santiago de la Villa quién obtuvo la plaza y que sería su «bestia negra» ya que ambos concurrirían a multitud de puestos quedando siempre D. Epifanio, sin ningún tipo de recomendaciones que si tenía el Sr. Villa, en segundo lugar aunque eso sí siempre con felicitaciones del tribunal.

Así la Cátedra de Anatomía de la Escuela de Madrid sería ocupada por D. Santiago de la Villa. Nuestro querido Epifanio tuvo que conformarse con ser Catedrático de Física, Química y Ciencias Naturales opositando a la plaza que dejó libre el Sr. Villa al venirse a Madrid a ocupar la cátedra de anatomía, que obtuvo con el voto unánime del tribunal.

En Zaragoza estuvo hasta 1875, hasta que por concurso en este año se trasladó a Madrid lugar dónde estuvo hasta su muerte.

Fue nombrado académico de la Real Sociedad Patriótica de Córdoba y su Reino, de la Real Academia de Ciencias, Bellas Artes y Nobles Letras.

D. Epifanio ocupó el sillón dedicado a la sección de Higiene de La Real Academía de Medicina de Madrid el 28 de junio de 1891 con el discurso «Los Enterozoarios del hombre en relación con la higiene», punto cumbre en su carrera.

Para definir lo que fue la vida de D. Epifanio Novalbos Balbuena reproducimos lo que citó D. Dalmacio García Izcara en su discurso de toma de posesión de la plaza que D. Epifanio dejó vacante tras su fallecimiento «Huérfano de padre y madre desde temprana edad y sin mas bienes de fortuna que la nobleza de su alma y gran apego al trabajo que heredó de sus mayores. Fue uno de esos hombres a quienes no les abate la desgracia, sino que en todo momento disponen su ánimo a luchar valerosamente para vencer las más diversas contrariedades, que la vida material ofrece a los desesperados. Con grandes apuros y privaciones, hizo en la Escuela de Córdoba los estudios, mereciendo las mejores calificaciones en todos los exámenes y alcanzó una plaza de pensionado. Parco en aquellas teorías no muy bien cimentadas, era partidario de las demostraciones prácticas; hablaba poco diciendo mucho y a conciencia; era, en una palabra, modelo de concisión y claridad. El tiempo que le restaba de sus habituales ocupaciones, lo dedicaba a sus discípulos para adiestrarlos en demostraciones prácticas. El magisterio constituía para él un verdadero sacerdocio y por eso le consagraba todos sus afanes. Introdujo en las asignaturas que le estaban confiadas, reformas dignas del mayor encomio y los gabinetes puestos a su cuidado fueron objeto, por su parte, de una revisión prolija y consciente y de un aumento considerable de material. Invertía casi todo el tiempo en labores de enseñanza, por la mañana en la cátedra y por la tarde en el laboratorio, preparando y ordenando lo necesario para la lección inmediata. No descansaba.»

Nuestro homenaje a este hombre que por sus propios méritos llegó a ser todo en el mundo veterinario y académico.

D. Anacleto Meoro, obispo de Almería. Hijo ilustre de Granátula

D. Anacleto Meoro Sánchez nació en Granátula el día de 13 de julio de 1778. A los dos días de nacimiento sus padres D. Antonio y doña Josefa lo bautizaron en la Iglesia de Santa Ana poniéndole el nombre de Anacleto José. Fue bautizado por el prior del hábito de Calatrava D. Alonso Treviño y Carrillo y confirmado a los 4 años junto a sus hermanas Eusebia e Hijinia de manos del arzobispo auxiliar de Toledo y titular de Constantina D. Felipe Pérez de Santa María.

Se licenció como letrado, doctor en cánones, ejerciendo posteriormente en el arzobispado de Toledo y en el obispado de Cartagena diversos cargos de judicatura eclesiástica. Fue vicario capitular y gobernador eclesiástico de ésta última en 1825.

La Reina lo propuso para cubrir la vacante de la diócesis de Almería el 12 de septiembre de 1847. El 16 fue designado mediante un real decreto del Ministerio de Gracia y Justicia como Obispo para Almería, con la condición de una nueva demarcación de la diócesis. Acepta el obispado con dicha condición «confiando no en mis débiles fuerzas sino en los auxilios de la divina providencia«.

El nuncio monseñor Juan Brunelli, arzobispo de Tesalónica, inició el proceso en Madrid el 15 de octubre de 1847, terminando con la aceptación por el Papa Pio IX el 17 de diciembre de 1847. Las bulas las firmó el 24 de diciembre de 1847.

Fue consagrado episcopalmente el 9 de abril de 1848 en el Monasterio de la Encarnación de Madrid por Monseñor Giovanni Brunelli, nuncio de Su Santidad, asistido por D. Manuel Joaquín Tarancón Morón, obispo de Córdoba y D. Gregorio Sánchez Rubio obispo de Osma.

Tomó posesión de la diócesis de Almería el día 16 de abril de 1848, asistiendo las autoridades, corporaciones, nobleza y el pueblo.

El 29 de abril el Sr. Meoro escribe desde Murcia al presidente del Cabildo comunicándole que muy probablemente llegará a Cartagena un vapor que va en dirección al puerto de Almería y su intención de embarcar en él.

Se acuerda que los comisarios del año se encarguen de la preparación del tablado y de todo lo necesario adquiriendo, entre otras cosas, «cohetes para su disparo en los tipos y puntos oportunos a la mayor solemnidad». Siendo escasos los recursos de los que dispone la diócesis se acuerda encargar un pectoral para entregarle el día de su llegada y abonar su costo los capitulares. El día 10 de mayo de 1848 llegó el obispo D. Anacleto Meoro a Almería.

La situación en Almería era caótica. Así, contestando a una carta de Brunelli del 19 de septiembre de 1848, D. Anacleto dice textualmente «Es tristísima la posición en que nos encontramos; acaso en Madrid creerían que exageramos… si vinieran a las provincias verían que es certísimo que por falta de recursos, ni el obispo puede cumplir con su ministerio, ni los párrocos en sus iglesias… unos y otros se ven afligidos con la más espantosa miseria, que los templos se ven arruinarse sin poder repararlos y que el culto se da a Dios del modo más indecente, faltando por necesidad a lo prevenido por sagradas rúbricas, teniendo que usar ornamentos y vasos sagrados que deberían estar recogidos…».

La figura de Don Anacleto Meoro es tanto más impresionante si tenemos en cuenta la avanzada edad con la que llega al episcopado, 69 años y medio, y los achaques de la enfermedad de la que muere a los 85 años. Recibe una diócesis paupérrima después de la vacante más larga de la historia (15 años). No se ha obtenido confirmación de la grave enfermedad que le aquejó, pero por el contenido de una carta al Ayuntamiento de Senés en 1855 deducimos que pudiera ser Párquinson: «y ofrece acudir toda vez que las trémulas manos de V.S.I. enarbole el Estandarte de la religión Católica Apostólica Romana».

Quizás uno de los mejores exponentes del pensamiento de D. Anacleto sea la pastoral que escribió sobre la «Armonía entre la Iglesia y el Estado». En un documento dirigido al nuncio en 1858 le pide su intervención ante el Gobierno para que resuelva en bien de la Religión y de la Iglesia para cumplir esta su misión en la tierra. Dice «que los fieles relajan sus costumbres, se veja la Religión y desprestigia el Santo Misterio». En nueve apartados hace exposición de los problemas existentes:

  • Hay indiferencia, no descreimiento, de verdades y prácticas religiosas. Olvido de las obligaciones cristianas. Usura y concubinatos, arruinando las familias y escandalizando la grey fiel. Los divorcios voluntarios sin intervención de la autoridad eclesiástica son muy frecuentes. Alguna vez va a la autoridad civil como conciliación entre conyugues.

Los días festivos y la cuaresma son escarnecidos. Hay robos sacrílegos y desacatos. Las exhortaciones del prelado y los párrocos son vanas. Las exhortaciones fraternales y suaves no vales. Cuando acudimos a la autoridad civil –dice- nos tratan con urbanidad y deferencia, pero hay un código penal que ata las manos. Desea que el Gobierno de S. M. restablezca disposiciones civiles que apoyen las leyes eclesiásticas y prevengan a las autoridades provinciales que den auxilio eficaz a los prelados, castiguen a los contumaces y corrijan lo necesario.

  • Los apuros del tesoro público son, sin duda, la causa de que no se reparen los templos. En dos de alguna consideración están sin templo parroquial. En otros pueblos y aldeas amenazan ruina, otros apuntalados, otros hundidos por la lluvia. Casi todos están afectados y necesitan reparación. Cuanto más se tarde será más costoso. Esto influye en el retraimiento de los fieles. Hay que urgir al gobierno para que libre fondos.
  • El crecimiento de la población exige aumentos de parroquias y ministros. Se proyecta hacer el arreglo parroquial. Envíe –dice don Anacleto- el expediente al Gobierno a fines de 1855 y principios de 1856. Ruego al nuncio active su planteamiento y ejecución entretanto se le permita que la provisión de los beneficios parroquiales sean en propiedad o en economato, pues aunque este último se me acaba de permitir, me coartan a uno por parroquia con determinadas circunstancias. Tengo pueblos con 4.000 almas con solamente tres sacerdotes.
  • La dotación de coadjutores es tan mezquina y la de párrocos tan insuficiente que los primeros apenas si tienen para vivir y los segundos viven sin independencia y decoro. Urge tratar este asunto.
  • No nos quejamos del pago de haberes del clero en esta provincia, pero es de manera tan independiente que desapareció la disciplina eclesiástica. Por decoro de la Iglesia hay que descartar el sistema. Que se encargue al prelado el cupo y él lo distribuya. Ahora somos meros asalariados del Gobierno, como empleados públicos y expuestos a las vicisitudes políticas.
  • Hay necesidad del establecimiento de órdenes religiosas según el Concordato de la Santa Sede y Su Majestad. Es notoria su necesidad. Aquí urge que devuelvan el Convento de Santo Domingo, hoy instituto, el de los mínimos de Vera, cualquiera de los de San Francisco de Albox, Cuevas o Vélez Rubio. Éste lo arreglaría el pueblo.
  • En la primera desamortización se vendieron, como libres, bienes que tenían cargas pías. En la segunda se han redimido muchas memorias. En el intermedio se recaudaron algunos atrasos aplicables a pías fundaciones y el Gobierno los hizo aplicar a la dotación del clero. Las cargas están sin cumplir, en fraude de los fundadores. Es necesario se lleve a efecto el acuerdo anunciado en el art. 39 del Concordato.
  • Es muy conveniente se deje expedita la provisión de las capellanías.
  • Conforme con los obispos, es necesario la celebración de un concilio nacional, y antes o después los provinciales y diocesanos, para cortar muchos males y arreglar los negocios eclesiásticos y que se respeten las costumbres, aunque no dé todo el fruto apetecido. Quizás no habría libertad de sufragios y de discusión y no creo nos auxilien a mandar su ejecución.

D. Anacleto también protestó ante el Gobierno por la prohibición que éste impuso a los obispos de condenar públicamente los impresos contra el dogma y la moral católica, y prohibió en la diócesis el libro titulado «El puro católico».

Expuso siempre la contrariedad y agravio económico que había supuesto la desamortización de los bienes eclesiales «no creen que sea realmente un preocuparse de los pobres –cita D. Anacleto-, ya que está demostrado que con la desamortización no se beneficiaron estos sino todo lo contrario. Los bienes de la Iglesia además de ayudar a desempeñar bien los obispados y las parroquias, servían para los Establecimientos de Enseñanza Pública, Hospitales y Casas de Beneficencia, para mendigos e imposibilitados de trabajar y sus familias, sin contar los colonos, artesanos y braceros que sustentaban sus largas familias de estos bienes eran para ellos una garantía.»

En 1862 la reina Isabel II visitó Almería y el Cabildo en su visita por toda Andalucía. El Cabildo tomó medidas para preparar la llegada de la reina blanqueando la Catedral y realizando un nuevo dosel y comprando cera para la iluminación del templete, templo y otros. Se agasajó a la reina con luminarias en la fachada de la Catedral y una recepción. La imagen de la Santísima Virgen del Mar fue trasladada, como era tradicional en las grandes fiestas a la Catedral. En ella la Reina rezó ante la Virgen y debió llamarle la atención la pobreza de ropas ya que prometió enviarle un manto nuevo.

Durante el pontificado se erigió en la Catedral la Penitenciaría y se hicieron las obras en el Seminario. Así D. Anacleto afronta la gran obra de ampliación del antiguo edificio, duplicando la capacidad del mismo. La ampliación del edificio le traerá contrariedades, sobre todo en las relaciones con el nuncio Monseñor Brunelli. Estas contrariedades se derivan de su de su afán de utilizar un terreno contiguo de las Concepcionistas utilizando las facultades concedidas a los obispos por diez años por el motu proprio del Papa Pío IX. Después de diversas cartas y refriegas se zanjó la cuestión con la advertencia del nuncio de que le da licencia para la compra a las monjas del terreno con la condición de que entregue a ellas el dinero (14.815 reales).

Pero no terminaron aquí las disputas con las monjas. El monasterio de las claras, al no llegar la comunidad a 20 fue enajenado. Así pasaron a convivir en el monasterio de las Concepcionistas. A su llegada D. Anacleto las encuentra viviendo bajo el mismo techo pero no conviviendo. No conseguirá solucionar este problema sino que la solución le llegará en mandato episcopal. Don Anacleto planteará la unión de las dos comunidades. Adjuntará al nuncio el proyecto enviado a Roma. En éste se proponía hacer de las puras y las claras una sola comunidad, ya que ambas tenían la regla de San Francisco y solamente se distinguían por el hábito y poca cosa. Durante 9 años estuvo peleando D. Anacleto con la nunciatura, que sufrió cambio de titular pasando al Monseñor Barili, terminando con el rechazo definitivo por la Santa Sede –El nuncio le insiste en que se respeten las puras totalmente. Ya le insistió él y el secretario de Estado sobre el tema y ahora el mismo pontífice-.

En la tarde del día 2 de enero de 1864, el deán D. Francisco de Paula Gómez Barragán, convocaba con urgencia un cabildo extraordinario, dando la noticia de que ese mismo día a las dos y media de la tarde había fallecido D. Anacleto Meoro y Sánchez, obispo de la diócesis. Recibió sepultura en la capilla de la Esperanza. En su testamento anunciaba su deseo que se entregase a la Catedral el regalo recibido de SS.MM. los Reyes en su visita a Almería el 20 de octubre de 1862, consistente en una caja en la que se contenían un cáliz, patena y cucharita, todo sobredorado con relieves de mucho mérito.

Ajo Arriero

Ingredientes:

1/2 kg. de bacalao, 1/2 kg. de patatas, 4 cucharadas de pan rallado, 2 huevos cocidos, perejil, una yema de huevo, 2 dientes de ajo, de aceite de oliva.

Preparación:

El día anterior poner el bacalao a desalar cambiando el agua dos veces.

Cocer el bacalao, las patatas y el huevo. Con la patata cocida y con el caldo de la cocción se hace un puré claro. Mejor machacar la patata con un tenedor para que tenga textura, no aconsejo hacerlo con la batidora.

Se limpia el bacalao y se desmiga. Cortamos en trocitos los huevos duros y el perejil.

En un mortero machacaremos los 2 dientes de ajo y los pondremos en un recipiente de barro con la yema de huevo batiéndolo con una espátula de madera, agregando después el pan rallado y el puré de patatas

Se dejará reposar durante diez minutos y a continuación se echa el aceite poco a poco batiéndolo, agregando después el bacalao y los huevos cocidos picados, quedando dispuesto para servir.

Muy parecido al Machacon, salvo por los cornachos o guindillones secos asados, que no se utilizan en el ajo arriero. Y también por el uso del pan rallado y el perejil.